De espalda a la pared me dejo caer en la inmensidad de la vida, un abismo complejo de incertidumbre me espera al final de la caída.
Es un terreno baldío de barreras en donde todo parece extraño, tropiezo constantemente con el pedregal filoso, apenas avanzan mis pasos cortados.
Respiro el fuego del aire envenenado abrasando las entrañas, voy enlodado escupiendo cenizas hartas sobre las grietas de un condenado.
Acuosas larvas ¡tan largas! Llegan hasta la última entrada de un mundo inundado por la mediocridad de los mutantes malvados.
Ellos dominan, controlan, son numerosos, mientras los incautos continúan creyéndoles, tomándose las sobras brotadas de sus gargantas, inmundo pedazo babeado de fariseísmo.
Inocentes no son… ¡Nada hacen para combatir al perverso! Ya nadie camina de frente, van cayéndose al abismo, así de espaldas, sin lumbre.
Julio Medina 5 de febrero del 2014
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