Manuel Acuña

Poemas, frases y mensajes de Manuel Acuña

Selección de poemas, frases y mensajes mais populares de Manuel Acuña

Nacimiento: 7 de agosto de 1849
Saltillo, México

Fallecimiento: 6 de diciembre de 1873 (24 años)
Ciudad de México, México

NOCTURNO A ROSARIO

¡Pues bien!, yo necesito decirte que te adoro,
decirte que te quiero con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto, y al grito en que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.

Yo quiero que tú sepas que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido de tanto no dormir;
que están mis noches negras, tan negras y sombrías,
que ya se han muerto todas las esperanzas mías,
que ya no sé ni dónde se alzaba el porvenir.

De noche, cuando pongo mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero mi espíritu volver,
camino mucho, mucho, y al fin de la jornada,
las formas de mi madre se pierden en la nada,
y tú de nuevo vuelves en mi alma a aparecer.

Comprendo que tus besos jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos no me he de ver jamás;
y te amo y en mis locos y ardientes desvaríos,
bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos te quiero mucho más.

A veces pienso en darte mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos y huir de esta pasión;
mas si es en vano todo y el alma no te olvida,
¿qué quieres tú que yo haga, pedazo de mi vida,
qué quieres tú que yo haga con este corazón?

Y luego que ya estaba concluido el santuario,
tu lámpara encendida, tu velo en el altar,
el sol de la mañana detrás del campanario,
chispeando las antorchas, humeando el incensario,
y abierta allá a lo lejos la puerta del hogar...

¡Qué hermoso hubiera sido vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre y amándonos los dos;
tú siempre enamorada, yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma, los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros mi madre como un Dios!

¡Figúrate qué hermosas las horas de esa vida!
¡Qué dulce y bello el viaje por una tierra así!
Y yo soñaba en eso, mi santa prometida;
y al delirar en eso con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno por ti, no más por ti.

Bien sabe Dios que ese era mi más hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza, mi dicha y mi placer;
¡bien sabe Dios que en nada cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho en el hogar risueño
que me envolvió en sus besos cuando me vio nacer!

Esa era mi esperanza... mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo que existe entre los dos,
¡adiós por la vez última, amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas, la esencia de mis flores;
mi lira de poeta,mi juventud, adiós!

HOJAS SECAS

I

Mañana que ya no puedan
encontrarse nuestros ojos,
y que vivamos ausentes,
muy lejos uno del otro,
que te hable de mí este libro
como de ti me habla todo.

II

Cada hoja es un recuerdo
tan triste como tierno
de que hubo sobre ese árbol
un cielo y un amor;
reunidas forman todas
el canto del invierno,
la estrofa de las nieves
y el himno del dolor.

III

Mañana a la misma hora
en que el sol te besó por vez primera,
sobre tu frente pura y hechicera
caerá otra vez el beso de la aurora;
pero ese beso que en aquel oriente
cayó sobre tu frente solo y frío,
mañana bajará dulce y ardiente,
porque el beso del sol sobre tu frente
bajará acompañado con el mío.

IV

En Dios le exiges a mi fe que crea,
y que le alce un altar dentro de mí.
¡Ah! ¡ Si basta no más con que te vea
para que yo ame a Dios, creyendo en ti!

V

Si hay algún césped blando
cubierto de rocío
en donde siempre se alce
dormida alguna flor,
y en donde siempre puedas
hallar, dulce bien mío,
violetas y jazmines
muriéndose de amor;

yo quiero ser el césped
florido y matizado
donde se asienten, niña,
las huellas de tus pies;
yo quiero ser la brisa
tranquila de ese prado
para besar tus labios
y agonizar después.

Si hay algún pecho amante
que de ternura lleno
se agite y se estremezca
no más para el amor,
yo quiero ser, mi vida,
yo quiero ser el seno
donde tu frente inclines
para dormir mejor.

Yo quiero oír latiendo
tu pecho junto al mío,
yo quiero oír qué dicen
los dos en su latir,
y luego darte un beso
de ardiente desvarío,
y luego. . . arrodillarme
mirándote dormir.

VI

Las doce. . . ¡adiós. . .! Es fuerza que me vaya
y que te diga adiós. . .
Tu lámpara está ya por extinguirse,
y es necesario.
-Aún no.-
Las sombras son traidoras, y no quiero
que al asomar el sol,
se detengan sus rayos a la entrada
de nuestro corazón. . .
-Y, ¿qué importan las sombras cuando entre ellas
queda velando Dios?
-¿Dios? ¿Y qué puede Dios entre las sombras
al lado del amor?
-¿Cuando te duermas ¿me enviarás un beso?
-¡Y mi alma!
-¡Adiós. . . !
-¡Adiós. . . !

VII

Lo que siente el árbol seco
por el pájaro que cruza
cuando plegando las alas
baja hasta sus ramas mustias,
y con sus cantos alegra
las horas de su amargura;
lo que siente pro el día
la desolación nocturna
que en medio de sus angustias,
ve asomar con la mañana
de sus esperanzas una;
lo que sienten los sepulcros
por la mano buena y pura
que solamente obligada
por la piedad que la impulsa,
riega de flores y de hojas
la blanca lapida muda,
eso es al amarte mi alma
lo que siente por la tuya,
que has bajado hasta mi invierno,
que has surgido entre mi angustia
y que has regado de flores
la soledad de mi tumba.

Mi hojarasca son mis creencias,
mis tinieblas son la duda,
mi esperanza es el cadáver,
y el mundo mi sepultura. . .
Y como de entre esas hojas
jamás retoña ninguna;
como la duda es el cielo
de una noche siempre oscura,
y como la fe es un muerto
que no resucita nunca,
yo no puedo darte un nido
donde recojas tus plumas,
ni puedo darte un espacio
donde enciendas tu luz pura,
ni hacer que mi alma de muerto
palpite unida a la tuya;
pero si gozar contigo
no ha de ser posible nunca,
cuando estés triste, y en el alma
sientas alguna amargura,
yo te ayudaré a que llores,
yo te ayudaré a que sufras,
y te prestaré mis lágrimas
cuando se acaben las tuyas.

