Rodrerich

Poemas, frases y mensajes de Rodrerich

Selección de poemas, frases y mensajes mais populares de Rodrerich


Una amistad

Camino las calles al lado
de mi amigo.
En la primera tarde,
cuando el sol comienza a
alargar las sombras.
Caminamos a la vez que
nuestra conversación crece.
Concentrados en nuestras palabras
apenas nos damos cuenta
que hay ventanas,
que hay puertas,
que pronto dejamos atrás.
El punto de la plática
cae de pronto en la filosofía
alemana.
Hablamos de su dios y de la
voluntad de la vida.
Debemos detenernos, sentarnos
al umbral de alguna puerta.
Esos escalones están bien.
La concentración llega a grado
tal que no permite un paso más.
Pronto me doy cuenta que esto
ha sido un monólogo,
y que mi paciente amigo
ha intercambiado compañía
por ideas,
con lo que él ha ofrecido
la mas sólida de las aportaciones
en aquel día.

Maldito poema

Cada maldito poema
es lo mismo:
terminar con él es mandar
al traste toda la sabiduría
que puse para construirlo.

Cada maldito poema
es lo mismo:
empezar de cero para,
verso a verso,
ir venciendo la ignorancia.

Cada maldito poema
es lo mismo:
decidirse por una forma
que iré construyendo
para jamás verla terminada.

Cada maldito poema
es lo mismo:
jamás traicionar la verdad
en lo que escribo,
así sea que en la realidad
jamás exista.

Cada maldito poema
es lo mismo:
estoy seguro siempre
de haber dicho exactamente
aquello que me satisface.

12:00 m.

Silencio
o sol
sobre
una espiga
de pasto.
A veces
una brisa
arranca
un inaudible
sonido
que apenas
dura
lo que
la sombra
al mediodía.
No hay
otra espera
que la
del crecer
para secarse
y morir,
pero la
espiga
es tan
simple
que renace
idéntica
en cada
temporada.
Vive tanto
al sol
que la
noche
no tiene
significado:
muere
sin temor
al final
del día
como una
forma
de dormir.
Así el olvido
viene en
cada despertar
ante un
sol que
resulta
eterno.

Metrónomo

Ahora el sol
se ha convertido
en el metrónomo
de la desesperanza.
¿Quién lo ha
acelerado al máximo?
El sustento
y la supervivencia
han despojado
a los días
de todas las
maravillas
que tenían en
la infancia.
Las interminables
horas ahora
duran
60 minutos
y la medida
del tiempo
son las
administrativas
quincenas.
Desesperados
queremos que las cosas
vuelvan a tener
sabores perdidos,
pero ahora
por más que damos
vuelta a las piedras
encontramos
las mismas piedras
con otra forma.
La solución
está en volver
—nos decimos
esperanzados—
al espacio
origen de los
significados.
Regresamos
entonces a los
terrenos de la infancia.
Vemos las calles,
charlamos con los amigos,
nos refugiamos
en las manos
de la madre.
Inútil todo,
ya no nos
perdemos
en las viejas
imágenes.
La angustia
es demoledora
y ya no sabemos
huír a ningún
sitio.
Comenzamos
a escribir
buscando en
la evocación
el recuerdo
de las palabras.
Pronto nos
damos cuenta
que la emoción
ahora es
un remedo
de las
explosiones
de antaño.
Y ahí
estamos solos
buscando
voluntariamente,
cuando en realidad
nos damos
cuenta que debimos
tan sólo esperar
a qué estas
horas desplegaran
las sombras
del día
a partir
de las hermosas
y terribles
nubes de la lluvia.

Elpoeta

Camino solitario
el camino solitario
bajo un sol solitario.
No pienso en el viento
que de muchas
maneras me impulsa.
He dejado atrás
responsabilidades
que no he sabido
cumplir.
Veo delante de mí
compromiso que no sabré
llevar a cabo.
Pero hay una acción
que vuelve para
hacerse presente
a cada minuto,
pensar en cómo
ordenar estas malditas
palabras
para que digan algo.

