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Inmóviles, ellos sueñan solos. Los veinte, alados aún sonríen. Su recuerdo más vivo apuntala la última cordura de una madre. Obsérvalos a ellos, dormidos, flotaron sus ojos como pájaros. Mira su destino de relámpago, su cita con el lodo humano, sus seis ángeles guardianes aleteando un final de plumajes que caen como escudos rotos. Pero en tus sueños, búscalos entre algún juego saltarín. Entiende que ellos cantan, pero que son otras canciones. Nunca un Réquiem de Mozart o Brahms, eso es para tu día y el gris de la miseria adulta. Suéñales trotes sobre el trigo, balones, mascotas, caras sucias, columpios y fiestas de diciembre.
©Gustavo Larsen, 12/12/2013
Dedicado a veinte niños y niñas y seis maestros, muertos a manos de la peor de las insensateces.
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