VIII

1

Aún más que con los labios
hablamos con los ojos;
con los labios hablamos de la tierra,
con los ojos del cielo y de nosotros.

2

Cuando volví a mi casa
de tanta dicha loco,
fue cuando comprendí muy lejos de ella
que no hay cosa más triste que estar solo.

3

Radiante de ventura,
frenético de gozo,
cogí una pluma, le escribí a mi madre,
y al escribirle se lo dije todo.

4

Después, a la fatiga
cediendo poco a poco,
me dormí y al dormirme sentí en sueños
que ella me daba un beso y mi madre otro.

5

¡Oh sueño, el de mi vida
más santo y más hermoso!
¡Qué dulce has de haber sido cuando aun muerto
gozo con tu recuerdo de este modo!

IX

Cuando yo comprendí que te quería
con toda la lealtad de mi corazón,
fue aquella noche en que al abrirme tu alma
miré hasta su interior.
Rotas estaban tus virgíneas alas
que ocultaba en sus pliegues un crespón
y un ángel enlutado cerca de ellas
lloraba como yo.
Otro tal vez, te hubiera aborrecido
delante de aquel cuadro aterrador;
pero yo no miré en aquel instante
más que mi corazón;
y te quise tal vez por tus tinieblas,
y te adoré, tal vez, por tu dolor,
¡qué es muy bello poder decir que el alma
ha servido de sol. . .!

X

Las lágrimas del niño
la madre enjuga,
las lágrimas del hombre
las seca la mujer. . .
¡Qué tristes las que brotan
y bajan por la arruga,
del hombre que está solo,
del hijo que está ausente,
del ser abandonado
que llora y que no siente
ni el beso de la cuna,
ni el beso del placer!

XI

¡Cómo quieres que tan pronto
olvide el mal que me has hecho,
si cuando me toco el pecho
la herida me duele más!
Entre el perdón y el olvido
hay una distancia inmensa;
yo perdonaré la ofensa;
pero olvidarla. . . . ¡jamás!

XII

¡Ah, gloria! ¡De qué me sirve
tu laurel mágico y santo,
cuando ella no enjuga el llanto
que estoy vertiendo sobre él!
¡De que me sirve el reflejo
de tu soñada corona,
¡cuando ella no me perdona
ni en nombre de ese laurel!

La que a la luz de sus ojos
despertó mi pensamiento,
la que al amor de su acento
encendió en mi la pasión;
muerta para el mundo entero
y aun para ella misma muerta,
solamente está despierta
dentro de mi corazón.

XIV

El cielo muy negro, y como un velo
lo envuelve en su crespón la oscuridad;
con un sombra más sobre ese cielo
el rayo puede desatar su vuelo
y la nube cambiarse en tempestad.

XV

Oye, ven a ver las naves,
están vestidas de luto,
y en vez de las golondrinas
están graznando los búhos. . .
El órgano está callado,
el templo solo y oscuro,
sobre el altar. . . ¿y la virgen
por qué tiene el rostro oculto?
¿Ves?. . . en aquellas paredes
están cavando un sepulcro,
y parece como que alguien
solloza allí, junto al muro.
¿Por qué me miras y tiemblas?
¿Por qué tienes tanto susto?
¿Tú sabes quién es el muerto?
¿Tú sabes quién fue el verdugo?

A CH. . .

Si supieras, niña ingrata,
lo que mi pecho te adora;
si supieras que me mata
la pasión que por ti abrigo;
tal vez, niña encantadora,
no fueras tan cruel conmigo.

Si supieras que del alma
con tu desdén ha volado
fugaz y triste la calma,
y que te amo más mil veces,
que las violetas al prado
y que a los mares los peces;

tal vez entonces, hermosa,
oyeras el triste acento
de mi querella amorosa;
y atendiendo a mi reclamo,
mitigaras mi tormento
con un beso y un "yo te amo".

Si supieras, dulce dueño,
que tú eres del alma mía
el sólo y único sueño;
y que al mirar tus enojos,
la ruda melancolía
baña en lágrimas mis ojos;

tal vez entonces me amaras,
y con tus labios de niño
mis labios secos besaras;
y cariñosa y sonriente
a mi constante cariño
no fueras indiferente.

Ámame, pues, niña pura
ya que has oído el acento
del que idolatrarte jura;
y atendiendo a mi reclamo,
ven y calma mi tormento
con un beso y un "yo te amo".

A UN ARROYO

(A mi hermano Juan de Dios Peza.)

Cuando todo era flores tu camino,
cuando todo era pájaros tu ambiente,
cediendo de tu curso a la pendiente
todo era en ti fugaz y repentino.

Vino el invierno con sus nieblas vino
el hielo que hoy estanca tu corriente,
y en situación tan triste y diferente
ni aún un pálido sol te da el destino.

Y así en la vida el incesante vuelo
mientras que todo es ilusión, avanza
en sólo una hora cuanto mide un cielo;

Y cuando el duelo asoma en lontananza
entonces como tú cambiada en hielo
no puede reflejar ni la esperanza.

