Poemas :  MURMULLOS
En una hora llegué a tu morada

extraño viento soplaba entonces

murmurando en un idioma indescifrable

desde el umbral me anunciaba tu presencia


En otra hora me diste una esperanza

me ayudaste a desechar tantos temores

aunque fría y lejana me encontraba

oí al viento murmurando a mis espaldas


En otra hora acertaste al invitarme

a conocernos entre besos y caricias

no podía imaginar sorpresa tan más grata

las horas pasaban más aprisa


Cada hora plena de recorrernos

y poro a poro encontrarnos con un géiser

por haberme deparado tal delete

bienvenido sea el viento y su murmullo


La hora de despedirse llena estaba

de frases que sellamos con un beso

pasan horas, días y más días,

esperando la promesa de otra hora

otra hora acompañada de murmullos

en un idioma lejano e indescifrable.
Poeta

Poemas de esperanza :  CICLO
Cuando el mundo se haya sumido
en la más temible oscuridad
y todo esfuerzo parezca nulo
ante tal calamidad avecinada
unos siempre quejándose irán
otros recurrriendo al rezo
pero sin desprender las manos
para trabajar
los menos con gran ahínco
redoblan esfuerzos
pues el tiempo es oro
y no quieren cerrar las ojos
hasta concretar al menos
uno de sus numerosos sueños

Pareciera que la vida
en todas sus formas
sin ningún remedio perecerá
y mientras está la abejita libando flores
concentrada produce la miel
que otros disfrutarán
sigue la pequeña hormiga llevando su carga
nada la detiene y trabajando morirá
el aire sigue corriendo ofreciendo
aliento a quien cansado esté
a pesar del gran dolor
hasta el animal más simple
si está enfermo o es herido
se aferra y trata de sobrevivir

Observa cómo en las aguas turbias
solo el amor nos mantiene a flote
lo que llevamos dentro se refleja afuera
y tarde o temprano habrá que enfrentar
hemos olvidado tal vez el regalo divino
que nos hizo únicos entre las demás especies
y sin analizar buscamos complicar la vida
en aras de apariencia y comodidad
no nos basta un solo proyecto
por miedo u orgullo abarcamos más y más
e imprudentes naufragamos sin saber nadar

¿A dónde vas, atribulada alma?
con todo ese lastre no se puede volar
no necesitas irte al Tíbet para meditar
busca un rincón propicio y calla un rato
deja que la divinidad te halle
y con nuevos bríos podrás continuar

Deja que se cierre el ciclo
deja que las noticias fluyan
con su torbellino malsano
arrastrando conciencias
solo la tuya puedes proteger
y antes que la siguiente embata
aprovecha esa tregua para disfrutar

Disfrutar es risa al amanecer
es dar gracias al anochecer
es ser amable, es ser templado
con las espinas que inevitablemente
en cada tramo nos suelen herir
no necesitamos iglesia o credo
si aprendemos a ofrecer y dar amor
es medicina que sana el cuerpo
ilumina el alma y hace progresar
Poeta

Poemas :  ADELITA
Mujer que tomaste cartuchera y carabina
en cruentas batallas fuiste paño y musa
símbolo de la mexicana por excelencia
junto a tus padres, tus hermanos o tu hombre
empeñada en defender tu tierra, tus derechos y futuro

Hoy no sales con morrales ni rebozos
no cocinas bajo los vagones de los trenes
en el combate no cargas a tus hijos a la espalda
en el closet guardas el gran sombrero y la guitarra
pero todavía cantas mientras bregas
a sabiendas de que la guadaña pende sobre tu cabeza

Tu ímpetu aún está vigente
te armas de conocimientos en las aulas
enarbolando por bandera los ideales
de ver soberana y próspera a la patria

las balas has suplido por los libros
y los blandes frente al enemigo
como antes con coraje y con valor
sueñas hacer que la letra renazca con su fuerza
sueñas construir en el país lo que no ha podido
a pesar de la sangre vertida en continua lucha

Adelita que con sudor riegas los campos de labranza
y prefieres la muerte antes que abandonarlo
a ningún precio te compran ni te vendes
por más poderoso que sea el opresor en turno
mujer que sus ancestros lleva en las venas
mujer que los escucha gemir bajo sus pies

mujer curandera, obrera o artesana
no es menor tu mérito en la batalla
Adelita de dulces versos y sensible alma
no es menor tu consuelo al atribulado
cuando cansado está de no ver resultados

Adelita que enormes pesares lleva a cuestas
pero con dignidad mantiene alta la frente
mujer que disfrutas citadina calma
mujer que acostumbrada estás a los colchones
pero reaccionas si la tranquilidad se turba
y la razón convoca a encender la llama
dejas tu pedestal y te plantas firme
decidida a ofrecer tu vida en aras de justicia

Adelita que no morirá porque su espíritu persiste
Adelita que dejó su sello permanente
de amor, filantropía y heroísmo
de norte a sur en mi país eres leyenda viva
y en cada niña concebida estás latente
Poeta

Cuentos :  APARIENCIAS
Era un jardín rebosante de colores y formas, resultado del esmerado y paciente trabajo su dueño, a quien la tierra entregaba en profusión ramilletes de las más bellas flores, Éstas eran como niñas consentidas por él; nada más bello que verlas recibir los primeros rayos, reían con el viento, cantaban con la lluvia, las mariposas, las abejas y los chupaflores continuamente sobrevolaban tan suntuoso jardín; al anochecer besaban la oscuridad intensificando su aroma. Ahí en el brocal de la fuente reinaban las rosas, contemplándose en los ventanales platicaban los geranios, colgadas en los balcones se columpiaban las campánulas, escoltando los senderos inmaculadas azucenas alegraban el camino, todo, todo rincón estaba destinado a una especie y eran así un deleite para los ojos. Sin embargo la tierra no hace distinciones y entre toda esa comunidad floral brotó una hierba espinosa de color azul verdoso con hojas dentadas que creció dando unas pequeñas flores blancas; las demás, al verla comenzaron a cuchichear:
-¿Acaso nuestro querido jardinero no se ha percatado de esa planta? ¿Cómo puede permitir una hierba fea y espinoza en su jardín? Rosa es alabada por los enamorados, Lirio es espigado y elegante. Gardenia es apreciada por su aroma, todas tenemos atributos que nos hacen valiosas, pero, ¿y esa?
-Chicalote- Dijo silbando el viento a quien ningún cuchicheo se le escapa – ese es su nombre y toda ella es útil, por eso es amada.
Pasaban los días, como siempre, el jardinero prodigando sus cuidados a todas las flores, excepto a Chicalote que permanecía en un rincón pedregoso del muro, casi oculta por los rosales y macetas.