Infancia

Recuerdo la luz
(la luz inútil en sí misma)
sobre unas formas del valle
ya olvidadas.
Árboles en desorden plantando
contrarias sombras,
lomeríos proyectando alturas
al amanecer,
neblina como ingrediente etéreo,
esparcida.
Ya el paisaje olvidado es ahora
imagen de lo que yo quiero.
No hablo de lo que veo,
sólo que esta imagen inasible
quiere ser la encarnación
(mi modo de tocar lo eterno)
de la infinita felicidad sentida
por haber surcado
aquel tiempo.

Caída horizontal

Enfrentamos la calle nocturna
con todos los riesgos del frío.
Temblorosos unimos nuestros
arropados cuerpos
no para vencer el frío,
sino para recordar los
calores de nuestros cuerpos
juntos.

Allá adentro en la habitación
fue sorprendente como su
blanca cintura me recordó
a ciertos árboles enormes.

Pedí simplemente me dejara
verla desnuda
y ella a cambio
sacrificó su pudor
en una imagen de ave cayendo:
alzó su cuerpo sobre el mío,
plegó su cabeza hacia atrás y
dejó caer
la perfecta blancura de su cuerpo
a mis ojos.

Caída horizontal que,
por ingrávida,
no termina de suceder nunca.

Amanece

invisibles campanas
tañen al unísono
en los cuatro
puntos cardinales
los gallos cantan
respondiéndose a lo lejos
trazando una ruta imaginaria
cientos de avecillas
cantan telegrafiando
mensajes
desconocidos
esporádicos ladridos
ascienden como
una fuente de sonido
una sola vez
el canto de una paloma
implota en sí mismo
fácil sería encontrarla

la sinfonía total de azares
recrea con sus acciones
la permitida profundidad
del espacio

Vertigo en tres actos

Luz artificial
Luz amarilla que cubre todo con su grueso polvo revelador. La calle recta es una flauta con su largo costillar lleno de agujeros amarillos (resultado de las lámparas que la iluminan). Las recámaras inflaman su segundo espíritu tras encender un foco, como globos dentro de la carpa de un circo. Es este desplazamiento, que como un sacudión da la luz a las ánimas de los objetos, el que nos hace ver como una radiografía sus estructuras atemporales.

Tiempo limitado
Para la vida de un hombre es suficiente, la geografía de las montañas que lo circundan permanece inalterable a pesar de las inclemencias. Se antojan divinas, pues, las tijeras que recortaron las siluetas de los volcanes. Y es por esas cambiantes nubes que extienden las figuras por instantes, que otorgamos a los cerros el sinónimo de eternidad, sin que esto sea sólo un calificativo.

La grieta
No sé cuál es el atractivo de la grieta, si precisamente cada que vuelvo la encuentro más larga. "La cosa ha cambiado", me digo. Y esa es suficiente evidencia. Sin embargo, vuelvo. ¿Qué es esta sensación de la contradicción entre luz, montaña y tiempo? En el fondo es mi vértigo por las edades, una visioncita de lo que para Dios debe ser tan fijo como una estatua.

12 de abril de 2011

A la memoria de Juan José Arreola,
en el décimo aniversario de su muerte.

Brumoso espacio,
taxistas inmóviles
esperan eternamente.
Los árboles rígidos
parecen atrapados
en un calor gelatinoso.
¿Dónde está el sol?
Lo busco inútilmente
aunque su calor
es suficiente evidencia,
el sol existe y
miro gracias al él;
estoy vivo, lo sé,
porque hay en mí
una espera.
Espero el viento,
espero sus ondanadas
que harán rotar
mi cara buscando
su origen,
disfrutando sensualmente
su llegada.
Sé que el origen
de todo
está en el sol
que nos calienta,
se hace presente
desde lo lejos
y no hay quien dude
de su existencia.
Le agradezco
religiosamente
por todo lo que
desencadena y
vive a mi alrededor
incluida mi espera.