RESIGNACIÓN

¡Sin lágrimas, sin quejas,
sin decirlas adiós, sin un sollozo!
cumplamos hasta lo último. . . la suerte
nos trajo aquí con el objeto mismo,
los dos venimos a enterrar el alma
bajo la losa del escepticismo.
Sin lágrimas... las lágrimas no pueden
devolver a un cadáver la existencia;
que caigan nuestras flores y que rueden,
pero al rodar, siquiera que nos queden
seca la vista y firme la conciencia.
¡Ya lo ves! para tu alma y para mi alma
los espacios y el mundo están desiertos...
los dos hemos concluido,
y de tristeza y aflicción cubiertos,
ya no somos al fin sino dos muertos
que buscan la mortaja del olvido.
Niños y soñadores cuando apenas
de dejar acabábamos la cuna,
y nuestras vidas al dolor ajenas
se deslizaban dulces y serenas
como el ala de un cisne en la laguna
cuando la aurora del primer cariño
aún no asomaba a recoger el velo
que la ignorancia virginal del niño
extiende entre sus párpados y el cielo,
tu alma como la mía,
en su reloj adelantando la hora
y en sus tinieblas encendiendo el día,
vieron un panorama que se abría
bajo el beso y la luz de aquella aurora;
y sintiendo al mirar ese paisaje
las alas de un esfuerzo soberano,
temprano las abrimos, y temprano
nos trajeron al término del viaje.
Le dimos a la tierra
los tintes del amor y de la rosa;
a nuestro huerto nidos y cantares,
a nuestro cielo pájaros y estrellas;
agotamos las flores del camino
para formar con ellas
una corona al ángel del destino...
y hoy en medio del triste desacuerdo
de tanta flor agonizante o muerta,
ya sólo se alza pálida y desierta
la flor envenenada del recuerdo.
Del libro de la vida
la que escribimos hoy es la última hoja...
cerrémoslo en seguida,
y en el sepulcro de la fe perdida
enterremos también nuestra congoja.
Y ya que el cielo nos concede que este
de nuestros males el postrero sea,
para que el alma a descansar se apreste,
aunque la última lágrima nos cueste,
cumplamos hasta el fin con la tarea.
Y después cuando al ángel del olvido
hayamos entregado estas cenizas
que guardan el recuerdo adolorido
de tantas ilusiones hechas trizas
y de tanto placer desvanecido,
dejemos los espacios y volvamos
a la tranquila vida de la tierra,
ya que la noche del dolor temprana
se avanza hasta nosotros y nos cierra
los dulces horizontes del mañana.
Dejemos los espacios, o si quieres
que hagamos, ensayando nuestro aliento,
un nuevo viaje a esa región bendita
cuyo sólo recuerdo resucita
al cadáver del alma al sentimiento,
lancémonos entonces a ese mundo
en donde todo es sombras y vacío,
hagamos una luna del recuerdo
si el sol de nuestro amor está ya frío;
volemos, si tu quieres,
al fondo de esas mágicas regiones,
y fingiendo esperanzas e ilusiones,
rompamos el sepulcro, y levantando
nuestro atrevido y poderoso vuelo,
formaremos un cielo entre las sombras,
y seremos los duendes de ese cielo.

¡Ya sé por qué es!

Dolora a Elmira

Era muy niña María,
todavía,
cuando me dijo una vez:
-Oye, ¿por qué se sonríen
las flores tan dulcemente,
cuando las besa el ambiente
sobre su aromada tez?
-Ya lo sabrás mas delante
niña amante,
le contesté yo, y una mañana,
la niña pura y hermosa,
al entreabrir una rosa
me dijo: ¡Ya sé por qué es!

Y la graciosa criatura
blanca y pura
se ruborizó y después,
ligera como las aves
que cruzan por la campiña,
corrió hacia el bosque la niña
diciendo: ¡Ya sé por qué es!
y yo la seguí jadeante,
palpitante
de ternura y de interés,
y... oí un beso dulce y blando,
que fue a perderse en lo espeso,
diciendo: ¡Ya sé por qué es!

Era muy joven María,
todavía
cuando me dijo una vez;
-Oye ¿por qué la azucena
se abate y llora marchita
cuando el aura no la agita
ni besa su blanca tez?
¡Ya los sabrás más delante,
niña amante,
le contesté yo... después!
Y mas tarde ¡ay! una noche,
la joven de angustia llena,
al ver triste a una azucena,
me dijo: ¡Ya sé por qué es!

Y ahogando un suspiro ardiente,
la inocente
me vio llorando... y después,
corrió al bosque y en el bosque
esperó mucho la bella,
y al fin... se oyó una querella
diciendo: ¡Ya sé por qué es!
Era muy linda María,
todavía,
cuando me dijo una vez:
-Oye, ¿Por qué se sonríe
el niño en la sepultura,
con una risa tan pura,
con tan dulce sencillez?
Ya lo sabrás mas delante
niña amante,
le contesté yo... después!

Y... murió la pobre niña,
y en vez de llorar, sonriendo,
voló hacia el azul diciendo,
Ya lo ves mi hermosa Elmira,
quien delira
sufre mucho, ya lo ves!
Y así, ilusiones y encanto,
ni acaricies ni mantengas,
para que, al llorar, no tengas
que decir:
¡Ya sé por qué es!

LOS BEODOS

Junto a una pulquería
cuyo título es "Los godos"
disputaban dos beodos
la tarde de cierto día.

Yo pasaba por fuera
de la taberna predicha,
me detuve y por mi dicha
oí la disputa entera.

-Oiga, amigo, no me abroche
tan horrenda tontería,
yo le digo que es de día.
-Pos' yo digo que es de noche

-Pos' yo el sol es lo que miro
y no hay estrella ninguna.
-Pos yo digo que es la luna
y muy grandota dialtiro'.

Es que asté' ya se le escapa
toditito don Perfeuto'
porque ya siente el efeuto'
del maldecido Tlamapa.

-¡Qué Tlamapa, ni qué nada!
A mí el pulque no me aprieta,
-Pos' yo apuesto una peseta.
-Pos' yo apuesto mi frezada'.

-¿Pos' con quién nos arreglamos?
-Pos' con cualesquiera', vale,
-Bueno, pero no me jale.
-Bueno, pus' entonces vamos.

Y entre diciendo y haciendo
este par de tercos beodos,
se salieron de "Los godos"
casi, casi que cayendo.

