Un Anillo Viejo - Para ti
Siempre recuerdo que la mejor manera de hacerte sonreír era con algún postre improvisado, descubrir ese secreto tuyo me salvó de un sin fin de batallas pérdidas y noches solitarias en el sofá, recuerdo bien ese gesto de sospecha acompañado de una sonrisa traviesa que se iba disolviendo entre fresas, chocolates, nieve de vainilla, entre otras cosas que escondía en el refrigerador para casos de emergencia.
En alguna ocasión mi estrategia no funcionó y te llevaste la recompensa y el placer de verme derrotado ante tu tan infalible mirada, no había nada que me hiciera dejar de amarte, aún me viera solo en el sofá, sonreía al pensar en ti, hasta acabar vencido por el sueño.
Amaba las mañanas a tu lado, y los besos en la frente con los que me despertabas, amaba que anduvieras descalza, moviéndote de aquí para allá en ropa interior, amaba que te detuvieras un momento para regalarme pequeños besos que llegaban de mis labios a mi cuello para después seguir tu camino, amaba tu manera de cocinar, y el desorden que hacías en la cocina, amaba que no probaras tu comida hasta que yo no te diera una opinión de su sabor, en verdad no probé nunca mejor comida.
No puedo olvidar tu sonrisa, tu mirada, tus caricias, no puedo olvidar tu ligero cabello, largo y negro, ni tu piel siempre con ese olor que nunca pude identificar pero tanto me gustaba, no olvido tus palabras, ni la tonalidad de tu voz al decirlas, no olvido tu manera de vestir, ni lo radiante que te veías al estar desvestida, no olvido las heridas que me causaste, ni la forma tan tuya de curarlas, no te olvido nunca, ni a todo lo que por ti cobraba vida.
Pasaron suficientes días y pensé en aquel anillo que entre bromas me confesaste sería perfecto para usarlo toda la vida, un viejo anillo que vimos en una tienda de antigüedades en el centro de la ciudad, vi como brillaron tus ojos aquel día y sabía que será perfecto para sorprenderte con la pregunta que pensé jamás tendría que hacer. Solías decir que no creías en esas cosas, pero dabas tantas señales de lo contrario, y a mí me llenaba el verte corriendo de aquí a allá viendo todo lo relacionado a ese tema, recuerdo que me gustaba cuestionarte camino a casa, y tu corrías lejos escondiéndote de mí en cada sitio que así lo permitiera.
Viento - Para ustedes
No necesitaba de alguna razón, yo estaba seguro de lo que sentía y eso me mantuvo con la creencia de que desde un inicio el paraíso se había hecho solo para los dos, me olvide de todo lo que alguna vez amenazo mi mundo, y seguí adelante, caminando a su lado, con la certeza de que siempre seria así.
Solíamos pasear por las tardes, justo en el momento en que el sol estaba por ocultarse, impregnando de un hermoso tono anaranjado a las nubes que viajaban sobre nosotros, no podría explicar el sentimiento que me causaba el verla pasear junto a mí, con la mirada puesta en los árboles, en la tierra, en el cielo. Siempre disfrute los momentos en que ella se fundía con la naturaleza, incluso cuando soltaba mi mano para salir corriendo lejos, sonriendo ante la libertad que encontraba al flotar entre la brisa; me llenaba el corazón verla volar, deteniéndose para acariciar las tantas flores que ahí crecían, me llenaba verla siendo libre siendo solo ella junto al viento. La veía a lo lejos y ella me veía a mí con esa sonrisa que me invitaba a levantar el vuelo, para disfrutar del paraíso que se había hecho solo para nosotros.
Al caer la noche las estrellas nos mostraban el camino de regreso, y el viaje siempre parecía eterno, justo hasta el momento en que nos encontrábamos frente a su casa, una vez ahí ella me abrazaba fuerte y caminaba hacia atrás para no perderme de vista, lanzando besos y sonrisas hasta el momento en que desaparecía tras la puerta.
Yo sonreía y rescataba del aire aquellos besos que aún quedaban suspendidos en el aire a través del camino, me gustaba imaginar que pronto no tendríamos la necesidad de separarnos, y buscaba en el cielo cualquier estrella que estuviera dispuesta a concederme quizá el deseo más grande de toda mi vida, caminaba despacio disfrutando del viento, el mismo que hacía que ella fuera tan feliz, el mismo que en un futuro habría de ser testigo del amor tan grande que sentía por ella, el mismo que me acompañaba siempre que por pensar en ella prefería no dormir.
Tierra mía
No se tierra mía como es que dedico más tiempo a las grises paredes y a las luces artificiales que a los árboles, al aire o al sol, no sé porque me pierdo frente a una pantalla que ofrece no más que ilusión y dejo a un lado el verde césped que crece en los parques o el perfume distinto y fresco de las flores, no sé porque me alejo de tus suaves caricias y el misterio que se aun guardas para solo aquellos que han comprendió que la vida no se rige de riquezas o poder.
Tierra mía, extraño tus ríos, su sonido y su maravillosa habilidad de fluir, extraño admirarme de tus montañas imponentes llenas de vida, tan libres de la mediocre sociedad, extraño también escuchar el canto de los pájaros por la mañana y verlos volar de arriba abajo, solos, acompañados, sin rumbo, viviendo…
Tierra mía, se tan poco de ti, pues mi pueblo me hablo solo mentiras, y no me enseñó a amarte ni a respetarte, y me duele que la enseñanza siga siendo la misma para tus nuevas generaciones, estamos corrompidos, y cada vez somos menos humanos, tierra nuestra, no nos perdones.