-A ti nadie te querrá-le dijo Violeta- no tienes aroma.
-Y eres espinosa- agregó Dalia
-Pequeña y sin tallo- continuó Hortensia.
-Ya basta, hijas- replicó la Tierra- cada quien es como es y a todas amo.
Chicalote se entristeció por la actitud de sus hermanas, todas se alzaban orgullosas para recibir los primeros rayos del Sol, mientras ella tenía que batallar entre el follaje y las macetas de las demás.
-Mirenla -dijo Camelia- de padre sólo heredó el color, apenas si la mira…
-Silencio, hijas -interrumpió él, cortando la risa incipiente que ocasionó su observación- cada quien es lo que es y a todas amo.
Chicalote dejó de reír cada vez que el Viento pasaba rozando su rígido tallo mientras sus hermanas bailaban graciosas con su brisa.
-Miren - dijo Nardo - Chicalote está tan tiesa como una roca…
-Ya basta hijas - replicó él, silbando entre las hojas- cada quien es lo que es y a todas amo.
Un día llegó el jardinero con su hijo a a recoger todas sus flores para llevarlas al mercado.
-Miren –dijo Orquídea- yo adornaré el cabello de una hermosa joven y todos compararán su belleza con la mía.
-Pues a mí un apuesto caballero me pondrá en el ojal de su bolsillo para llamar la atención de las damas- contestó Violeta.
-Pero yo formaré el ramo de la novia durante sus nupcias y por mi blancura y su vestido, todos dirán que su alma se halla rodeada por las nubes del cielo- replicó Azucena.
-Ah, pero a mí una mujer me pondrá a los pies de una Virgen- continuó Gladiola- como se ofrenda el oro a los reyes terrenales para suplicar algún favor…
-¿Y qué? A mí me pondrán en un jarrón chino en medio de la mesa – interrumpió Dalia- y después del almuerzo alguien me admirará tanto que querrá plasmarme en un dibujo.
Cuando los hombres se fueron, Chicalote se entristeció al ver que ni siquiera se habían fijado en ella, pero en esos momentos llegó una abejita en busca de polen y al verla se acercó muy contenta.
-Éstos hombres, por poco me dejan sin alimento, gracias a Dios todavía estás tú.
Al poco rato, una mariposa se posó cuidadosamente en su corola diciendo:
-Qué barbaridad, éstos hombres por poco me dejan sin abrigo, gracias a Dios todavía estás tú.
No pasó mucho tiempo cuando un chupaflor voló amistoso a su encuentro.
-Pero qué hombres tan egoístas, se llevaron a todas mis novias, gracias a Dios te dejaron a ti.
Chicalote recuperó nuevamente la alegría, después de todo, ¿qué satisfacción más grande puede existir que la de sentirse tan útil?, el día que sus pétalos cayeron supo que sus semillas también servirían y se imaginó a sus hermanas agonizando en una cabellera, en un ojal de bolsillo, en un ramo de novia, en un altar o en un jarrón chino, sin más mérito que el de haber sido hermosas y, seguramente sin recibir un solo agradecimiento antes de caer marchitas en el suelo o en el bote de basura; en cambio, ella había dado de comer al hambriento, había cobijado al peregrino y había conocido el amor, volvió al regazo de su madre repitiendo: “Soy lo que fui y así me amaron”.
Poeta

Poemas de reflexíon :  DIA DE MUERTOS
La lluvia precede la apertura del limbo
los ausentes salen conforme avanzan los rezos
en cada casa hay un altar oloroso a copal
servida está la mesa, las fotos y adornos
se escuchan pisadas y murmullos:
la muerte no tiene prisa
la muerte a todos nos llega

La procesión ha partido y las ánimas
buscan convivir con los suyos
la muerte no tiene preferencias
la muerte a todos nos llega

Los hay muy ancianos
los hay angelitos nonatos
cada uno trae un recuerdo
para aquéllos que los amaron u odiaron

hay risas, lágrimas y quejas
de aquéllos que ya han partido
los vivos recuerdan su estancia
con pensamientos de pesar o alegría
ellos repiten la innegable verdad:
la muerte no permite equipaje
la muerte a todos nos llega

"Puedes decidir como quieres vivir"
dice algún tío bebiendo su atole
"pero has de saber que al final
lo que debas hay que saldar"
El niño abortado quiere un abrazo
la madre abandonada ofrece perdón
el padre cruel baja la vista
y una hermana suicida llora su sino

Con su jícara en mano
chiich así dice: "¿Bix a beel?
¿baax ka wa·alik chan x·Maria?"
otro invitado apenado se asoma:
"Cualli tlapoyohualtli, tlazohcamati"
mis queridos difuntos
y los que no lo son tanto
departiendo conviven
el momento presente
la muerte no respeta las fechas
la muerte a todos nos llega

En esta morada son bien recibidos
beban y coman, jueguen y hablen
el tren sigue su marcha infinita
y cuando cruce también ese túnel
otros quizás me recuerden
el sepulcro es solo otra estación
que en todo el país se celebra
los difuntos a coro repiten:
el hombre teme más a la vida
la muerte no es verdugo ni juez
la muerte siega parejo
la muerte a todos hermana
Poeta

Poemas de amor :  OPTIMISMO
Qué bonito se ve el sol una vez que me has llamado
De no sé donde llega una canción después de oírte
Hay rebaños de nubes blancas y una alfombra de flores salpicada
Diciendo que es bella la vida y maravilloso el amor
Cuando tu pensamiento me alcanza mis sienes palpitan
Mi cuerpo pesado se torna ligero
Y entro a un mundo de ensueño
Nada hay que mi alma atribule
El bosque siniestro se ha llenado de luz
Mis labios repiten: la vida es bella y maravilloso el amor
En las calles bullendo de gente apurada
Me empujan mientras sueño despierta
con sus agrios humores y mecánico andar
yo mientras llevo fijas sus amorosas palabras
y es tanto su ánimo, es tanta su magia
que como en una película las acciones se paran
miro los carros echando raíces
de sus ventanillas crecen decenas de ramas
y los edificios petrificados son altas montañas
de donde caen blancas cascadas
forman un río donde mi corazón navega
y avanza cantando: bella es la vida y maravilloso el amor
Poeta

