Una Mina de Rubíes en el Planeta Marte.

Fecha  19-1-2013 11:51:03 Tema:  Textos
Una Mina de Rubíes en el Planeta Marte.

Achicharraba el sol marciano con una iracundia majestuosa, todo él rabioso de soberbia y fuego sobre la mina de rubíes. Centelleaban los rubíes rojos y negros frenéticos de rojo y carmín, como una gran hoguera de sangre derramada, qué espeluznante armonía de bermellones, negros, púrpuras, y escarlatas, que dejaban ciego y hacían derramar lágrimas a los ojos. Los granates a montones refulgían espoleados por la luz del sol, rojísimos y negros, igual que un vino de Rioja, y los astronautas, en sus carros, recogían con palas mecánicas la valiosa colección de rubíes. La mina a cielo abierto era un coágulo de sangre rojo y negro en la desértica y también roja planicie marciana. Los astronautas en sus trajes parecían bellísimos gorilas de hombros robustos, estatuillas finas y bien proporcionadas, los trajes espaciales les daban proporciones sumamente atléticas y simiescas a los muchachos, negros arcángeles de un cielo ensangrentado, o demonios de un infierno de púrpuras violentísimos. Los carros iban y venían arrancando al planeta Marte su valiosa riqueza como un ave de rapiña que escarbara en la carne con sus uñas furiosas en busca del corazón caliente de un cordero. Destripada la tierra, violentísimos granates aparecían en un arroyo de cristal inexistente, limpísimo de un agua imposible, como un muerto de un tiro a bocajarro. Acompañando a los astronautas los alienes feroces, negros y rojos, se mostraban como perros dobermanes de la tierra, o furiosos tigres amaestrados, con una mansedumbre hipócrita terrible, sencillamente catastróficos y salvajes, de una obediencia ciega a sus amos, que los mantenían a raya con gestos adustos. Habían domado a los alienes para que protegieran a los astronautas del ataque de otras bestias de Marte y los lindísimos cachorritos se comportaban con su apropiada ferocidad demente igual que perros rabiosos, dobermanes rabiosos, que soñaran con un paraíso de carne macilenta. Los astronautas eran sombras sublimes y bellísimas, los alienes eran también bellísimos en toda su ferocidad, y las bestias marcianas que a lo lejano se acercaban eran también bellísimos espectros. Los rubíes brillaban hiriendo la vista. Sangre, sangre, y más sangre, negra a la luz del sol, casi morada de noche, casi negra, rabiosamente carmín. Las bestias de Marte se acercaban, como lobos, tenían que proteger los relucientes diamantes de la mano sin escrúpulos de los invasores terrestres que estaban asesinando a la Madre Marte con su demencial avaricia., y contra las bestias de Marte los astronautas usaban a los domados alienes como los perros de los pastores que protegen a los corderos de las feroces fauces de los lobos. ¡¡¡¡¡¡Cómo utilizar semejante vileza de ira para proteger al yacimiento de sus legítimos dueños¡¡¡¡. Pero era cierto. Los astronautas tenían a sus perros, a sus tigres, para proteger el yacimiento del mineral, los valiosos rubíes que brillaban como estrellas rojas rutilantes haciendo daño a la vista. La avaricia humana se protegía de la avaricia extraterrestre con los rabiosos alienes, todos ellos de feroces dentaduras homicidas. Llegó el momento en que una bestezuela marciana se acercó demasiado a ellos, y el Alien, domado como un león de circo, abrió su dentadura asquerosa y repelió el ataque de la pequeña bestezuela. Pero no iba a ser un buen día aquel. No para la avaricia terrestre. Pronto se vería que cientos de bestezuelas marcianas iban a acudir al yacimiento para impedir que los astronautas se llevasen los rubíes, y los alienes se iban a ver desbordados por el número de marcianos.
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Francisco Antonio Ruiz Caballero. Igual que Francia con el Uranio de Mali.


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