En un simulacro quimérico

Fecha  28-6-2013 20:59:13 Tema:  Cuentos
EN UN SIMULACRO QUIMÉRICO

Nadie lo esperaba. Desde la escotilla impermeable lo vi subir por el agreste camino del anómalo montículo, por el astro, en tanto en su órbita corría la vivísima luz entre un torrente,
y él dobló sus rodillas en la región interestelar extraña.
Donde la selección natural ha conspirado contra un vínculo instantáneo entre el bioplasma cibernético y los ácidos nucléicos modificados. Como las enredaderas trepan la melancolía metálicas.

A medida que las naves eran sacadas del agua, al pie de las montañas
helicoidales del neoformado Saturno que ya veían el sol, se iba atenuando
la mala impresión en la quinta pantalla plegable, sin duda debida al campo
holográfico interferido. Como la frescura penetrante de un vaho fosforescente.
Cuando llegó a su refugio lo único que traía, además de la ropa del plástico
magnético de tercera generación que tenía puesta y algunos microchips
encapsulados, era un pequeño cofre de antimateria color violeta, de valor
incalculable, pues era lo único que conservaba de una edad más dichosa...
A través de la transparente secuencia de los siglos se creaban ciudades,
rumores, civilizaciones, historias y seguramente burbujas de tiempo escogido.

Nadie tenía claro que, al filo del milenio los antropomorfos heterogéneos
difícilmente salían sin defectos de la hibernación haciendo todo tipo de rarezas.
Alejándose un tanto del entorno ancestral.
Él entonces solo tenía veintiseis años reprogramables en espiral, y ahora contaba
treinta y dos, cuando ya podía darse cuenta que estaba atrapado en una fisura
del espacio-tiempo... Como una pequeña y fugitiva pincelada consoladora a medias.
Ninguno, cuando llegó, lo miró como un objeto extraño, y nada se había movido,
ni los planetoides habían crecido porque el clima primordial subsistía en el Caos
parcial, dando a luz creaciones y destrucciones microscópicas. Como una inocente
gracia que se agita... Y donde el tronco creativo anega su primera aurora.
Le costó mucho decidirse, pero por fin dejó de interrogarse a solas.
Mientras esto sucedía recordaba las cataratas de la tierra abandonada, y miraba
las formas confusas del ambiente que le rodeaba destacándose apenas una
breve brillantez titilante, como una flama transductora electrostática.

Sus movimientos eran lentos pues los miembros se veían rígidos, y extraños,
y el cuerpo flotaba ligeramente en los lugares menos indicados e inesperados.
Nadie estaba desconcertado dejando una huella completa de la duda esparcida
en el aire, como una eclosión de vida de un instante vacilante y ciega esperanza.
Después de analizar el problema de la restauración durante años estáticos, y
verdaderamente catastróficos, como el llanto mudo que resbala sobre una faz doliente.
¡Cómo un mundo desintegrado que se esquiva a solas con sus ojos de piedra turbados!.
Nadie se desmoronaba después de seleccionar la última propuesta de su inexistencia,
que era tanto como perpetuarse en el Caos, por lo que abordaron entonces la nave
desintegradora, de pesadillas espaciales, para cambiar los planes hechos en ese
espacio-tiempo, en esa fisura, subyugando la voluntad indefensa.
__ ¡Imposible llenar una cesta de hambre y colgar el apetito de la historia en una mandarina!. __

Las marionetas en este ciberespacio neoformado no tenemos procedimientos,
ni remotamente analógicos, estamos servilmente enredados, atrapados en los más mínimos hilos de los pseudosociales vínculos patogénicos.
Tan virtual como fugaz
es el torpe sensualismo, la escoria temeraria e incendiaria en los cálidos torrentes, que tiemblan.
Bien podría tratarse de un burocrático retroceso, inalcanzable, por la presión, y el espanto.

Y nadie y ninguno se refugiaron en la nada. La nada en su esplendor creador que espera solo.



Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez



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