Seducción – Para ti
Aún en estos días se acelera mi corazón al encontrarme con tu recuerdo paseando por la casa,
no tengo pretexto para traer a mi mente esos momentos en que el deseo rompía lo cotidiano y nos veíamos destrozándonos la piel con nuestras manos, destruíamos todo a nuestro paso mientras nos arrancábamos la ropa sin algún cuidado, mis labios iban de tus labios hasta tus pies, recorriendo con mi aliento tu cuerpo desnudo, sujetándome de tus pechos, tu espalda, tu cintura, de tus piernas, sin camino exacto subía y bajaba mientras escuchaba tus suspiros cada vez más evidentes, cada vez más parecidos al rugido de un animal salvaje.
Corríamos de aquí allá, y cada habitación era perfecta, una fantasía por cumplir, tu pintura sobre mi cuerpo, y sobre tu piel mi poesía, fresas y chocolates, girasoles y narcisos, una ducha tibia, y buena música, todo cómplice del momento.
Las luces se apagaban y quedaba encendida solo una vela en la habitación cubriendo de un rojo claro las superficies, quemando nuestros cuerpos, fundiéndolos en uno solo, envueltos en la esencia de ambos, envueltos en nuestros sentidos, en la magia que existe en el amor, en el amor que existe en nosotros.
Solías tomar mis manos y junto a las tuyas simulábamos el humo del cigarro serpenteante y ligero,
cada caricia, cada sensación hacía que la sangre fluyera y te deseara con más fuerza, llevándome a perderme entre las pequeñas chispas de dolor que provocaban tus llamas al rasgar mis brazos y mi espalda, tus besos y las palabras que susurrabas a mi oído, todo era perfecto, incluso el terminar sin aliento contigo recostada sobre mi pecho… verte así, siendo una parte de mí, verme así, siendo una parte de ti.
Lo mucho que había en ella- para ustedes
En verdad había mucho en ella, en su casi eterna sonrisa, en cada uno de sus pasos, en su largo y obscuro cabello que solía ocupar casi toda la cama cuando decidíamos no dormir.
Había mucho en ella, en sus besos suaves, siempre al ritmo de su música, un blues distinto, improvisado, que recorría mi cuerpo lentamente, dejando la sola sensación de pertenecerle
en ese momento y para siempre.
En esos días no había nada que comprender, todo se resumía en abandonarse a la silueta de su cuerpo, dibujada por una tenue luz amarilla de una pequeña lámpara que años atrás había hecho para ella. Había mucho en ella, y en el rítmico latir de su corazón, su piel cálida después de hacer el amor, las incontables y saladas gotas de sudor que la cubrían y su perfecta costumbre de recostarse sobre mi pecho.
Por la mañana me contaba historias de su infancia y el tiempo se iba volando mientras la veía recordar esos años, donde había algo de magia, algo de realidad, y sin duda una gratitud a la vida que jamás había conocido en una persona.
Después de eso, la guerra comenzaba, era ella y la cama contra mí, volaban las almohadas y las sabanas se volvían redes que nos atrapaban constantemente, entre risas y gritos siempre yo era el primero en solicitar apoyo de los peluches que colocaba en la esquina de la habitación que servían como fieles soldados kamikazes rellenos de algodón. Cuando la batalla terminaba, encendíamos un cigarro, y curábamos nuestras heridas de guerra con besos y risas, de esas que te hacen recordar que al final de cuentas la realidad también puede ser buena de vez en cuando.
El desayuno se servía en el patio, rodeados de las variadas plantas que ella cuidaba con tanto esmero, amaba verla sonreírle a los girasoles, y se me llenaba la mirada de ternura, cuando acariciaba los pétalos de los narcisos al extender los brazos, recuerdo la ocasión en que lloro al ver que una orquídea no tolero el clima extremo y se marchito, todo fue luto por unos días, después lleno los espacios vacíos con claveles y todo tomo una vista tan hermosa que no he vuelto a ver algo igual.
Había mucho en ella, y en esa serenidad suya en tiempos de crisis que me causaba una sensación que se parecía más al miedo que cualquier otro sentimiento, mas, no perdía la oportunidad de recordarme que estaba ahí y lo seguiría estando, siendo algo que aun hasta estos días le sigo agradeciendo.
Tiempo, cigarros y café – Para ustedes
Este no era un sentir diferente, en el pasado de igual manera mi corazón había estallado al encontrase frente a las mujeres que llegue a considerar perfectas, pero que con el tiempo su luz se volvía opaca y todo se perdía en una rutina sin sabor. Conocía el camino, o creía conocerlo, y me llene de tristeza al imaginar que correríamos con la misma suerte, viéndonos caer, sin poder… sin querer hacer algo para salvarnos.
El tiempo pasaba y contra mis miedos decidí seguir adelante, dándome la oportunidad por primera vez de confiar en mi mismo y en el cariño que hasta el momento tenia hacia ella. La invite a seguir descubriendo pequeños detalles y acepto de inmediato, sin terminar de escuchar lo que tenia que decir, sin enterarse de todo lo que había detrás de mi sonrisa nerviosa; entonces la abrace, y ella mordió mi brazo y comenzó a reír, sanando después con pequeños besos su arrebato de locura robándose cada palabra de mi boca, dejando solo en mi una sonrisa y la sensación de tranquilidad que tanto buscaba desde hacia mucho tiempo.
Ella disfrutaba cada cigarrillo, cada taza de café, sin temor al tiempo cerraba sus ojos un momento y sonreía, me miraba y sus ojos se iluminaban al mismo tiempo que mi corazón se veía encendido por una llama que juraba ser eterna. Me gustaba perderme en los pequeños lunares que tenia en su cuello, me gustaba embriagarme con su voz mientras me contaba sobre el universo, me gustaban tomar su mano y simular el humo del cigarro con suaves movimientos, me gustaba ella y el tiempo que pasábamos juntos disfrutando de los pequeños detalles.