NANA NAVIDEÑA
Una cuna se mece
al fulgor de una estrella,
noche clara de luna
que en el mar se recrea.
En la paz de los siglos
se renueva la aldea,
caminantes hambrientos
de una luz que ya llega,
una risa en los labios
despejando las penas,
horizontes dorados
para una vida nueva.
Ese Niño que nace
es humildad y fuerza,
con los dones de reyes
y el dolor de la tierra,
acunado en los brazos
de una tierna doncella.
Una música invade
el aire de grandeza,
siento una voz amiga,
y una nostalgia inmensa,
y un deseo infinito
de paz en estas fiestas.
FELIZ NAVIDAD
El gancho del cortijo
El gancho del cortijo con la mirada obscena
de polizón de marras grabado en calendarios.
El latigazo en versos que exuda escapularios
con la mudez de un zafio sirviéndose la cena.
El beso apasionado de aquel que te condena.
El peripuesto antojo que nada en solitarios.
La brújula pendiente de cuerpos centenarios
a la parsimoniosa sesión de un alma en pena.
El reciclaje impuesto sin ley ni compromiso
de estilizados humos y estilizada facha.
Un campo que desvela a media luz su ocaso.
La voz de un pesimista mediada sin aviso,
o del que izó proverbios mientras blandía el hacha,
que por variar no importa, la vida es un fracaso.
Ya no me queda tarde para cambiar de vida
YA NO ME QUEDA TARDE PARA CAMBIAR DE VIDA
Hay un sol de adivino que te observa latente
donde se fue la magia de tu buenaventura
y el rosal de mis dedos aleja tu cintura
con los pétalos sueltos de otro adiós en mi mente.
Tu voz de crucigrama me deja indiferente
ante el extraño embrujo de escasa arquitectura,
pared que suda barro ni crece ni perdura
y al temporal sin lluvias se nos seca la fuente.
Más allá de un presagio mi sentimiento espera
el gris que da la tarde y un horizonte alado
marca el rol de un camino de concordia asumida.
Mi cuerpo estrecha ya el gong de otra ribera
con turbia voz lejana y el corazón helado,
ya no me queda tarde para cambiar de vida.
LA ROSA Y EL SAPO
LA ROSA Y EL SAPO
Dedicado a Emilieta, que me contó este cuento
Dicen que fue una rosa que le creció a un espino
en un erguido tallo, y al frescor de una fuente;
si el temporal de fuego mermaba la corriente
se arrimaba a la sombra de las ramas de un pino.
Por natural instinto fue creciendo la rosa
conjugando armonía de luz en el paisaje;
y aunque de espino fuera por su humilde linaje,
al mirarse en el agua se contemplaba hermosa.
La fuente era un reclamo de las aves del cielo
y animales del campo que del agua bebían;
saludando a la rosa, unos y otros partían
buscando sus guaridas o remontando el vuelo.
Con aquellas visitas se sentía halagada
exhalando un suspiro de luz en la aureola
de su sueño de reina, que aunque perdida y sola,
era de aquel entorno la rosa más amada.
Y aconteció que un día por la rosa atraído
y el agua de la fuente, un sapo a paso lento,
buscando entre las hierbas frescura y alimento,
encontraba el paraje de su sueño cumplido.
Y fue entonces el hado de una nota sombría,
sin pretenderlo el sapo, sus modos ahuyentaban
a las aves del cielo y los que allí llegaban,
huían asustados de su fisonomía.
Irritada la rosa le dijo sin complejo:
no naciste del nardo, ni tu cuerpo es un lujo,
llevas puesto en la panza el emblema de un brujo;
tu mundo es otro sitio, ¿te has mirado al espejo?
Al pobre sapo triste le hundió su cobardía,
el complejo del feo, la vida sin sentido,
apurada su angustia por lo hasta allí vivido
notó que hacía daño a aquello que quería.
No respondió palabra, apartándose a un lado
buscando en la maleza un humilde escondrijo,
fue guardián de la rosa, y en su interior se dijo:
¿cómo podré ausentarme si estoy enamorado?
Se mantuvo al acecho, controlaba a la hormiga,
evitando ser visto por no sufrir reproche;
de voraces insectos por el día y la noche
le libraba a la rosa llenando la barriga.
Y así la rosa puso corona a su mirada,
que engarzaba a los aires con su aroma y su aliento,
una reina en la palma del espino y del viento...
la caricia de un sapo de una vida callada.
De puentes
De puentes
Madre, de puentes suspiro
por un clavel apagado,
que a mi edad deja en legado
el aire que no respiro.
Hay primaveras que admiro
bebiendo a sorbos la fuente,
el agua que da en mi frente
baña el sol de mi recuerdo,
manantial donde me pierdo
soñando encima del puente.
Max