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Tal vez aún veas las marchas de los triunfadores, amigo mío. O recrees bajo el vientre cálido del sol tu vieja escuela, descascarada desde tu ausencia, a pesar de la cal que le enchastran sobre su espalda partida. O quizás estés aún sentado en la escollera, moldeándole el rostro a algún niño deslumbrado por tus peces y tus refranes.
Hemos llegado a los límites de lo superfluo con nuestras charlas diarias. Es tal vez la hora de asir de los pelos a la despedida que nos ronda. Y si no te escribo ahora con las ataduras clásicas que tu porte de flecha incorruptible se merece, esas fórmulas del acero intelectual que tanto amabas, es porque ahora sabemos que lo exacto es espejismo, que a los planes los abroquelan latones, que la ausencia, en su abismal azar, es más muscular que las estatuas literarias.
©Gustavo Larsen, 20/02/2014
Dedicado a quienes hayan perdido un amigo o una amiga. Porque el cariño no desaparece con su partida.
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