ENDILGAR Y ENGUIRNALDAR
Por ahí donde la playa camina el sol sale al peinar el viento la brisa la ola el cielo por la falda provocativa del volcán a lo lejos del alma del desierto en una gota de sed de arena de sueño que va cayendo de la tarde más lenta que calma clamando claro al clavo clemencia.
Para La Amarilla ansiedad de la madera a su manera triste hambre de cuchara encapsulada en broches de plata con el rencor de las cadenas en las caderas arropadas de las calderas infaustas y los siglos enterrados en el polvo helado y humillado.
Por endilgar al aire las frágiles montañas. Por enguirnaldar al agua por ser húmeda. Por endilgar al susurro los ecos infernales. Por enguirnaldar al epílogo por ser último.
En las caderas dispuestas cazadoras matutinas del mínimo labio insurgente del callejón elevado del perfume acariciado del néctar nacarado andando entre campanas enterradas por estrellas tejedoras de los lutos inagotable lavandera del destierro férreo color de sonrisa en la cintura de espuma y cicuta y otoño radiante plantado en plata verde cicatriz de cobre solitario de mercadería iracundo pobre lingote... Endilgando a caña y sol la nieve dura del rojo lumbre por donde la tempestad obscura mira la usura la cábala y la droga daga del perfume desnudo en la espesura del borde verde pavoroso en la sonrisa del colmillo en la garra erizada del beso al escultor de huecos.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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