Y viendo pasar un coche
al cochero se acercaron,
y presto le preguntaron
si era de día o de noche.

Pero el salvaje cochero
movió triste la cabeza
y respondió con torpeza:
señores: ¡soy forastero!

MISTERIO

Si tu alma pura es un broche
que para abrirse a la vida
quiere la calma adormecida
de las sombras de la noche;

Si buscas como un abrigo
lo más tranquilo y espeso,
para que tu alma y tu beso
se encuentren sólo conmigo;

Y si temiendo en tus huellas
testigos de tus amores,
no quieres ver más que flores,
más que montañas y estrellas;

Yo sé muchas grutas, y una
donde podrás en tu anhelo,
ver un pedazo de cielo
cuando aparezca la luna.

Donde a tu tímido oído
no llegarán otros sones
que las tranquilas canciones
de algún ruiseñor perdido.

Donde a tu mágico acento
y estremecido y de hinojos,
veré abrirse ante mis ojos
los mundos del sentimiento.

Y donde tu alma y la mía,
como una sola estrechadas,
se adormirán embriagdas
de amor y melancolía.

Ven a esta gruta y en ella
yo te daré mis desvelos,
hasta que se hunda en los cielos
la luz de la última estrella.

Y antes que el ave temprana
su alegre vuelo levante
y entre los álamos cante
la vuelta de la mañana.

Yo te volveré al abrigo
de tu estancia encantadora,
donde el recuerdo de esa hora
vendrás a soñar conmigo...

Mientras que yo en el exceso
de la pasión que me inspiras
iré a soñar que me miras,
e iré a soñar que te beso.

Nocturno a Rosario

Nocturno a Rosario
Nocturno a Rosario

I

¡Pues bien! yo necesito
decirte que te adoro
decirte que te quiero
con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro,
que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto
al grito que te imploro,
te imploro y te hablo en nombre
de mi última ilusión.

II

Yo quiero que tu sepas
que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido
de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas
las esperanzas mías,
que están mis noches negras,
tan negras y sombrías,
que ya no sé ni dónde
se alzaba el porvenir.

III

De noche, cuando pongo
mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero
mi espíritu volver,
camino mucho, mucho,
y al fin de la jornada
las formas de mi madre
se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves
en mi alma a aparecer.

IV

Comprendo que tus besos
jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos
no me he de ver jamás,
y te amo y en mis locos
y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes,
adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos
te quiero mucho más.

V

A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
mas si es en vano todo
y el alma no te olvida,
¿Qué quieres tú que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Qué quieres tu que yo haga
con este corazón?

VI

Y luego que ya estaba
concluído tu santuario,
tu lámpara encendida,
tu velo en el altar;
el sol de la mañana
detrás del campanario,
chispeando las antorchas,
humeando el incensario,
y abierta alla a lo lejos
la puerta del hogar...

VII

¡Qué hermoso hubiera sido
vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre
y amándonos los dos;
tú siempre enamorada,
yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma,
los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros
mi madre como un Dios!

VIII

¡Figúrate qué hermosas
las horas de esa vida!
¡Qué dulce y bello el viaje
por una tierra así!
Y yo soñaba en eso,
mi santa prometida;
y al delirar en ello
con alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno
por tí, no mas por ti.

IX

¡Bien sabe Dios que ese era
mi mas hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza,
mi dicha y mi placer;
bien sabe Dios que en nada
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho
bajo el hogar risueño
que me envolvió en sus besos
cuando me vio nacer!

X

Esa era mi esperanza...
mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo
que existe entre los dos,
¡Adiós por la vez última,
amor de mis amores;
la luz de mis tinieblas,
la esencia de mis flores;
mi lira de poeta,
mi juventud, adiós!

Dedicado a Rosario de la Peña

INSCRIPCIÓN EN UN CRÁNEO

Página en que la esfinge de la muerte
con su enigma de sombrea nos provoca:
¿Cómo poderte descifrar, si es poca
toda la luz del sol para leerte?

ODA

(Leida en la sesión que el Liceo Hidalgo
celebró en honor de Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda.)

De los tres cielos que recorre el hombre
de la existencia en la medida impía,
cuando la gloria me enseñó tu nombre
yo estaba en el primero todavía.
La pena que del pecho
hasta el abismo lóbrego desciende,
y del cadáver de un amor deshecho
finge flotando en derredor del lecho
la aparición bellísima de un duende;
la sombra a cuyo peso aborrecido
muere el placer y el alma se acobarda,
tratando de evocar en el olvido
el recuerdo dulcísimo y querido
de los besos del ángel de la guarda;
todo eso que en la frente
deja un sello de luto y desconsuelo,
cuando en el alma pálida y doliente
no queda ni la fe que es del creyente
la última golondrina que alza el vuelo
todo eso que de noche
baja hasta el corazón como una sombra,
y que terrible y sin piedad ninguna
sus ilusiones todas despedaza,
aún no era sobre el cielo de mi cuna.
Ni la pálida nube que importuna
se levanta enseñando la amenaza.
Dichoso con la dulce indiferencia
del que al amor de su callado asilo
ha vivido a la luz de la inocencia,
acostumbrado a ver en la existencia
la imagen de un azul siempre tranquilo,
yo entonces ignoraba
que, más alla de aquel humilde techo
que sus caricias y su amor me daba,
clamando al cielo y suspirando en vano
desde el rincón sin luz de la vigilia,
hubiera en otro hogar una familia
de la que yo también era un hermano...
Mi amor no sospechaba que existiera
más ilusion ni cariñoso exceso
que la mirada dulce y hechicera
de la santa mujer que la primera
nos anuncia a la vida con un beso...
Y hasta que al ducle y mágico sonido
del arpa que temblaba entre tus manos,
dejé mi rama, abandoné mi nido
y te segué hasta ese árbol bendecido
donde todos los nidos son hermanos,
fue cuando despertando de la calma
en que flotaba la existencia mía,
sentí asomar en lo íntimo de mi alma
algo como la luz de un nuevo día.

