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Opaca a la vida el recuerdo, a pesar de su esfumado. ¡Lo lento que desaparecen las mentiras! La ciudad siempre nos niega derechos de autor para todo lo bueno que hicimos y que nos venga por hacer. Así queda uno perpetuándose en el movimiento como las olas, comiendo sueños enterrados entre las palabras para que la derrota no nos cemente las rodillas al asfalto. Y solo habrá filos en esas palabras si son nuevas, como materia del ímpetu juvenil, con el ritmo atlético de un río de montaña y el revuelo voraz de sus horas diurnas. A veces las venas sufren menos de lo que el poeta dice, es cierto. Quizás éstas solo parezcan gaviotas temerosas ante un mar agitado, pronto a calmarse.
©Gustavo Larsen, 31/01/2014
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