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Fuiste como un ángel para mí En estos días en que andaba medio triste, Reparando que la vida no es tan buena cuando Nadie te puede hacer sonreír. A pesar de todo lo malo, sin embargo, Nunca me rehusaste un motivo para ser feliz Día tras día, minuto tras minuto, Aunque todo estuviese por caer.
Cada palabra tuya es una sonrisa mía; A cada sonrisa tuya, una alegría; Sabes hacer de tus consejos proverbios; Tus éxitos son ejemplos, y tus ejemplos son decretos. Imposible sería, entretanto, Llegar hasta aquí sin dejar huellas en la arena: Las pequeñas huellas dónde se entierran sus tristezas, Orillas de pequeños abismos que jamás te derribaron
Gracias a tus blandas alas blancas; A tu flotar por mares en tormenta Rechazando los vientos que te solían derribar. Como un ángel, llegaste sin aviso, Imprevisible, pero bienvenida; y como un ángel Acá en este corazón has siempre de quedar.
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Poeta
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AMARTE
Amarte me duele Y quererte me mata; Besarte no basta Si amarte no duele. Vivir no me suena Tan bueno sin ti Si amarte no duele Y besarme te basta.
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Poeta
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TRAICION
Una noche de estas vine caminando Por calles que la luna no iluminaba; Una estrella, sola, poco alumbraba Y la oscuridad, sola, me iba cegando. Iba desnuda, el cuerpo temblando Y un infortunio, solo, mataba: Un beso, un deseo que no me llegaba Mientras yo me quedaba esperando.
Una noche de estas vine amando Y tu voz me decía qué sentías, Tanto cuanto a mí tú me mentías, Yo por un beso andaba ansiando. Una mirada y me tenías buscando Caminos que tú me mostrarías, Pero tu voz, basuras y tonterías Seguía mis oídos llenando.
Mas una noche de estas vine llorando Y un abrazo nunca llegaste a darme. ¿Qué hice yo para no más amarme? Yo sigo me preguntando… Yo sigo por estas noches caminando Buscando una calle para traicionarme, Pues si no puedo tenerte, me niego a darme El poco de esperanza que seguías me dando.
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Poeta
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MI ALMA
Este cuerpo desnudo desnúdame la piel ¿y qué ves sino mi corazón latiendo? ¿Mi alma sonriendo? Ella no sonríe. Mi cuerpo llora en sudor Y lo que se ríe es mi fragilidad, que se queda mirándome Estudiando mis pasos E invitando hombres como tú Que me hagan llorar, Sudar, Desnudarme Y latir en mi pecho el único musculo Que no se muere En tu presencia.
Mi alma sonríe Pero llora la sonrisa.
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Poeta
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A PENAS UN MOMENTO
Hablemos un momento De los besos que no dimos Y abrazos que perdimos, Hablemos que te miento Y de los minutos en que huimos Para vivir, pero no vivimos. Hablemos que intento No pensar que solo fuimos, Como todo que decimos, A penas un momento.
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Poeta
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NO PUEDO DECIRTE QUE YA ME VOY…
Al cielo azul puntuado por nubes disformosas, Al mar enojado tirándose a la playa, Al río que corre, moja y calla Las amantes, las locuras y las hermosas Comparo tus ojos en rojo a las rosas, En amarillo a todo rayo de luz que haya, En blanco al vacuo que deja una falla, Pero en azul a toda agua llorosa.
Y si no puedo comparar tus labios al chocolate, Tan sabroso, tan diverso e irresistible, Y si me faltan palabras, frases y lo decible ¿Qué podré decir a este corazón que ya no late? ¿Podré pedir a Dios que ya me mate Porque no aguanto vivir sin este amor intraducible? ¿Podré vivir yo sin tu olor inconfundible? ¿O tendré que condenarme y ya no más amarte?
Contéstame y dime que ya no soy Todo lo que deseas para tu vida entera. Ya, mátame y dime que no soy verdadera Y que jamás me desearás, aunque me quieras hoy. Dime cuán loca estoy Y te digo que esta pasión es efémera, Que nada te podrá querer si yo lo quiera, Pero que soy incapaz de decirte que ya me voy.
