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No tapó un disfraz todo lo confuso. La razón sin freno derramó su historia y el osado gesto su merced impuso.
¡Vapor de amor, fustigas mi vida! Vas trocando la tersura eterna por arrugas de una nueva herida.
¡Oh, mi historia!, animal furtivo, firme eres el herrumbre de mi frente, más piadoso cuanto menos altivo.
Mas avanzas, llegaste, has ganado; ya quebraste al cristal de mi presente, ¡expulsaste a aquel pétalo arrojado!
Ya no tiembla el labio su presencia, ni en el ojo huesudo e implorante late roja, ¡tan humana! la indecencia.
Al final, de este cielo y su tormenta van quedando unos ríos macilentos, aguas flacas para la piedra sedienta.
¿Qué entonces, quedará de aquella? ¿Será el flogisto de un forzoso olvido por temores, ira…o quizás por ella?
©Gustavo Larsen, 12/02/2014
Como los tercetos en los sonetos siempre me han resultado más trabajosos que los cuartetos, bueno...esto fue un llamado interno de "a practicar".
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