Cuentos :  LUZ Y SOMBRAS (III)
Las veladas para paliar mi fobia a la noche comenzaron a perder sentido, ya me había acostumbrado tal vez a la compañía permanente de Darío, Gonzalo y Vanesa y no necesitaba más historias prestadas, pensé que tal vez era un síntoma de mejoría, más aún cuando mis horas de sueño se extendieron de cuatro a ocho y a veces diez, lo único que me incomodaba era el estado de mi finca, porque sin darme cuenta mis criados empezaron efectivamente a faltar y los restantes no estaban dispuestos a trabajar doble aunque les pagara triple ni por mucho aprecio que me tuvieran; no me considero una persona tacaña ni explotadora, realmente traté de suplir a los que se fueron, pero al parecer nadie estaba ya dispuesto a trabajar en mi finca mientras mis tres huéspedes permanecieran ahí y yo me sentía incapaz de correrlos, pues ya eran parte de mí, así que debí resignarme a ver pasearse a los caballos buscando comida y agua por su cuenta, a permitir que la hierba creciera sin control mezclándose con las flores (excepto los rosales, que Gonzalo tomó a su cuidado), a dejar sin resanar las paredes ni reemplazar la vajilla o los muebles deteriorados y a conformarme con una concurrencia cada vez menos numerosa en las veladas, nada de eso me dolió, después de todo la vida consiste ciclos de esplendor y de decadencia y yo, en plena juventud me sentía ya hastiado de vivir con miedo en una jaula de oro en compañía de cotorras y papagayos noctámbulos, conforme mis sueños se prolongaba noté que mi fobia nocturna disminuía así que me gustaba soñar, hoy a Vanesa desnuda, acostada en el lomo de un cisne, dejando caer la mano, contemplándose en el agua al pasar, luego su reflejo le toma la mano y se levanta y entonces las dos Vanesas hacen el amor sobre el cisne, creando formas plateadas, mientras Gonzalo, sentado en el cuerno que forma la luna va entonando una melodía al ritmo suave de un arpa, la hierba crece, los árboles se multiplican, se mezclan con rosas, con lavanda y jazmines tan altos que no me dejan ver, entonces llega Darío con su caballo y corta todas las plantas, hay lluvia de flores, de hierbas y de cigarras asustadas, las dos Vanesas ríen y yo también; mañana Vanesa está en la cocina, comiendo melocotones en almíbar, hasta ahí llega la voz de Gonzalo cantando una melodía para enamorados, un hombre y una mujer excitados entran y ella les invita a subirse a la barra, como en un altar los tres se despojan de sus prendas y Vanesa le introduce a la mujer un melocotón entre los labios vaginales y comienza a comerlo despacito, con mordiscos breves y suaves lengüetazos, el hombre a su vez ya le introdujo a ella otro y acomodado abajo también come, en poco tiempo llegan más y más invitados que se pelean por el frasco de los melocotones, llega Darío en su caballo, se los arrebata y sale derribando la puerta con toda la multitud detrás de él para tratar de alcanzarlo, como si los melocotones fueran el más potente afrodisíaco de la Tierra.
Otro día soñaba a mis invitados reclamándome la falta de limpieza del comedor, los arañazos de las paredes, la escasez de licor, se quejaban de los jardines invadidos de malezas e insectos, y conforme más elevaban la voz más se distorsionaba hasta convertirse en relinchos, sí, todos mis invitados se convirtieron en una manada de caballos, entonces llegaba Darío con un látigo, se trepaba en uno y los iba arriando hacia los rosales que se habían expandido y crecido desmesuradamente formando un monte que impedía el paso y les obligaba a comérselos con todo y espinas, cuando algún caballo respingaba, él enseguida sacaba la espada y se la clavaba en el lomo, los ijares, el pecho, el pescuezo o las patas, entonces llegaba Gonzalo llorando y suplicándole que no destruyeran los rosales, pero Darío lo embestía con su montura, entonces aparecía Vanesa y se acercaba a un caballo negro, se le colgaba del pescuezo, acariciando la crin, le mordía las orejas y conforme lo acariciaba, el animal recuperaba su anatomía humana, a excepción de la cabeza, ella lo montaba de frente y comenzaba un excitante forcejeo, Vanesa tan negra como el hombre-caballo, sus manos calvadas en sus hombros, subiendo y bajando de su miembro mientras los relinchos retumbaban por toda la quinta, la lengua de caballo deslizándose por sus pechos, Darío, excitado también azotaba violentamente al resto de la manada hasta que los rosales se cubrieron de sangre, un lago de sangre que atrajo a los cisnes y yo, gozoso de no temerles comenzaba a torcerles el cuello, uno a uno, ese día desperté exultante y no me importó saber que mis últimos criados abandonaban la finca, esa misma noche sólo había licor para los escasos invitados que aún llegaban, más por morbo que por costumbre, enseguida quise comprobar si ya estaba curado de la fobia y por primera vez me di el gusto de ser grosero e impertinente con ellos con el fin de que no volvieran, tan eficiente fui en mi propósito que los invitados se retiraron mucho antes del amanecer y yo, satisfecho me fui a leer a la biblioteca.