Tu voz fue la primera
que me habló en la dulzura de ese idioma
que canta como canta la paloma
y gime como gime la palmera...
las cuerdas de tu lira,
como la voz de la primera alondra
que llama a las demás y las despierta,
fueron las que al arrullo de tu acento
sonaron sobre mi alma estremecida,
como si siendo un pájaro la vida
quisieran despertarlo al sentimiento...

Tu nombre va ligado en mi cariño
con los recuerdos santos y amorosos
de mis tiempos de niño,
con los placeres dulces y sabrosos
de esa época sonriente
en la que es cada instante una promesa
y en la que el ángel de la fe aún no besa
las primeras arrugas de la frente;
tu nombre es la memoria
del pueblo y del hogar adonde un día
fue a estremecerse el eco de tu gloria
y el trino arrullador de tu poesía;
la evocación de todo lo más santo
en medio de mis noches desmayadas,
que aún tiemblan a las dulces campanadas,
de aquellas horas en que amaba tanto...

Y así, cuando yo supe
que abandonada a tu dolor morías,
y que en tu muda y lánguida tristeza
renunciabas a ver junto a tu lecho,
quien, al rodar sin vida tu cabeza,
recogiera el laurel de tu grandeza
y el último sollozo de tu pecho;
cuando yo supe que en la huesa insana
te inclinabas por fin pálida y sola,
sin que el adiós de tu alma soberana
se enlutara la cítara cubana
ni gimiera la cítara española;
al darte mis adioses, los adioses
de la eterna y postrera despedida,
sentí que algo de triste sollozaba
de mi dolor en el oscuro abismo,
y que tu sombra que flotaba arriba,
al extinguirse y al borrarse iba
llevándose un pedazo de sí mismo,
y entonces al poder de los recuerdos
borrando la distancia
tendí mis alas hacia el nido blando
de los primeros sueños de la infancia;
llegué al rincón modesto
donde tus dulces páginas leía
a la fe y al amor siempre dispuesto
y allí de pie frente a la blanca cuna
donde en sus flores me envolvió el destino,
busqué en su fondo alguna
que aún no cerrara su oloroso broche,
y en él hallé dormida,
ésta con la que el alma agradecida
viene a aromar las sombras de la noche.

Deuda en mi cariño
contraje desde niño con tu nombre,
esa flor es el cántico del niño
mezclada con las lágrimas del hombre;
esta flor es el fruto de aquel germen
que derramaste en mi niñez dichosa,
y que al rodar sobre la humilde fosa
donde tus restos duermen
entre sus piedras ásperas se arraiga
recogiendo su jugo en tus cenizas,
y esperando en su cáliz a que caiga
la gota de los cielos que le traiga
la esencia y el amor de tus sonrisas.

EL REO A MUERTE

(Al eminente actor D. José Valero)

Esa noche, ardiendo el pueblo
de animación y entusiasmo
bajo el influjo sublime
de tu genio soberano,
todo era bravos y dianas,
todo era vivas y aplausos,
todo cariño en los ojos
todo cariño en los labios,
y todo flores, laureles,
admiración y ... entretanto,
allá muy lejos, muy lejos,
sonando lento y pausado,
se alzaba entre las tinieblas
y entre el silencio un cadalso,
sin otro eco que el latido
del pecho del condenado
que en diálogo con la muerte
velaba en un subterraneo.
aquel cadalso se alzaba
cada vez más y más alto,
como un espectro, sombrío
como un vampiro, callado,
como una tumba implacable,
y como un monstruo, inhumano;
se alzaba y, sin que ninguno
oyera aquel ruido amargo,
por los sollozos de un hombre
solamente acompañado,
la humanidad impasible
bajo su mudo letargo,
miraba crecer y alzarse
las formas de aquel cadalso,
cuando tú, tú que escuchaste
sus ecos tristes y vagos
te levantaste por ella
con la voz del entusiasmo,
y en presencia de aquel pueblo
y enfrente de aquel tablado
ceñida con tus laureles
la hiciste hablar por tus labios,
salvando al sol de aquel día
del rubor de aquel cadalso.

...

Aquel que es su desamparo,
y aún más que unos pocos días
y aún más que unos pocos años
pudo gozar la dulzura
de ver a su hijo en los brazos,
libre del infame nombre
de hijo del ajusticiado;
pero yo que desde niño
aprendí lleno de espanto
a aborrecer los verdugos
y a maldecir los cadalsos
dejo a la gloria que entonces
para ensalzarte su canto,
y del condenado a muerte
bajo los recuerdos gratos,
en nombre suyo, las gracias
de la humanidad te mando.

POR ESO

Porque eres buena, inocente
como un sueño de doncella,
porque eres cándida y bella
como un nectario naciente.

Porque en tus ojos asoma
con un dulcísimo encanto,
todo lo hermoso y lo santo
del alma de una paloma.

Porque eres toda una esencia
de castidad y consuelo,
porque tu alma es todo un cielo
de ternura y de inocencia.

Porque al sol de tus virtudes
se mira en ti realizado
el ideal vago y soñado
de todas las juventudes;

por eso, niña hechicera,
te adoro en mi loco exceso;
por eso te amo, y por eso
te he dado mi vida entera.

Por eso a tu luz se inspira
la fe de mi amor sublime;
¡por eso solloza y gime
como un corazón mi lira!

Por eso cuando te evoca
mi afán en tus embelesos,
siento que un mundo de besos
palpita sobre mi boca.

Y por eso entre la calma
de mi existencia sombría,
mi amor no anhela más día
que el que una mi alma con tu alma.

UN SUEÑO

(A Ch....)

