Savia de los cursos cálidos,
rojo como dos pupilas en despecho,
dulce a veces, pero en compañía de la carne,
copa que tus manos me ofrendan cada noche,
reverencia a la antesala de nuestra intimidad.
Sus aromas le anticipan a mis labios
el clangor de lo que ya paladeamos,
historias compartidas por crearse
y versos encontrando un cauce generoso.
Pócima dueña y señora de sí misma
que planea en un segundo su embrujo,
única deidad nacida de dos manos terrenales.
Zumo que potencia lo compartido,
rojo del naciente y del poniente,
y de todos los lustros entre ellos
que tú y yo vivimos.

©Gustavo Larsen, 13/01/2013