No bien había avanzado las primeras páginas de un ejemplar de biología cuando me di cuenta de la presencia de un niño de aproximadamente diez años mirándome desde el umbral, por un momento pensé que ahora mi casa se convertiría en guardería, le dije: “ah, ya sé, tú también has hecho un viaje largo y ahora vienes para quedarte”, el niño se acercó muy serio mirándome con compasión, me dijo que ahora estábamos completos y viviríamos como siempre debió ser, le pregunté a qué se refería y entonces me tomó la mano y me pidió que lo siguiera, al bajar vi la sala donde hacía poco había corrido a los invitados, llena otra vez de gente, entre ellos estaban Darío, Gonzalo y Vanesa, todos bailando y bebiendo animadamente, era mi casa, sin duda, pero con gente desconocida y adornada estrafalariamente, una mezcolanza de cuadros y adornos antiguos sin orden, escaleras y recámaras pintadas de colores y tonos diferentes, pero lo que me impresionó realmente fueron los espejos que no reflejaban nada, el niño me dijo que ahora que yo había corrido a mis invitados ahora ellos habían traído a los suyos y adornaron la casa a su gusto, luego me jaló fuera de la casona, me llevó a los rosales, los cuatro estaban cuajados de rosas, como nunca antes los había visto y dijo: “Yo soy Adrián, todos debimos nacer antes que tú, mamá fue una gitana que vivía en una feria ambulante con un grupo de familiares y al casarse con papá fue repudiada por ellos; al principio fue feliz, pero el amor de papá no fue suficiente, añoraba esa vida nómada que tenía, para colmo nos fue perdiendo uno a uno, solo tú conseguiste ver la luz, pero para ella fue demasiado tarde, para recordarnos mamá plantó un rosal por cada uno de nosotros”, yo temblaba, pero no podía desprenderme de su mano y así, pálido y desencajado fui conducido a la laguna y ahí agregó: “mamá siempre creyó que tú no habías nacido, para ella nunca saliste de su vientre, te sentía, pero no te veía, la noche que su corazón estalló sintió tanta sed que quiso beberse toda el agua de la laguna, solo entonces supo que tú no estabas en ella, para que no sufrieras tanto papá te dijo en ese entonces que se había extraviado, pero tú sabías la verdad, luego te envió al internado, ahora recuerdas ¿no?”
Sí, recordé que esa noche la vi salir de su cuarto y la seguí, como tantas veces, la miré dirigirse a la laguna, era un maniquí de caoba cubierta con su bata blanca que brillaba bajo la tenue luz de la luna, soplaba una suave brisa que hacía flotar sus cabellos y así se fue introduciendo en el agua, yo estaba hipnotizado y mientras se hundía su camisón flotaba hasta que sólo quedó una mancha blanca, unos espasmos y nada, para mí fue un acto de magia y quise esperar a ver que pasaba, así que me acomodé en unos arbustos, luego de un rato mamá emergía de nuevo, flotando sobre el agua, muda y rígida, dirigiéndose a mí, tuve miedo, eso no era normal, yo era quien siempre la seguía, ella nunca me buscó, nunca me miraba y ahora se acercaba a mí con sus cuencas llenas de agua turbia donde seguramente nadaban gusarapos y sanguijuelas, algo andaba mal, el agua estaba fría, el aire estaba frío, su abrazo seguramente sería frío, sus labios estarían tan fríos y palpitantes como la piel de un sapo, conforme se acercaba podía apreciar la tez azulada de su piel y sus brazos abiertos dirigiéndose a mí, deseosa de sentarme en sus piernas y no dejarme ir hasta cantarme todas las canciones que me negó en vida, la parálisis de mi cuerpo fue roto por algún grito cercano que yo aproveché para escabullirme y correr desesperadamente a la tibieza de mi cama; sí, recordaba el grito que me despertaba siempre años atrás en la escuela y la sensación de miedo al anochecer, porque que ella se acercaría para darme su lúgubre abrazo.
Hacía frío y temí como entonces, pero la mano de Adrián ahora me tranquilizaba, me dijo que ella era hija de gitanos, vivían de pueblo en pueblo haciendo diversos trabajos y no aspiraban a más y por lo general eran vistos con desconfianza por la gente. En la finca la vida sedentaria le sentó mal, aún así pensó que sus hijos podrían llenar su vacío pero los fue perdiendo uno por uno; Adrián me llevó de regreso a la casona, un pálido resplandor se alzaba en el horizonte, lo suficiente apreciar el deterioro de mi querida finca: era como si hubiera estado abandonada durante años y yo regresara de un largo viaje: había malezas, fuentes rotas y secas, las caballerizas vacías y derruidas, mis caballos tal vez huyeron o habían muerto, la casona con sus muros agrietados, manchados por la lluvia, cubiertos de enredaderas, con sus ventanales sucios y rotos, Adrián dijo: “No te preocupes, ya no necesitas dormir ni hacer diligencias, vivirás tus propios sueños, como siempre quisiste, nosotros estaremos contigo, como la familia que siempre fuimos, buscaremos a los caballos y saldremos a cabalgar por todo el mundo, mamá espera adentro, por fin verás sus ojos.”
Poeta