¿Quieres oir un sueño?...
Pues anoche
ví la brisa fugaz de la espesura
que al rozar con el broche
de un lirio que se alzaba en la pradera
grabó sobre él un "beso",
perdiéndose después rauda y ligera
de la enramada entre el follaje espeso.
Este es mi sueño todo,
y si entenderlo quieres, niña bella,
une tus labios en los labios míos
y sabrás quién es "él" y quien es "ella".

AMOR

¡Amar a una mujer, sentir su aliento,
y escuchar a su lado
lo dulce y armonioso de su acento;
tener su boca a nuestra boca unida
y su cuello en el nuestro reclinado,
es el placer mas grato de la vida,
el goce mas profundo
que puede disfrutarse sobre el mundo!
Porque el amor al hombre es tan preciso,
como el agua a las flores,
como el querube ardiente al paraíso;
es el prisma de mágicos colores
que transforma y convierte
las espinas en rosas,
y que hace bella hasta la misma muerte
a pesar de sus formas espantosas.
Amando a una mujer, olvida el hombre
hasta su misma esencia,
sus deberes mas santos y su nombre;
no cambia por el cielo su existencia;
y con su afán y su delirio, loco,
acaricia sonriendo su creencia,
y el mundo entero le parece poco...
Quitadle al zenzontle la armonia,
y al águila su vuelo,
y al iluminar espléndido del día
el azul pabellón del ancho cielo,
y el mundo seguirá... Mas la criatura,
del amor separada
morirá como muere marchitada
la rosa blanca y pura
que el huracán feroz deja tronchada;
como muere la nube y se deshace
en perlas cristalinas
cuando le hace falta un sol que la sostenga
en la etérea región de las ondinas.
¡Amor es Dios!, a su divino fiat
brotó la tierra con sus gayas flores
y sus selvas pobladas
de abejas y de pájaros cantores,
y con sus blancas y espumosas fuentes
y sus limpias cascadas
cayendo entre las rocas a torrentes;
brotó sin canto ni armonía...
Hasta que el beso puro de Adán y Eva,
resonando en el viento,
enseñó a las criaturas ese idioma,
ese acento magnífico y sublime
con que suspira el cisne cuando canta
y la tórtola dulce cuando gime,
¡Amor es Dios!, y la mujer la forma
en que encarna su espíritu fecundo;
él es el astro y ella su reflejo,
él es el paraíso y ella el mundo...
Y vivir es amar. A quien no ha sentido
latir el corazón dentro del pecho
del amor al impulso,
no comprende las quejas de la brisa
que vaga entre los lirios de la loma,
ni de la virgen casta la sonrisa
ni el suspiro fugaz de la paloma.
¡Existir es amar! Quien no comprende
esa emoción dulcisima y suave,
esa tierna fusión de dos criaturas
gimiendo en un gemido,
en un goce gozando
y latiendo en unísono latido...
Quien no comprende ese placer supremo,
purísimo y sonriente,
ese miente si dice que ha vivido;
si dice que ha gozado, miente.
Y el amor no es el goce de un instante
que en su lecho de seda
nos brinda la ramera palpitante;
no es el deleite impuro
que hallamos al brillar una moneda
del cieno y de la infamia entre lo oscuro;
no es la miel que provoca
y que deja, después que la apuramos,
amargura en el alma y en la boca...
Pureza y armonía,
ángeles bellos y hadas primorosas
en un Edén de luz y de poesía,
en un pensil de nardos y de rosas,
Todo es el amor.
Mundo en que nadie
llora o suspira sin hallar un eco;
fanal de bienandanza
que hace que siempre ante los ojos radie
la viva claridad de una esperanza.
El amor es la gloria,
la corona esplendente
con que sueña el genio de alma grande
que pulsa el arpa o el acero blande,
la virgen sonriente.
El Petrarca sin Laura,
no fuera el vate del sentido canto
que hace brotar suspiros en el pecho
y en la pupila llanto.
Y el Dante sin Beatriz no fuera el poeta
a veces dulce y tierno,
y a veces grande, aterrador y ronco
como el cantor salido del infierno...
Y es que el amor encierra
en su forma infinita
cuanto de bello el universo habita,
cuanto existe de ideal sobre la tierra.
Amor es Dios, el lazo que mantiene
en constante armonía
los seres mil de la creación inmensa;
y la mujer la diosa,
la encarnación sublime y sacrosanta
que la pradera con su olor inciensa
y que la orquesta del Supremo canta,
¡Y salve, amor! emanación divina...
...¡Tú, más blanca y más pura
que la luz de la estrella matutina!
¡Salve, soplo de Dios!...
Y cuando mi alma
deje de ser un templo a la hermosura,
ven a arrancarme el corazón del pecho
ven a abrir a mis pies la sepultura

Enero de 1869.

La Felicidad

Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡Esa es la felicidad!...

Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡Esa es la felicidad...!

La Ausencia del Olvido

Dolora a Lola

Iba llorando la Ausencia
con el semblante abatido
cuando se encontró en presencia
del Olvido,
que al ver su faz marchitada,
le dijo con voz turbada:
sin colores,
-"Ya no llores niña bella,
ya no llores."

Que si tu contraria estrella
te oprime incansable y ruda
yo te prometo mi ayuda
contra tu mal y contra ella".
oyó la Ausencia llorando
la propuesta cariñosa,
y los ojos enjugando
ruborosa,
-"Admito desde el momento
buen anciano".
Le dijo con dulce acento.
"Admito lo que me ofreces
y que en vano
he buscado tantas veces,
yo que triste y sin ventura,
la copa de la amargura
he apurado hasta las heces"
Desde entonces, Lola bella,
cariñosa y anhelante
vive el Olvido con ella,
siempre amante;
y la Ausencia ya no gime,
ni doliente
recuerda el mal que la oprime;
que un amor ha concebido
tan ardiente
por el anciano querido,
que si sus penas resiste,
suspira y llora muy triste
cuando la deja el Olvido.

