Estás
Y estás: en el vacío
y en la ausencia presente,
en la que es y vive
sin dejar de ser única
oquedad invisible
con raíces eternas.
No hay mundo que la llene
pero sí algo vivo
que la besa y la calma.
Soledad
Todos van, todos saben...
sólo yo no sé nada.
Sólo yo me he quedado
abstraída y lejana,
soñando realidades,
recogiendo distancias.
Cada pájaro sabe
qué sombra da su rama,
cada huella conoce
el pie que la señala.
No hay sendero sin pasos
ni jazmines sin tapia...
¡Sólo yo me he quedado
en la brisa enredada!
Sólo yo me he perdido
en un vuelo sin alas
por poblar soledades
que en el cielo lloraban.
Sólo yo no alcancé
lo que todos alcanzan
por mecer un lucero
a quien nadie besaba.
Tiempo de mar
El mar me pertenece
lo hago pasar entero
entre mis manos ávidas.
Lo acaricio le doy
la única mirada
sencilla que me queda
la que aún no han manchado
ni el miedo ni la muerte.
Mar limpio entre mis dedos
goteando esperanzas
porque sostiene aún
un velamen con brisa.
Mar de todos los mares
hoy contemplo en su espuma
otros mares antiguos:
aquel de mi primer
contacto con las playas
y el de aquellas lecturas
codiciosas e incómodas
bajo algún tamarindo.
y aquel otro del trópico
sin huellas de turistas
con esa pulpa tierna
que ofrece el cocotero.
Quiero olvidar aquí
lo que sucedió anoche.
el mar no tiene culpa.
Es dócil, mío, puro,
es un lebrel que lame
mis plantas mansamente.
De "Primer exilio"
Gota a gota
Hay algo -gota a gota-
que nos llena el vacío
¡Hondones del deseo!
¡Qué colmo de esperanzas!
El oleaje arrastra
caudales sin objeto
y hay muchos anaqueles
que ningún libro ocupa.
¿A dónde vamos, dime?
Aún nos quedan paisajes
con frondas ignoradas
y orquídeas que navegan
en busca de su nombre.
Quisiéramos al fin la belleza absoluta
que rebosa verdad porque la luz es nueva.
Se borran las fechas
del momento incendiado,
pero nos grabarán
como inicial las sienes.
Es el fin o el principio
de las augustas ruinas circulares.
¿Se pierde o se gana?
Hay manos que triunfan
al quedarse vacías
y otras como puños
que no conservan nada.
Sólo allí
Tú no sabes qué lejos.
¡Nadie sabe qué lejos!
Encima de las nubes, detrás de las estrellas,
al fondo del abismo en que se arroja el día,
sobre el monte invisible donde duerme la luz.
Sólo allí podrá ser. Sólo allí tocaremos
la verdad que tortura nuestras frentes selladas.
Sólo allí se abrirán como flores de aurora
aquellas lentas noches de amor en desvarío.
Nuestras manos lo piden tendidas al espacio
en un sordo anhelar que no engendra clamores,
nuestras plantas lo exigen tercamente aferradas
a las huellas que el viento indómito destroza.
El horizonte huye robando a cada hora
la secreta delicia que presagia el milagro.
Hay briznas de prodigio en todos los instantes
y el mundo, ciego, arde con vibración de altar.
Arrodilla tu fuerza. No hay glorias presentidas.
Palpita en certidumbre la carne de los sueños.
Si acunas la belleza que tu fervor concibe
florecerá en tu muerte su exacta encarnación.
No quiero saber nada...
No quiero saber nada...
Ni de esa luz incierta
que retrocede vaga
ni de esa nube limpia
con perfiles de cuento.
Tampoco del magnolio
que quizá aún perfume
con su nieve insistente...
No saber, no soñar,
pero inventarlo todo.
Y estás: en el vacío...
Y estás: en el vacío
y en la ausencia presente,
en la que es y vive
sin dejar de ser única
oquedad invisible
con raíces eternas.
No hay mundo que la llene
pero sí algo vivo
que la besa y la calma.
Laxitud
La tarde gris y triste me agobia,
tengo sueño;
estiro lentamente
mis dos brazos abiertos
que se prenden al aire;
quieren cazar el tiempo,
aprisionarlo pronto,
robarle su secreto,
deshacer bruscamente sus límites estrechos.
Quiero llorar: no sé;
quiero reír: no puedo.
Los deseos
se estrellan contra la inexorable inercia
del silencio;
sobre mi corazón rueda grávido al peso
de la existencia toda.
Al fin me desperezo.
Logro romper el cerco
del malsano sopor,
pero apenas lo venzo
ya me torna a invadir
quedamente su tedio.
Luego...
Ya no sé más;
suspiro,
me paseo,
exprimo el tormentoso
lagar de mi cerebro,
destilo el elixir de su inquietud
en mi pecho...
Sujeto en mi memoria
repite el pensamiento;
la tarde gris y triste me agobia,
¡tengo sueño!...
Primavera
¡Toda la primavera dormía entre tus manos!
Iniciaste en un gesto la fiesta de las rosas
y erguiste, enajenada,
esa flecha de luz que impregna los caminos.
¡Toda la primavera!
Fervores del instante transido de capullos,
gracia tímida y leve del perfume sin rastro,
caricias que despiertan el sexo de las horas.
Brotaron de tus palmas en éxtasis gozoso
los trinos y las brisas. Y tu ademán secreto
despertó en rubores la pubertad del mundo.
¡Todo vino por ti! Porque tus manos lentas
ciñeron brevemente mi carne estremecida,
porque al rozar mi cuerpo
despertaste una flor que trae la primavera.
Soledades
Todas las soledades -grises víboras- muerden
la duda que taladra mis sienes abatidas.
Nadie finge camino en torno de mis plantas
que repliegan, medrosas, su impulso derrotado.
¡Soledad de mi frente1 Un residuo de sueños
la empolva de ceniza.
-¡Qué siniestra bandada de ideas en delirio
entrega al huracán su pálido plumaje!-.
¡Soledad de mis labios! Escondida zozobra
de los besos en flor que no abrasa el estío,
nostalgia de capullo condenado a vivir
su eterna adolescencia.
¡Soledad de mis manos! Inefable tortura
del gesto que se duerme en trance de caricia.
¿Para qué la ansiedad que entreabre mis palmas
si adhieren a su curva inútiles vacíos?
Soledades que cercan con límites de hierro
la expansión luminosa y frágil de mi vida...
¡Rompe tú las amarras que me retienen, muda,
en el hueco sombrío de mi rincón doliente!