[img align=center width=470]http://1.bp.blogspot.com/-y-LlaYv3ixU/TlTPXEfMqQI/AAAAAAAAE9M/386muVgIZ9o/s1600/el+piano+1933.jpg[/img]
Escuchó ser bajado con cuidado. En la ceremonia vimos a Hamelin y a Thibaudet, con sus dedos tiritando sobre unas lágrimas sinceras. Hubo cantos de niños como eunucos felices, pianos de Liszt, también acordes lúgubres y una obertura de truenos en su descenso, como si él así lo hubiese planeado. Hubo hojas que en el aire danzaban brownianas (como James, no Robert), y carcajadas de Amadeus al recordarlo. Finalmente, Billy Joel horadó la piedra: “Vuélvete marfil pronto, amigo mío”. Y una vez bajado totalmente a su reposo, el pianista pensaba en lo que vendría. Era su turno de ser marfil, nunca más dedos carnosos; de dejar sus partituras huérfanas hasta que otros dedos sobre la blancura las reencontraran.
©Gustavo Larsen, 28/02/2014
|