Cuentos :  LUZ Y SOMBRAS (II)
Darío se instaló como si nunca se hubiera ido y tuvo la desfachatez de presentarse en las veladas, no me molestaba que conviviera con mis invitados, pero sí que no me tomara en cuenta para presentarlo, él era un joven aventurero y por lo tanto encajó perfectamente con el grupito de don juanes que de presumían sus viajes y sus conquistas, él contaba anécdotas emocionantes de pueblos bárbaros adonde llegaba por mar o aire y de los cuales había escapado milagrosamente, para colmo mostraba con orgullo cicatrices de heridas en diferentes partes de su cuerpo, yo no pertenecía a ningún grupo, yo era una polilla que sobrevolaba y se asentaba un rato aquí y otro allá mientras los cerebros brillaban con ideas profusas y los labios y las manos gesticulaban incansablemente, en realidad a mí no me importaba integrarme a mis invitados, tan solo escuchar y degustar la gran variedad de temas que salían a flote, yo terminaba siendo un caleidoscopio de todos ellos, ellos se divertían y yo me distraía de mis temores, era una simbiosis perfecta, así me entretenía en las noches y en el día descansaba intercalando a veces los sueños de mi madre ahogada con el de cualquiera de mis invitados para vivir sus aventuras y pasiones, incluso las de Darío, de quien supe por las quejas de los criados que le gustaba salir desbocado con alguno de los caballos fuera de la finca, espiaba a las criadas y le gustaba practicar esgrima por toda la casa ocasionando la ruptura de adornos o el rayado de paredes y muebles, yo minimizaba esas quejas, eran desahogos propios de la juventud y un carácter dinámico, Darío me trataba con camaradería, pero manteniendo una respetuosa distancia; en cuanto a mis invitados, ninguno se quejaba de él en nuestras conversaciones, es más ni siquiera lo mencionaban por lo tanto deduje que no tenía nada que reclamarle, pronto me acostumbré a verlo como un habitante más de la casona, algo escandaloso y descuidado, pero tolerable.
Gonzalo llegó un tiempo después, se presentó en la biblioteca al igual que Darío; al principio pensé que era una sombra deslizándose por la entrada, pero al levantar la vista vi su figura delgada y pálida dar pasos silenciosos hacia uno de los muebles para tomar un libro de poemas, recuerdo que era un par de años menor que Darío pero su carácter era completamente diferente, Darío era un joven vigoroso y activo, en cambio Gonzalo era pálido y serio, su voz se escurría de sus labios en palabras a veces inaudibles, débiles, monótonas y no se tomaba la molestia de repetirlas, cuando entró (dirigiéndome apenas una mirada triste) le pregunté si andaba de viaje, y me contestó, como si recitara, que le parecía haber perdido la conciencia en algún lugar de la casona, tal vez a causa de una caída, tal vez una decepción y apenas estuviera despertando, sí, Gonzalo era extraño, mucho más retraído que yo, a él le gustaba sentarse en la laguna y jugar en las orillas, hablar con los cisnes, alimentarlos si se acercaban, o tumbarse entre los rosales para aspirar su aroma, a veces lo veía acariciando el de los pétalos pálidos, o los de rosa intenso, con delicadeza casi femenina, tan delicado que parecía fundir sus dedos con los pétalos, esa devoción me enfermaba y me atraía como una droga, Gonzalo no era escandaloso pero su sigilo exasperaba por igual a los criados, su cercanía les producía escalofríos y sus susurros eran como serpientes arrastrándose por pisos, techos y paredes, no pensé que el asunto fuese serio, fuera de sus comentarios no externaban deseos de que tomara medidas al respecto, comprendía que en menos de un mes dos intrusos habían perturbado mi tranquilidad pero yo no era capaz de correrlos, en realidad no tenía motivos sólidos para hacerlo, para mí lo principal era que la noche transcurriera como siempre en mis veladas y me di cuenta que a Gonzalo también le agradaban, como es lógico él se integró al grupo de los bohemios, de los que yo creía que cualquier noche alguno se cortaría las venas entre los rosales o tomaría una balsa para arrojarse con una gran piedra amarrada al cuello en medio de la laguna para luego emerger convertido en cisne, o tal vez en otra luna que mirara (junto a la original) como cuencas brillantes hacia la casona, y entraran alumbrando toda la noche como enormes lámparas y de esa manera no tuviera yo que recurrir más a las veladas, eran ideas macabras que a veces me divertían, pero nunca se materializaron, tan sólo me incitaban a sueños sicodélicos, donde a todos mis invitados les salían plumas y empezaban a graznar como cisnes, era gracioso ver a las mujeres en minifaldas, con los picos en tonos cálidos, antifaces verdes, azules o rosas, los largos pescuezos enredados de collares, sus patas apretujadas en zapatillas y a los hombres con la corbata colgando del pescuezo, cubiertos con camisas de seda o chamarras de cuero, algunos con lentes ridículos y mientras unos aleteaban o barrían con sus picos las mesas llenas de bocadillos otros los hundían en los vasos de licor, pero entonces llegaba Darío con su caballo y arremetía contra todos, tirando mesas, rompiendo lámparas, arrastrando cortinas, esgrimiendo su espada y encabritando al caballo mientras yo en una esquina reía como nunca lo he hecho ni haré jamás viendo a los cisnes correr despavoridos, desplumándose al chocar, cortándose las patas y las alas con los vidrios que estallaban, la ropa desperdigada por todas partes, más de uno era atravesado por la afilada espada de Darío, luego alcanzaba a Gonzalo que declamaba una oda en medio del desastre y lo ensartaba también, formando así una gran brocheta, mientras continuaba su carrera afuera, persiguiendo a los fugitivos.
También soñaba que Gonzalo comenzaba a cantar una de sus trágicas canciones y los invitados se ponían tristes y comenzaban a llorar y a gemir como ánimas en pena, se rasgaban la ropa, comenzaban a beber y mientras más bebían más se inflaban hasta convertirse en grandes globos de licor que flotaban por toda la casona, yo me divertía entonces jugando con ellos rebotándolos contra las paredes, pateándolos hasta que llegaba Darío y los pinchaba con su espada, al hacerlo los globos estallaban como petardos mojando toda la sala con los licores y vinos consumidos y luego yo gozaba lamiéndolos, a veces alguno de esos globos humanos no explotaba, entonces Darío lo desollaba como si fuera una naranja y lo exprimía, pedazo por pedazo sobre su boca chupando ruidosamente la piel hasta dejarla seca y delgada como papel.
Me sorprendía la sangre fría que demostraba en mis fantasías hacia esa muchedumbre que yo mismo busqué para curar mis temores, analicé detalladamente y no pude encontrar en mis primeros invitados los sentimientos que compartíamos al inicio, sólo pude deducir que los invitados de mis invitados siempre eran más entretenidos que yo, por eso ellos mismos me fueron segregando de sus conversaciones relegándome a la calidad de testigo (con suerte) o mueble, la transición de ese pasado a mi presente fue tan paulatina que solamente con mis dos huéspedes pude apreciar su dimensión, nunca he sido una persona sociable, por más que papá trató de rodearme de niños de mi edad y nunca me prohibió visitar a mis familiares, pero era bien poco lo que podía compartir con ellos a pesar de llevar la misma sangre, mis tíos decían que papá era un amargado y a mí me trataban como a un leproso, debido tal vez al trastorno padecido por mi madre antes de mi nacimiento, yo odiaba esa compasión, para ellos yo estaba estigmatizado, el hijo de la demente, siempre en riesgo de repetir ese patrón, por lo tanto mi círculo social era muy estrecho y muy contadas mis distracciones, limitadas a la biblioteca, las faenas de la finca y mis veladas.