Amor

Silencio,
que las estatuas apenas se mueven.

Hay que evocar la oscuridad
para revivir el recuerdo;
cierro los ojos
y vuelvo a mirar:

dos cuerpos a la velocidad
de la nube se besan,
se miran,
se entregan;
no quieren convertirse
en el otro,
no quieren disfrutarse
en el otro.
Desean ser el Uno
en ese acto
que los hace amantes,
es decir, portadores
y cuerpo del amor.
Se miran, lo demás
sucede:
las manos acarician
sin saberlo,
las bocas besan
ignorando.
La entrega es natural
y certera,
no hay nada
que aprender
en ese primer encuentro.
Los acontecimientos
se dan
como la ignorancia
de la luz
que a todos ilumina.

La entrega es perfecta
y no tiene final
puesto que
hoy que estoy solo
no lo recuerdo.

Pierna femenina

Nada más en la noche:
un rayo de luz que sin origen
ilumina sólo una parte de un cuerpo dormido,
una desnuda pierna
femenina,
blanca,
suave,
larga
pierna femenina;
concentrando todos los atributos
del deseo,
como esa luz que se deja absorber
sensual en esa hermosa pierna femenina.

Recordatorio

¿Fue así?
Ya no lo recuerdo,
pero creo que ayer
escribía sobre la lluvia
que había caído en la noche.
Creo que del frío dije
que se interponía entre
mi pensamiento
y lo que escribía,
como cuando el agua
se nos mete entre los dedos.
Ahora que estoy en pleno sol
me parece difícil
escribir sobre la lluvia;
qué rápido he olvidado
la humedad del espacio.
Hoy que hay sol
ya no sé de qué hablar,
vuelvo a aburrirme
entre tanta claridad.
Deseo recordar
lo que tanto deseo.
Yo sentía que bajo la lluvia
podría volver a escribir
los viejos recuerdos
que no eran otra cosa
que los deseos perdurados.
Ahora que estoy bajo
el sol
¿qué necesito?
Ya no lo recuerdo,
pero este hastío
me hace pensar
que hay algo
que está por darse
sólo como cuando
de los árboles
caen los frutos maduros.

Estar lluvia

Tras el ventanal oscuro adivino aquel escenario. El invisible ruido de la lluvia me es suficiente. Visualizo con claridad nubes bajas de espumas aéreas. Es pasmosa la velocidad con la que lentamente se posan sobre nosotros. Se llueven. ¿Somos conscientes que estas gotas fueron aquella forma que admiramos tan cambiante? Hay una sensación de distancia reducida. Aquella era una nube, ahora tan cercana; aquel rayo se convirtió en este trueno. Soy absorbido por la vista y el oído. Pronto en la noche es difícil saber dónde me encuentro. ¿Es aquí donde estoy o es allá donde vivo? Pierdo la conciencia puesto que no me importa la respuesta. Soy el viaje sonoro que persigue al trueno inalcanzable; soy la ráfaga oscura que interminable se curva en este hemiciclo. Estoy en el aquí múltiple de la lluvia.

La noche

Carente de imágenes,
la noche acepta todas las interpretaciones.
La deseamos en secreto
cada día;
cuando la tarde oferta
las últimas visiones
miramos con ternura
todo al rededor.
Sabemos que el niño,
la plaza y la ciudad
desaparecerán pronto.
De repente pareciera
que un viento específico
fuera la brocha
de la noche
y con su paso
hiciera invisibles
las últimas imágenes.
Sentimos una temperatura nueva
y nos sabemos entonces
con distintos ánimos.
¡El teatro de la imaginación
está presto para nuestras posibilidades!
Ahora que ignoramos
el valor de las distancias
la orientación del mundo
depende enteramente
de nosotros.
Allá está el norte
apuntando a nuestros pies;
la densidad ha borrado
sus límites y no vemos por qué
no reacomodar
las estrellas con nuestras manos.
Ocultamos la estrella
polar con un dedo
y observamos cómo
el resto se apresura
a ordenarse en un
nuevo caos.
Las nuevas constelaciones
nos permiten otros signos
zodiacales
y las futuras profecías
son nuestras también.
Estamos seguros de todo,
creemos que ahora sí
el futuro está en nuestras manos,
pero llega el inevitable sueño
que con su evidente desorden
nos muestra
las verdaderas intenciones
de la noche.

