La casona, inmensa sobresale en la oscuridad de la noche, saciada por la sombra asceta que pusilánime fusiona el territorio baldío a la terrible sensación de espanto y de frío.
El sigilo frontispicio reventando el tétrico panorama de pavor, deja escuchar el ruido desvaído de los pasos muertos vagando alrededor.
Misteriosa refulgencia surge del interior… Es tan intensa que una cosa destella por las ranuras, parece como si la casona estuviese viva; -fatuo contraste trae la mente a confusión-.
Los árboles pelados como astillas secas clavadas al suelo lucen impresionante esqueleto de erizo terrero.
Encorcovada imagen siniestra en el cenit del alba y de la noche; en la claridad es penumbra desierta, y en la oscuridad, una luminosa sombra ruidosa asechando los sentidos medrosos.
Julio Medina 8 de octubre del 2013
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