Tal vez entonces me di cuenta de que las veladas no eran tan entretenidas como yo pensé, la triste realidad era que a pesar de tener la casa a rebosar cada noche siempre estaba completamente solo, pero al mismo tiempo era demasiado cobarde para enfrentar una noche sin ellos, la llegada de Darío y Gonzalo con sus manías hacían volar mi imaginación creando algo propio por más descabellado que fuera, y cuando apenas me estaba acostumbrando a su compañía llegó Vanesa; no sé por qué no me sorprendió, ella era una jovencita, casi niña, uno o dos años menor que Gonzalo; ella primero se asomó al umbral de la biblioteca, como hacen las criadas para espiar, me miró con su carita traviesa, era muy bonita, con rizos castaños resbalándose por las sienes, sus ojos de un intenso color ámbar y una piel sonrosada que hacía juego con sus mejillas arreboladas, Vanesa esperaba tal vez que la invitara a pasar, pero ante mi pasividad, entró con donaire de princesa y se plantó frente a mí colocando sus brazos en jarra, preguntándome si no le iba yo a preguntar dónde estuvo, entonces le contesté que si Darío y Gonzalo no habían platicado de sus aventuras conmigo tampoco albergaba la esperanza de que ella lo hiciera; Vanesa se rio como si le hubiera contado un buen chiste, me besó la frente y me dijo que tuvo un amante a quien acababa de abandonar porque le había propuesto matrimonio y ella, siendo ave de paso no podría tolerar una relación así, la miré fijamente y me pareció que estaba bromeando, por su físico pensé que no podría tener más de quince años, una edad en la que no es común entablar ese tipo de relaciones, Vanesa se alejó dejando un aroma a lavanda, tomó al azar un libro de química y comenzó a leerlo en voz alta, gesticulando como si ella lo hubiera escrito, le pedí que se callara, que se sentara otra vez conmigo, quería sentir su aroma nuevamente, mas no me hizo caso, dejó el libro y tomó otro de historia leyéndolo también en voz alta, con vehemencia, como protagonizando la historia, entonces me levanté para tratar de arrebatárselo, pero ella, ágil, siempre me esquivaba, riendo y besándome las mejillas con cada fracaso, por último aventó el libro y salió corriendo, salí tras ella, era la primera vez desde que era niño que volvía a correr, la vi perderse entre los arbustos del huerto y de repente reaparecía atravesándose frente a mi, se escondía detrás de un árbol y cuando estaba seguro de encontrarla atrás escuchaba su risa y la veía columpiándose de una rama, yo estaba feliz con su juego, pero quedé paralizado cuando vi que se dirigía al lago, la vi llegar a él, quitarse toda su ropa y meterse al agua, su piel blanca brillaba con los reflejos del sol y sentí un escalofrío, miraba alelado a mi alrededor, podía oír los cascos del caballo desbocado de Darío y una canción triste proveniente de los rosales, los criados miraban para todos lados y en sus miradas podía percibir dudas y temor, yo no acostumbraba hablar con ellos mas que para lo necesario, y ellos nunca hacían preguntas indiscretas, pero cuchicheaban entre sí.
En los primeros días a la llegada de Darío habían hecho comentarios al respecto por los daños al mobiliario y las cortinas, por los caballos constantemente encabritados, de Gonzalo no hablaban, tal vez por su pasividad y ahora con la llegada de la promiscua Vanesa percibí cierta incomodidad, era muy desinhibida para su edad y en cierta forma me sentía responsable por su seguridad, sin embargo, en poco tiempo pude darme cuenta que mis temores eran infundados, ella podía exhibirse desnuda o provocativa en plena luz del día por toda la finca, treparse a los árboles, colgarse de las enredaderas, montar a caballo o simplemente revolcarse en la hierba como gata en celo y nadie se le acercaba o respondía a sus provocaciones, ni siquiera cuando acariciara suavemente los pechos o los hombros de los mozos, éstos sólo se sobresaltaban y miraban a su alrededor fingiendo no verla, aunque estoy seguro que podían percibir su aroma, imposible no hacerlo, imposible no deslumbrarse con su cara de virgen barroca, con su piel de alabastro y mejillas de manzanita, sí, no cabía duda de su latente poder de seducción, era juguetona y muy alegre, justo lo que faltaba en mi casona de orates, en cuanto a Darío y Gonzalo, ninguno cambió sus modales, cuando se encontraban con ella Darío la tomaba de la cintura y le daba vueltas simulando un vals mientras ella reía gustosa, espigando su esbelto cuerpo, cuando se encontraba con Gonzalo ella se recostaba en su espalda y le acariciaba los brazos mientras le cantaba algunas canciones de cuna, le revolvía el pelo y se alejaba saltando mientras el otro seguía sumido en sus cavilaciones, a mí me tomaba de la mano y me jalaba a los huertos donde jugaba a esconderse mientras se iba quitando la ropa, prenda por prenda, pero a pesar de que despertaba en mí instintos dormidos no fui capaz de desearla como mujer, cosa rara en alguien a quien a veces las invitadas a se le insinuaban discretamente pero siempre terminaban encontrando a otro más interesante que yo para saciarse, Vanesa era para mí una ardilla traviesa, una niña que no tomaba nada en serio , sobre todo en las veladas, donde siempre la perdía de vista llevándome a imaginar innumerables escenas eróticas, ella me indujo a sueños mucho más placenteros, sueños en los que la seguía a escondidas con el invitado en turno hasta las recámaras, la biblioteca, las fuentes, a los jardines e incluso a las caballerizas, Vanesa se acomodaba en cualquier sitio e incitaba a su pareja que le seguía el juego encantado, la soñaba en mi alcoba, sentada en el ventanal abierto, la luna escurriendo sobre su piel, con sus mejillas encendidas y la eterna sonrisa mientras le mordían los pechos y le apretaban los glúteos, así, con las cortinas flotando parecía tener alas, y conforme el sediento recorría su cuerpo esos pechos se llenaban, su cuerpo espigado se estiraba y sus caderas se ensanchaban hasta adquirir las proporciones propias de una mujer adulta, y no sólo eso sino que la tonalidad de su piel cambiaba de color entre gemido y gemido, pasando por tonos olivo, esmeralda, magenta, celestes, índigo, oro y púrpura, como un camaleón y oh, maravilla, que se encendían con cada embestida del afortunado galán al penetrarla, Vanesa era versátil en ese sentido, su cuerpo podía adaptarse a cualquier posición, en la cocina se embarraba chocolate o miel en los sitios precisos, en los establos se hacía faldas y sostenes de paja que se desbaratan poco a poco al son de un baile lento que ella inventaba, mojada su piel al bañarse en la laguna su aspecto era igualmente tentador, parecía un pescadito de plata reverberando a la luz del sol, sus rizos mojados eran tirabuzones de grenetina cuajados de azúcar, así, noche a noche mis sueños con ella hicieron olvidar los desórdenes de Darío y de Gonzalo, incluso cuando los criados se quejaban de que los caballos se escapában constantemente y porque la presencia de Gonzalo les amedrentaba, eso sumado a las travesuras de Vanesa ocasionaron estragos visibles por toda la casa: en la cocina con los frascos de fruta en conserva, de miel y cremas abiertos, pisos y mesas manchados, los libros de la biblioteca revueltos, en el comedor cristales y loza rotos, una constante corriente de aire frío llena de susurros tristes, guirnaldas de flores olvidados en cualquier parte, paredes rayadas por el filo de las espadas, cortinas desgarradas, puertas azotadas, alcobas en desorden, incluso mencionaron que mi aspecto estaba muy desmejorado y dormía más de lo habitual, me aconsejaron consultar a un médico, me atendían como a un párvulo, me preparaban no sé cuántos menjunjes para despertarme el apetito y me recomendaban que saliera de viaje, pero todo eso me tenía sin cuidado, y poco a poco ese desinterés no pasó desapercibido para los invitados que notaron el deterioro en que había caído la casona, algunos fueron muy sutiles cuando me preguntaron si acaso mi servidumbre estaba incompleta, ahí fue cuando me di cuenta de lo poco que yo les importaba, porque a mi parecer lo que debieron preguntar es por qué me hallaba tan desmejorado como decían los criados en cuyo caso me habría tomado la molestia corregir esos detalles, no siendo así respondía que efectivamente muchos habían renunciado y dejé que las cosas siguieran su curso.
Poeta