La mañana

Despiértese temprano, niegue a la continuación de sus sueños. Hurgue en la oscuridad de las figuras sin sombra de las cosas cotidianas. La pronta ausencia de estrellas indicará, como una bandera, la dirección del viento solar y la fuente del nuevo día. Es inevitable, si escucha atentamente, esas ansias que empiezan a tamborilear dentro de usted. El deseo de luz hace que pronto ésta aparezca en tonos azules que van del oscuro a uno cada vez más claro. Y es esta flama celeste la que inicia el transcurrir de las horas. Está frente al comienzo. Ya las cosas tienen sombra y es claro que han abandonado la planicie de sus sueños. Las ramas del árbol parecen serpentear e ir cambiando de figura mientras la luz desciende poco a poco en las hendiduras de su corteza. Florecen por segunda vez los geranios en tan transparentes colores que parecieran teñir al viento mismo. La dimensión profunda se evoca ahora con los lejanos cantos de los gallos. ¿Dónde se encuentran? Ignorar su origen nos hace sentir, extrañamente, en el centro de un invisible reloj de manecillas sonoras y a la vez luminosas.

Cinco poemas recordando

I
Donde quiera que mire
todo confluye a la
ausencia de tu cuerpo.

II
Hemos tomado de la luna
su capacidad de mensajera,
espero que tú también
interpretes su trayectoria.

III
He encontrado que cuando
me pierdo bajo las
nubes de lluvia
encuentro las confluencias
hacia tu espíritu.

IV
Vivimos en el mismo meridiano
y es la noche común
cuando en el sueño
nos descubrimos juntos
otra vez.

V
Mira aquí extiendo todos
mis sueños,
pero no te los lleves
me dejarías sin mi tarot.

Héroes

Carentes de aventura y corcel
los chicos nos reuníamos
en pandillas callejeras;
la conquista era ahora
recorrer las plazas,
lanzar piedras al alumbrado
público
para así ganar la oscuridad
y sentirnos imbéciles héroes
de tres segundos.

En la central camionera

La espera es monótona,
el calor, insoportable.
Una ruidosa y descolorida
televisión se ofrece como alternativa
de todos modos ignorada.
El lugar más bien luce vacío
y un tanto silencioso,
es martes y la cantidad de pasajeros
se reduce al mínimo.
La espera nos obliga a la inactividad,
luego al deseo de hacer algo
sin movernos de nuestro sitio,
contar baldosas,
mirar al barrendero,
analizar los pocos rostros
que nos rodean.
De repente dejamos de ver
y escuchamos lo extraordinario:
cantos entre los cables bajo
el techo de la central camionera,
pájaros cantando.
Una pandilla de cinco petirrojos
ha tomado el área superior
de las apagadas lámparas.
Uno gorjea como notificando
un descubrimiento;
otro contesta desafiante,
pide mesura.
De repente todos olvidan
la discusión
cuando una ráfaga de viento
les es propicia para el vuelo.

Escrito a la luz de la luna

A la hora vespertina el sol mueve sus últimos engranajes, abre imperceptiblemente el azul domo del cielo. Cuando el artificio desaparece el espacio se muestra en su totalidad más cierta. Entonces sentimos que nuestra vista es una larga mano con la que tocamos las estrellas. Acariciamos la noche como un arroyo de luz en nuestras manos. La infinitud responde con su gemela y es en el espejo de esta eternidad que nuestro presente diluye los límites que le han impuesto.

Ser poeta no es escribir poemas, es vivir, pensar y escribir lo vivido.