Sangraba tu memoria desnudando soledades
reparando las máscaras
que te ponías en cada marzo
cuando tus ojos se bifurcaban
buscando el milagro de aquella caricia
y la fecundidad de tu sexo
era conversión, patria, serpiente
precipicio convertido.
Extrañabas la tiranía denunciada de mi abrazo
ese planeta en el que siempre recalabas
cavernoso, palpitante,
látigo y torbellino
esperando juntos
la enésima pantomima del carnaval.
A la hora de borrar el vestigio último
del maquillaje chillón
aparecía la inquietante pesadilla
que te coronaba reina
de una comparsa de fantasmas,
princesa de una tempestad
de colmillos y lobos trashumantes.
Esa insolente caricatura del despojo.