LÁGRIMAS

Aún era yo muy niño, cuando un día,
cogiendo mi cabeza entre sus manos
y llorando a la vez que me veía
"¡Adiós! ¡Adiós!" me dijo;
"desde este instante un horizonte nuevo
se presenta a tus ojos;
vas a buscar la fuente
donde apagar la sed que te devora;
marcha... y cuando mañana
al mal que aún no conoces
ofrezca de tu llanto las primicias,
ten valor y esperanza,
anima el paso tardo,
y mientras llega de tu vuelta la hora,
ama un poco a tu padre que te adora,
y ten valor y ... marcha... yo te aguardo".
Asi me dijo, y confundiendo en uno
su sollozo y el mío,
me dio un beso en la frente...
sus brazos me estrecharon...
y despues a los pálidos reflejos
del sol que en el crepúsculo se hundía
sólo vi una ciudad que se perdía
con mi cuna y mis padres a lo lejos.

El viento de la noche
saturado de arrullos y de esencias,
soplaba en mi redor, tranquilo y dulce
como aliento de niño;
tal vez llevando en sus ligeras alas
con la tibia embriaguez de sus aromas,
el acento fugaz y enamorado
del silencioso beso de mi madre
sobre el blanco lecho abandonado...

Las campanas distantes repetían
el toque de oraciones... una estrella
apareció en el seno de una nube;
tras de mi oscura huella
la inmensidad se alzaba...
y haciendo estremecer el infinito
de mi dolor supremo con el grito;
"¡Adiós, mi santo hogar", clamé llorando,
"¡Adiós, hogar bendito,!
en cuyo seno viven los recuerdos
mas queridos de mi alma...
pedazo de ese azul en donde anidan
mis ilusiones cándidas de niño...

¡Quién sabe si mis ojos
no volveran a verte!...
¡Quien sabe si hoy te envío
el adiós de la muerte!...
Mas si el destino rudo
ha de darme el morir bajo tu techo,
si el ave de la selva
ha de plegar las alas en su nido,
¡guárdame mi tesoro, hogar querido,
guárdame mi tesoro hasta que vuelva!"

Las lágrimas brotaron
a mis hinchados párpados... las sombras
espesas y agrupadas de repente
se abrieron de los astros a la huella...
cruzó una luz por lo alto, alcé la frente,
el cielo era una página y en ella
ví esta cifra -¡Detente!
Detente... y a mi oído
llegó como un arrullo de paloma
la nota de un gemido;
algo como un suspiro de la noche
rompiendo del silencio la honda calma;
algo como la queja
algo como el adiós con que los muertos,
del amor al esfuerzo soberano,
saludan desde el fondo de sus tumbas
al recuerdo lejano.

...........................................

Al despertar de aquel supremo instante
de letargo sombrío
la noche de la ausencia desplegaba
su impenetrable velo,
sus sombras sin estrellas,
su atmósfera de hielo...
esa odiosa ceguez en que el ausente
proscrito del cariño
cumple con su destierro, suspirando
por sus recuerdos vírgenes de niño;
ese inmenso dolor que hace del alma
en el terrible y solitario viaje,
un árido desierto
en donde es un miraje cada punto
y en donde es un amor cada miraje...

Y asi de la ampolleta de mi vida
se deslizaban las eternas horas
sobre mi frente mustia y abatida,
soñando al extenderse en lontananza,
como una dulce estrofa desprendida
del arpa celestial de la esperanza;
asi, cuando una vez, en el instante
en que la blanca flor de mi delirio
desplegaba en los aires su capullo;
cuando mi muerta fe se estremecía
bajo sus ropas fúnebres del duelo
al ver flotando en el azul del cielo
el alma de mi hogar sobre la mía;
cuando iba ya a sonar para mis ojos
la última hora de llanto,
y se cambiaba en música de salve
la música elegíaca de mi canto;
mi corazón como la flor marchita
que se abre a las sonrisas de la aurora
esperando la vida de sus rayos
también se abrió... para plegar su broche,
y las caricias del amor abierto,
encerrando en el fondo de su noche
las caricias de un muerto!...

En el espacio blanco y encendido
por los trémulos rayos de la luna
yo vi asomar su sombra...
La gasa del sepulcro lo envolvía
con sus espesos pliegues...

En su frente espectral se dibujaba
una aureola de angustia, lo que dijo
se perdió en la región donde flotaba...
su mano me bendijo...
su pecho sollozaba...

La sombra se elevó como la niebla
que en la mañana se alza de los campos;
cerró los ojos, supirando y luego...
oí un adiós en la profunda calma
de aquella inmensidad muda y tranquila,
y al levantar de nuevo la pupila
¡el cielo estaba negro como mi alma!

En el reloj terrible
donde cada dolor marca su instante,
el destino inflexible
señalaba la cifra palpitante
de aquella hora imposible;
hora triste en que el íntimo santuario
de mis sueños de gloria,
vió su altar solitario,
convertido su sol en tenebrario,
y su culto en memoria...
Hora negra en que la urna consagrada
para envolverlo, ¡oh, padre!
del cariño en la esencia perfumada,
fue un sepulcro sombrío
donde sólo dejaste tu recuerdo
para hacer mas inmenso su vacío.

¡Padre... perdón porque te amaba tanto,
que en el orgullo de mi amor creía
darte en el un escudo!
¡Perdón porque luché contra la suerte,
y desprenderme de tus lazos pudo!
¡Perdón porque a tu muerte
le arrebaté mis últimas caricias
y te dejé morir sin que rompiendo
mi alma los densos nublos de la ausencia,
fuera a unirse en un beso con la tuya
y a escuchar tu postrera confidencia!