Cuentos :  LUZ Y SOMBRAS
Mi finca era muy hermosa: una casona de techos altos, grandes ventanales, pisos de mármol, muebles de madera tallada con intrincados diseños sus techos de teja coronados por cúpulas le daban un aire de mezquita, estaba amueblada y decorada sobriamente pero con buen gusto, las balaustradas de sus balcones miraban a huertos bien podados y jardines coloridos, una laguna de aguas turbias demarcaba los límites, éste es el mundo donde inició mi existencia hace treinta años y del cual salí a los seis años con el fin de recibir mis primeras enseñanzas académicas y a donde regresé cuatro años después, cuando me expulsaron del internado por despertar a toda la escuela con mis gritos a medianoche, ocasionados por pesadillas que no era capaz de recordar. No sé si el ambiente escolar incubó esas pesadillas que salieron en profusión dos meses antes de que me expulsaran, los médicos del internado intentaron descubrir la causa de mis sobresaltos sin resultado, averiguaron que en mi finca yo no era el único niño, pero sí el único hijo del patrón y por los antecedentes de mi madre los peones procuraban mantener a los suyos alejados de mí, razón por la cual no me acostumbré a relacionarme con chicos de mi edad ni a ser partícipe de sus juegos, comportamiento que abarcó a mis compañeros de escuela, a los cuales más bien detestaba con elegancia, no sentía hacia ellos deseos de camaradería, que tampoco yo les inspiraba, mi apatía y mis evasivas me libraron también de ser blanco de ataques y burlas despiadadas o al menos eso creí, lo cierto es que al inicio de las pesadillas ellos fueron los atemorizados, seguramente sospechaban que me encontraba poseído por algún mal espíritu y respiraron aliviados cuando los médicos del internado me hicieron todo tipo de exámenes hasta que decidieron entregarme a mi padre sugiriéndole que mejor me tratara un psiquiatra ya que ningún mal físico fueron capaces de encontrarme, él se enojó, pero nada pudo hacer para que mi aprendizaje continuara en ese lugar y tampoco quiso probar en alguna otra institución, seguramente para evitarse otra vergüenza por lo que decidió contratar un profesor particular con quien terminé la educación básica y acondicionó una habitación como aula y biblioteca, la cual con el tiempo se llenó de diversos volúmenes, entre comprados, donados o rescatados, ese era mi lugar favorito, rodeado de historias donde personajes audaces grabaron su nombre en sus páginas, donde ideas ridículas en su tiempo dieron lugar a avances e inventos hoy cotidianos, había toda una gama de temas con los cuales podía distraerme sin necesidad de cercanía humana por horas.
En la finca las pesadillas aparentemente dejaron de atormentarme, pero empecé a desarrollar una repulsión al anochecer que con el tiempo se intensificó obligándome a dormir con la luz encendida, era como un presentimiento, un miedo a que algo se introdujera en mi sueño, la incertidumbre de que aquéllo pudiera dañarme de alguna manera aprovechando las sombras, era tanto el temor que en algún momento la luz no fue suficiente, también necesitaba sonidos, sonidos que camuflaran la presencia que yo presentía sólo conseguía dormitar unas cuantas horas, papá siempre pensó que con el tiempo, buenas amistades y el aire puro de la finca podría llevar una vida normal, me alentaba, me enseñaba lo necesario para mantener estables nuestras ganancias, así él se distraía administrando y animándome a viajar, a conocer muchachas y formar una familia, pero en mi mente había lagunas, mi niñez parecía sumergida en una bruma de la que emergía cada día un poco más crecido, con poco más de conocimiento del mundo pero sin pertenecer a él, siempre quise indagar más acerca de mi madre, cómo mi padre la había conocido, el por qué no habían celebraciones en la finca, por qué todos los días con sus respectivas actividades parecían una calca del anterior, pero todas esas interrogantes que le caían en cascada le entristecían, y con voz apagada me contestaba que él la había conocido durante un viaje y la atracción fue recíproca, regresaron a la finca ya casados, cosa que ni su familia ni la familia de ella les perdonaron, pues los de él la consideranan inculta y vulgar y los de ella eran demasiado conservadores para aceptar un matrimonio precipitado con un desconocido ajeno a sus costumbres. Pasó el tiempo y mi madre comenzó a padecer una fuerte depresión porque no lograba engendrar un hijo, desafortunadamente cuando lo logró ya su mente estaba perturbada y una noche aciaga se ahogó en la laguna, entonces bajaba la mirada llegando casi al llanto, eso me hacía sentir culpable y prefería ocuparme en alguna otra actividad hasta que después de un rato él me buscaba con su sonrisa de siempre y volvía a ser el hombre alegre y bondadoso que gozaba cabalgando conmigo todas las tardes, yo crea ser feliz a pesar de su ambigua información acerca de mi madre, lo que me quedaba claro fue que la amó profundamente, en las en las escasas fotografías guardadas con celo pude comprobar que fue una mujer hermosa, de grandes ojos negros, piel ambarina y larga cabellera, lucía bellos vestidos que realzaban su breve talle, redondeadas caderas y bustos, sin embargo su mirada era triste y ausente, una breve sonrisa le daba aire de misterio, en mi imaginación le cambiaba el vestuario; a veces como bailarina de ballet, con un primoroso tutú, otras como andaluza, ocultando su rostro hasta la altura de los ojos con un abanico, también como odalisca, como campesina rusa, como india cheyene, como hawaiana pero ninguno le sentaba tan bien como el de gitana, con su paliacate ceñido a la cabeza y su falda amplia que hipnotizaba con el movimiento de sus caderas, podía escuchar sus pulseras al chocar entre sí y una risa amplia, como la que negaba en las fotos, quizá lo que le hacía falta después de todo, era precisamente eso: era trepar en un carromato para recorrer el mundo en ferias populares.
El tiempo corría y creí ser feliz a pesar de mi aislamiento, a pesar de las lagunas de mi mente que comenzaba a borrar los rostros de mis parientes, los recuerdos de sus visitas esporádicas y breves, algunos de los cuales ya habían fallecido o crecido pues desde niño ya no los veía, a veces fantaseaba y confundía a las personas que llegaban a tratar negocios con mi papá o a los vecinos que llegaban a conversar sobre asuntos triviales, reuniones en las que él insistía para que yo estuviera presente y aprendiera a ser hospitalario y cortés. Siempre me consideré una persona muy tranquila, algo desapegada de la realidad pero inofensiva, con posibilidades de llevar una vida recatada y decorosa.
