Yo quisiera que tu boca y la mía, En un convulso y eterno beso, Se bebieran hasta la última gota De este deseo que por dentro quema.
Yo quisiera entrar por tus pupilas, Para ver en tu alma la sonrisa amada, Cuando adormilada, en cada madrugada, Te acurrucas en mis sueños, amorosa.
Quisiera que tu piel fuera en mi piel, La caricia mañanera, el sol de primavera, Despertándome a la vida, día con día, Con tus colores bellos y aromas nuevos.
Quisiera que tú fueras, la amante amazona, Que ponga bridas a mis deseos desbocados, Y me lleves cabalgando por los prados, Montes y colinas, de tu cuerpo encantado.
Muchas cosas yo de ti quisiera, pero tal vez, Ya no es el tiempo de esos amores locos, Donde se entrega el alma sin desasosiego, Sin saber siquiera, que se entrega todo.
Por tan solo la mirada de tus ojos, El corazón, de mi pecho te entregara Más, si el rubí de tu boca yo besara, A tus pies, me pondría de hinojos.
Tu sonrisa acongojada, Expresa un lamento vano Como aquel que en los altares Entre lágrimas se oye lejano: ¡Ay mi Dios, si lo hubiese querido! Tarde y triste será el lamento, El novio ya se ha marchado Sus manos no te buscarán, Ni su cuerpo cubrirá el tuyo Llenándote de pasión, En noches frías, heladas. Ya no despertarás en brazos De quien te quiso y quisiste Extrañarás de seguro, Su respirar junto al tuyo, Tratarás de encontrar a tientas Entre sueños, lo que de otra ya es. Triste y malhumorada mascullarás ¡Ay mi Dios, si lo hubiese querido!
¡¡¡Dame un beso amada mía Tan embelesado y dulce, Plagado de caricias amorosas, Hasta hacerlo pétreo Como el de Rodín, O como los besos de mi alma!!!
Llévame en el aire, por los cielos Envuelto en los fragancias de tu cuerpo, En el delicado aroma de tu boca Que hizo de esa fruta tan jugosa, El más delicado y sutil vino... Del cual jamás había probado.
¿Cómo sería poseer hasta tu alma, Ser el dueño de tus sueños, de tu piel, De tus ojos incendiarios, De tu boca, fruto y miel Que deseo cada noche En urgidos pulsos del amor?
Yo quisiera esculpir, En el fino mármol de Carrara, Las etéreas formas de tu cuerpo Para que perdures en el tiempo, Sin perder la frescura de tu rostro Ni el brillo de tus almendrados ojos.
Tímidos y tibios tus lozanos senos Tersos como pétalos de rosas Serían inmortalizados en la roca, Admirados por la eternidad En la plenitud de su belleza En cantos de hadas y odas de poetas
Este artículo o categoría puede incluir contenido sensible. ¿Seguro que quieres leer?
¡Ven a tomar de mi cuerpo, el fruto maduros que te apetezca, Muérdeme, atosiga tus ansias y deseos En el blancor de mi vientre!
¡Quiero sentir de tu aliento, el fuego Incendiando las praderas de mi ser Entregarme a ti para siempre, Consumida en la vorágine de tus arrestos!
¡Ven amado mío, hazme tuya, que Para complacerte, del olimpo he venido, Sin prejuicios ni lamentos, amor mío, entre los amantes, todo es permitido!
¡Recorre mi cuerpo con ardientes besos, Tócame el corazón y las entrañas, Hazme sentir el cetro de rey que tú posees, Ordena, que yo tu fiel esclava, te complaceré!
Si en un adiós se pudiera resumir, todo lo vivido con sentido… la vida sería un jolgorio distendido de amores, pasiones, cuitas y emociones.
Sería como tener el día y extrañar la noche, tener la noche y desear el día… saltarnos a la garrocha un bello atardecer, y no disfrutar del celestial sonido del amanecer.
Pero el amor no aprisiona, el amor libera, aligera el camino para que el amor encuentre al amor, para que la felicidad sea, lo que el corazón quiere y sobre ese querer… nada puede el saber.
Hoy la tristeza embarga mis horas… y en cada pensamiento divago en tus sueños. Y en la maraña de tus devaneos... perdido quiero, vuelvas a mí amorosa, no importa que tardes, yo espero.
¿Te acuerdas de aquel venturoso día, Cuando ya la tarde se iba Te pregunté amor, si me querías? Tú sin pensarlo dos veces Suspirando, mirándome enamorada Dijiste que: ¡Estabas loquita por mí!
Desde entonces yo, ya no fui yo, Porque mi alma desde mi pecho voló, Para enredarse en tu cuerpo Y con sus alas te arropó. Un beso en la mejilla te di, Y un brillo de felicidad, en tus ojos yo vi.
Se encabritaron tus muslos, Al sentir mis manos en desespero, Blancas palomas fueron tus senos sobre el color de tu piel panela, Mis ojos eran como amapolas abiertas, Encandilados con el candor de tus secretos.