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Poeta
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Quisiera poder olvidarme de ti Y no soñar contigo siempre que cierro los ojos; No recordar tu olor siempre que despierto; No desear tus labios siempre que me siento perdida… Quisiera poder decirte que ya no eres más, Que nunca fuiste, Que no serás…
Quisiera poder robarte un poco de mí, Aquello de que te has olvidado Para que ya no me sienta vacía, carente O iludida por mi fragilidad. Quisiera poder hacerte el mismo daño, Decir que nunca te amé Y que ya no te extraño…
Pero ya te escribo de nuevo. Ayer soñé contigo. Hoy extrañé tus besos. Mañana quiero tus abrazos. Ay, como quisiera poder decirte “amor”, Decirte “te quiero”, y morir en tus brazos…
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Poeta
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EL CUENTO DE LA PIEDRA
Era una vez un hombre; él era lo más sabio entre los miles de hombres que componían su sociedad y despresaba aquéllos que no creían en su sabiduría. Por algo, no era muy querido por los demás. Aún así lo respetaban mucho; él conocía las Ciencias, las Matemáticas, la Filosofía y la Historia; enseñaba el arte de los estudios a los más chavitos y difundía la política entre los más viejos, hasta que un día conoció a un chico venido de los alrededores que suplicó por un abrigo y una cena. El sabio le concedió su pedido. Mientras cenaba, el niño le preguntó que hacía un sabio. El hombre contestó: “enseña y aconseja los que no fueron bendecidos con el poder la sabiduría”. El chamaco se mostró fascinado y le pidió que le enseñara todo lo que sabía. El hombre entonces lo educó, pero el niño poco a poco se mostró menos interesado en el aprendizaje. Cierta vez, el sabio le preguntó: “¿qué le pasa? ¿No quieres más aprender?”, al que el niño respondió: “no me estás enseñando nada que ya no supiera. Tú te dices sabio, pero no le veo ninguna sabiduría”. El hombre, ofendido y revuelto, entonces le dijo que le mostrara la verdadera sabiduría y, para su sorpresa, el chavo atrapó una piedra y la entregó a él. Confundido, el hombre preguntó: “¿qué es esto chamaco?”. “Un reloj”, dijo el niño. El hombre se puso sorpresa. “Esto es una piedra” le dijo. “No”, retrucó el niño; “esto es un reloj”. El sabio se le acercó al chico y le devolvió la piedra, diciéndole: “esto es una piedra y punto. Estás loco”. “No, señor; es un reloj. Mira, hasta mide las horas: son cuarto para las dos”. El sabio miró a su reloj y, de facto, eran cuarto para las dos. El chamaco insistió: “si esto fuera una piedra, no mediría las horas, ¿verdad?”. Muy revuelto, el hombre atrapó de nuevo a la piedra y la miró de cima a bajo, no viendo nada más que su superficie gris y dura, cómo de todas las otras piedras. La lanzó lejos indignado y, volteándose al niño, clamó: “¿cómo puedes ver un reloj en una piedra?”. El chico entonces sonrió y le dijo, muchísimo tranquilo: “aquel es un reloj, señor, y no una piedra. Pero esto…” atrapó a otra piedra “… esto sí es una piedra. Y muy pesada”. “La sabiduría no se aplica en conocer de Matemáticas, Ciencias o Filosofía. El más sabio es aquél que reconoce en una piedra un reloj o en el mar el cielo, y aquél que es capaz de verlo aunque todos a su alrededor vean solamente la piedra o solamente el mar”. Y cómo vino, el chamaco se fue.
Hoy, este hombre no es considerado más el sabio, y sí el loco, porque toda vez que quiere consultar las horas atrapa a una piedra y la mira de cima a bajo para después arrojarla de nuevo al piso y seguir caminando.
Anna Carolina Rizzon
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Poeta
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¿Quién te puede sacar una sonrisa en días de lágrimas? ¿Quién te puede hacer sentirse vivo en un mundo de muertos? ¿Quién está allí para atraparte en todas las orillas Y sacarte todos tus miedos?
¿Quién te puede calentar en inviernos infinitos? ¿Quién te puede cantar en días de sordez? ¿Quién te puede decir que todo va a estar bien Más de una vez?
Fue caminando por el hilo entre el sonreír y el suplicar Que tuve delante de mí, tan bella y divina, Más que un ángel, tan buena y sencilla, Una mujer quien jamás podría dejar de amar. Aunque nos aparten miles de meses o días, Quilómetros de fríos mares y océanos, Quizás veranos a lo largo de los años, Es en tu sonrisa que comparto mis alegrías.
En los ojos que nunca llegué a mirar O en las palabras que he oído al acaso Me pierdo y felicito en el sueño de un abrazo Y vivo la vida por verla triunfar. Pero sí me pierdo en oscuros pasillos Sé que basta tu presencia para que a la cumbre Llegue tan bien y sin ninguna incertidumbre De que en el pico puedo construir mi Castillo.
Así que quien me puede arrancar sonrisas en medio a ríos de lágrimas Es quien me puede hacer vivir en medio a la oscuridad: Una mujer de quien nada conozco, codicio o quiero Aparte de tu existencia para alejarme el malo y traer la felicidad.
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Poeta
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El Octavo Pecado
Te quiero como el rojo de tus labios rojos Quieren tonos de sangre y de clavel Y como la noche quiere una luna blanca Que ilumine el rojo de tus besos a la orilla de un mar de fresas. Te quiero como quiere el alcohol alguien para tomarlo Y quiero emborracharme en el olor de tu perfume; Quiero hacerte gritar por mi cuerpo en arrojo A una eternidad sin nada más que tu cuerpo en vestido rojo.
Te quiero hacer mi único pecado, Aquél por lo cual no hay perdón Y, si me exigen, me voy al infierno Para tenerte siempre en mi mente en ropa interior; Pero en ropa con color de fresa, ropa en color rojo, Aquélla que me puedo sacar con un gesto simple Y que jamás volverá a acariciar tu cuerpo.
Te quiero como el rojo de tus labios rojos Quieren tonos de sangre y de clavel; Te quiero como la noche desea oscuridad Para ocultar pecados en calles vacías y serenas. Te quiero hacer gritar por mi cuerpo en arrojo Porque lo único que me queda es el tono rojo De unos besos estirados por mi cuerpo Por estos labios blandos que el invierno no resfría Y que el infierno no calienta.
Te quiero porque el Amor no es rojeado Y sí porque el tono púrpura de la sangre en tus venas No hacen justicia a tus palabras amenas Sino a tus labios que me matan en pecado.
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Poeta
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