Sobre la blanca cuna en que de niño
me adurmieron los cantos de la noche,
el cielo azul flotaba,
y siempre que mis párpados se abrían,
siempre hallé en ese cielo dos estrellas
que al verme desde allí se sonreían;
mañana que mis ojos
se alcen de nuevo hacia el espacio umbrío
que se mece fugaz sobre mi cuna,
tu sabes, padre mío,
que sobre aquella cuna hay un vacío,
de esas dos estrellas falta una.

Caiste... de los libros de la noche
yo no tengo la ciencia ni la clave;
en la tumba en que duermes
yo no se si el amor tiene cabida...
yo no se si el sepulcro
puede amar a la vida;
pero en la densa oscuridad que envuelve
mi corazón para sufrir cobarde,
yo se que existe el germen de una hoguera
que a tu memoria se estremece y arde...
yo se que es el mas dulce de los nombres
el nombre que te doy cuando te llamo,
y que en la religión de mis recuerdos
tu eres el dios que amo.

Caíste de tu abismo impenetrable
la helada niebla arroja
su negra proyección sobre mi frente,
crepúsculo que avanza
derramando en el aire transparente,
las sombras de una noche sin oriente
y el capuz de un dolor sin esperanza.

Padre... duérmete... mi alma estremecida
te manda su cantar y sus adioses;
vuela hacia ti, y flotando
sobre la piedra fúnebre que sella
tu huesa solitaria,
mi amor la enciende, y sobre ti, sobre ella
en la noche sin fin de tu sepulcro
mi alma será una estrella.

ANTE UN CADAVER

¡Y bien! aqui estás ya... sobre la plancha
donde el gran horizonte de la ciencia
la extensión de sus límites ensancha.

Aqui donde la rígida experiencia
viene a dictar las leyes superiores
a que está sometida la existencia.

Aquí donde derrama sus fulgores
ese astro a cuya luz desaparece
la distinción de esclavos y señores.

Aquí donde la fábula enmudece
y la voz de los hechos se levanta
y la superstición se desvanece.

Aquí donde la ciencia se adelanta
a leer la solución de ese problema
cuyo sólo enunciado nos espanta.

Ella que tiene la razón por lema
y que en tus labios escuchar ansía
la augusta voz de la verdad suprema.

Aquí está ya... tras de la lucha impía
en que romper al cabo conseguiste
la cárcel que al dolor te retenía.

La luz de tus pupilas ya no existe,
tu máquina vital descansa inerte
y a cumplir con su objeto se resiste.

¡Miseria y nada mas! dirán al verte
los que creen que el imperio de la vida
acaba donde empieza el de la muerte.

Y suponiendo tu misión cumplida
se acercarán a ti, y en su mirada
te mandarán la eterna despedida.

Pero, ¡no!... tu misión no está acabada,
que ni es la nada el punto en que nacemos
ni el punto en que morimos es la nada.

Círculo es la existencia, y mal hacemos
cuando al querer medirla le asignamos
la cuna y el sepulcro por extremos.

La madre es sólo el molde en que tomamos
nuestra forma, la forma pasajera
con que la ingrata vida atravesamos.

Pero ni es esa forma la primera
que nuestro ser reviste, ni tampoco
será su última forma cuando muera.

Tú sin aliento ya, dentro de poco
volverás a la tierra y a su seno
que es de la vida universal el foco.

Y allí, a la vida en apariencia ajeno,
el poder de la lluvia y del verano
fecundará de gérmenes tu cieno.

Y al ascender de la raíz al grano,
irás del vergel a ser testigo
en el laboratorio soberano;

Tal vez, para volver cambiado en trigo
al triste hogar donde la triste esposa
sin encontrar un pan sueña contigo.

En tanto que las grietas de tu fosa
verán alzarse de su fondo abierto
la larva convertida en mariposa;

Que en los ensayos de su vuelo incierto
irá al lecho infeliz de tus amores
a llevarle tus ósculos de muerto.

Y en medio de esos cambios interiores
tu cráneo lleno de una nueva vida,
en vez de pensamientos dará flores,

en cuyo cáliz brillará escondida
la lágrima tal vez con que tu amada
acompañó el adiós de tu partida.

La tumba es el final de la jornada,
porque en la tumba es donde queda muerta
la llama en nuestro espíritu encerrada.

Pero en esa mansión a cuya puerta
se extingue nuestro aliento, hay otro aliento
que de nuevo a la vida nos despierta.

Allí acaban la fuerza y el talento,
allí acaban los goces y los males
allí acaban la fe y el sentimiento.

Allí acaban los lazos terrenales,
y mezclados el sabio y el idiota
se hunden en la región de los iguales.

Pero allí donde el ánimo se agota
y perece la máquina, alli mismo
el ser que muere es otro ser que brota.

El poderoso y fecundante abismo
del antiguo organismo se apodera
y forma y hace de él otro organismo.

Abandona a la historia justiciera
un nombre sin cuidarse, indiferente,
de que ese nombre se eternice o muera.

El recoge la masa únicamente,
y cambiando las formas y el objeto
se encarga de que viva eternamente;

La tumba sólo guarda un esqueleto
mas la vida en su bóveda mortuoria
prosigue alimentándose en secreto.

Que al fin de esta existencia transitoria
a la que tanto nuestro afán se adhiere,
la materia, inmortal como la gloria,
cambia de formas; pero nunca muere.

SONETO

Porqué dejaste el mundo de dolores
buscando en otro cielo la alegría
que aquí, si nace, sólo dura un día
y eso entre sombras, dudas y temores.

Porqué en pos de otro mundo y de otras flores
abandonaste esta región sombría,
donde tu alma gigante se sentía
condenada a continuos sinsabores.

Yo vengo a decir mi enhorabuena
al mandarte la eterna despedida
que de dolor el corazón me llena;

Que aunque cruel y muy triste tu partida,
si la vida a los goces es ajena,
mejor es el sepulcro que la vida.