Cual advierte el mar a la osada barca que lo hiere, te advertí yo, sobre perfidias: ‘No juegues conmigo’. Pese a ello, con mis nervios a flor de piel, como el mar, te escuché decir que ya no me querías, y como el mar, arrastré tu desdén a las profundidades de mi abismo.
Sé que tu egolatría, disfrazada de sumisa pescadora, despechada, me hiere con ahínco cuando puede, y yo, afligido cual piadoso, la alimento como el mar: simulo que me diezmas el presente, y como el mar, preservo astuto, mi romántico cardume de tus redes.
Pero a veces, a veces, esparciendo melancólico mis lágrimas por el sendero, llego hasta tu boca y perfumo tus labios con mi aliento, como el mar. Robo, de sombra, tu silueta ansiada y como el mar, la destino al intrínseco hermetismo de mis ostras.
Podría pedirte que vuelvas a surcar mis latitudes, que recales en cada bahía de mi alma atormentada, pero a más de benévolo, soy orgulloso, como el mar; e iracundo, si reincides, podría recluirte, como el mar, náufraga perenne en mi peñasco de sirenas olvidadas.
Y a ti te quiero bajo mi pecho, como un día toda la tierra.
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