Rebrote

Fecha  27-12-2013 3:20:39 Tema:  Poemas -> Sociales
“Uruguay tiene la tasa de suicidios más elevada de América Latina, junto a Cuba. La tasa de suicidios en Uruguay se ubica en 16,6 autoeliminaciones cada 100.000 habitantes, según datos difundidos por el gobierno”. (¿El gobierno que los acorrala a morir?) Dedico este poema-prosa a quienes, con válida razón, entre tanto escollo de prójimo insensible, han perdido y/o vendido la utopía, motor de la vida por “el vil precio de la necesidad”.

Cuando yo era ni más ni menos que el transcurso más importante de vida en esta vida con su noche de seda azul y su millar de agujeros de haber sido claveteada hasta que pudiese sostenerse allá arriba para mí, (entonces, tanto el universo como el resto de la humanidad, estaban a mi disposición) yo, con mi sino rojo verano y verde limón, era feliz.

Feliz y desdichado también, por errores de la vida madre, como ahora. Solo que antes, toda contradicción se revertía mágicamente y yo, como rama desenganchada de un escollo, continuaba frenético y alegre en el torrente
de la vida.

Hallo que hoy, la corriente es más lenta y son más las barreras; las impuestas socialmente sobre todo, y que vivo cada vez más y más impedido de recursos: laborales, amistosos y de amor (de juventud en realidad). Mi salud por el piso, su medicina por las nubes y este futuro que le sigue quitando peldaños a la esperanza. No, mi vida ya no es vida.

Me comparo al tren casi caduco, inesperado como fuerza de viejo, que dos veces por día pasa tratando como yo, de darle ritmo a pitazos y bufidos a su impulso romántico. A veces me dan ganas de gritarle: ‘Tenemos la fuerza viejo, lo sé, pero sucede que la vida se ha vuelto ordinaria y cree que ya no nos precisa. Justo cuando perfeccionamos: tú, tu marcha y yo mi oficio’.

Así medito sentado debajo del parral, viendo sus primeros rebrotes. Las parras son viejas como momias y después de un invierno cruel parecen resucitar como si hubiesen hallado vida después de la muerte. Hasta insinúan la exuberante y verde marejada de su tenaz resurrección.

Uno de estos días arreglo algunos asuntos, pongo a la vista y en orden mis documentos, me despido de mi último amigo vivo y con un libro de Mario Benedetti, me siento a leer en la vía de espaldas al rumbo de mi viejo colega el tren; quién sin duda, me hará el último y piadoso favor en este mundo.

Quién sabe si no rebroto y mi otra vida es rojo verano y verde limón.



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