Un día el caballo de mi padre se encabritó inesperadamente cuando rodeábamos la laguna, y él, desprevenido fue lanzado contra una roca, lo que ocasionó su muerte instantánea, yo lo vi tendido, con el hilillo de sangre corriendo desde la nuca, estaba paralizado, sentí la bruma que me envolvía, fría y espesa, congelando el instante, instantes rotos después de un tiempo que me pareció eterno, hasta que algunos peones se percataron del suceso y se encargaron de levantar a mi padre, yo dispuse de su entierro, sin una sola lágrima, y con escuetas y breves palabras durante todo el velorio, ni los abrazos ni las palabras de peones o familiares que asistieron, tal vez con el alivio de cortar de una vez todo lazo pudieron sacarme de ese estado, desde entonces dejé de montar, tenía entonces veinte años y mi temor por las sombras empeoró al grado de buscar compañía nocturna por cualquier medio, no podía tolerar la casona con sus habitaciones oscuras y silenciosas por tantas horas así que organicé veladas por las noches para las pocas amistades con que contaba, los seduje con mi bien surtida biblioteca, música variada, una mesa de ricos bocadillos y vinos y licores de calidad, al principio siempre lograba convencer a alguno de pasar la noche en casa y de esa manera su sola presencia y la luz de mi habitación encendida me daban cierto sosiego, para ese entonces comencé a pensar que terminaría envejeciendo en mi finca sin cura para mi fobia ni con más compañía que la de mis sirvientes, después ya no fue necesario convencer a nadie de quedarse, siempre había alguno con motivos para hacerlo, a veces llegaba acompañado expresamente para ello, a mí eso no me molestaba en absoluto, aunque tenía mucho cuidado de ocultar mis verdaderas razones, después los acompañantes de mis invitados se empezaron a multiplicar hasta que las veladas se hicieron más animadas, para todos menos para mí, yo, siendo anfitrión terminé por deambular de un lado para otro entre grupos desconocidos que me ignoraban cortésmente, pero eso tampoco me importaba, mientras más ruido hubiera mejor, ellos me hacían un favor sin saberlo y todos contentos.
Mi tranquilidad se alteró una tarde cualquiera, yo estaba sentado tomando el té en la biblioteca cuando entró Darío, nada más de verlo supe que se trataba de alguien familiar a quien no veía desde hacía muchos tiempo (mi memoria era tan volátil que no podía retener por mucho tiempo los rostros de las personas); me dio un breve saludo y tomó un libro de geografía, su favorito, no lo esperaba y menos con su descortés actitud, así que le pregunté quién era y donde había estado todo ese tiempo, Darío me contestó sin levantar la vista que su viaje lo había cansado pero ya no se iría más, ello no contestaba mi pregunta así que insistí para que fuera más específico, pues si había tardado tanto en regresar también tendría mucho por contar, pero no me hizo caso y siguió su lectura, en cuanto a mí, que había vivido solo tanto tiempo pensé que me resultaría difícil una invasión a mi intimidad, pues una cosa eran las veladas nocturnas y otra diferente compartir mi espacio durante las horas diurnas sobre todo cuando tengo tan poca; porque fuera de atender la quinta y realizar las diligencias, mis pasatiempos los realizaba en silencio, cosa que mis sirvientes respetaban desde la muerte de mi padre; en cuanto a mis veladas, éstas ya eran muy conocidas y concurridas y mis invitados sincera o hipócritamente las halagan como las más elegantes y amenas del lugar, en lo personal me considero de gustos refinados y procuro tener bocadillos en abundancia, licores y vinos de calidad, en cuanto a la música he logrado combinar sabiamente la alegría, el romance y la nostalgia para conseguir una sensación de pesar a cada invitado que se retira, por lo general cuando ya el sol ha aparecido por completo.
Como he dicho, la oscuridad de la noche me provoca un miedo irracional que no he querido compartir con siquiatras, por la sencilla razón de que ellos nada pudieron hacer por mi madre, papá lo repetía incesantemente, considerándolos a todos como inútiles y ladrones, su muerte es un recuerdo confuso, su imagen pálida flotando sobre las aguas en la bruma y a la luz de la luna llena me persigue durante el sueño, papá pensó que yo no lo presencié y yo nunca se lo confesé, por eso siempre creyó que mis pesadillas no tenían nada que ver con ella, después de todo mamá siempre fue como una sombra en la casa: no sonreía, no se oían sus pasos, hablaba sola en murmullos casi inaudibles y se la pasaba mirando las rosas del jardín, papá a veces se sentaba a su lado y acariciaba su mano, sus mejillas, pero ella permanecía callada y ausente, en cuanto a mí no recuerdo ningún beso o abrazo suyo, a veces la seguía, como un perro faldero, en ese entonces yo no conocía el miedo y deseaba sentarme en su regazo para saber cómo era su voz y mirarle los ojos, pero siempre me evadía por eso pensé que no los tenía, que los suyo eran dos preciosas cuencas vacías que podía rellenar en mi imaginación con relojes de pulso, con carbones encendidos, con canicas, con guayabas, o simplemente dejarlas así, huecas, llenas de una insondable oscuridad donde yo podía meter mi mano y sacar pañuelos de colores o golosinas, otras veces me parecían dos cuevas de donde salían bandadas de murciélagos, enjambres de avispas o ejércitos de arañas que cubrían toda la casa mientras los criados gritaban y corrían a esconderse donde pudieran mientras yo reía y brincaba tratando de alcanzar la plaga en el aire agitando un abanico, un plato u otro objeto si volaban o pisoteándola si eran rastreros. Pues bien, mi madre murió sin que pudiera llamarle conscientemente madre y papá se hizo huraño y sobre protector conmigo, mis tíos y primos fueron frecuentando la casa cada vez menos debido a ello y él siempre parecía estar muy ocupado para visitarlos, yo, a pesar de la vastedad y belleza de la finca sentía una melancolía insondable, más aún cuando me acercaba al jardín de donde sobresalían los cuatro hermosos rosales: uno rojo encendido, otro amarillo pálido, otro rosa intenso y el último blanco como la nieve, para mí mirarlos era a la vez hermoso y amargo, a eso se agregaba un incipiente pavor cuando el sol comenzaba a declinar, siempre he tenido deseos de cortar esos rosales, pero le prometí a papá que no lo hacerlo pues eran casi una réplica de mi madre según él, esa parte no la entendía entonces.
Como he dicho, las veladas al principio comenzaron con algunas amistades del rumbo, luego ellos fueron trayendo a su vez otras amistades hasta convertirse en una muchedumbre dividida en grupos de acuerdo a sus preferencias, y aunque algunas ocupaban su tiempo en orgías discretas no incomodaban a nadie, los temas eran muy variados y entre música y bocadillos se planeaban y desbaratan conspiraciones, se escribían y satirizaban libros, se palpaban y vibraban cuerpos, se reía a carcajadas o se lloraba a mares, mi quinta se hizo el sitio de reunión preferido de los más extravagantes personajes, lo cual era placentero para mí pues la noche transcurría en un parpadeo y podía recuperarme con unas cuantas horas de sueño durante el día.
Irónicamente, para todos los invitados lo más hermoso de la quinta eran la laguna y los rosales, y cada vez que los halagan yo procuraba desviar su atención hacia asuntos menos personales, aunque debo reconocer que independientemente de las sensaciones tan desagradables que tengo de ellos son lugares casi mágicos, las leves ondas de la laguna sólo son interrumpidas por una familia de cisnes llegados quién sabe de dónde y que tampoco me gusta mirar porque me imagino el cadáver de mi madre multiplicado por cuatro flotando inerte como esa noche, sus antifaces negros me recuerdan sus cuencas vacías y si no me atreví a exterminarlos fue para no convertirme en asesino múltiple de difuntos, más de una vez los ofrecí como regalo entre los invitados a quien pudiera atraparlos pero los malditos parecían advertir sus intenciones pues se esfumaban cuando el interesado en turno llegaba equipado con la intención de llevárselos, así pues tuve que tolerarlos como parte de la finca; alguna vez intenté venderla e irme lejos e iniciar otra vida, pero no lo conseguí, los compradores sufrían algún percance antes de iniciar las gestiones y tratándose de mi única posesión me resultaba impensable arreglármelas sin otros recursos que me proporcionaran la vida holgada que siempre había llevado, así pues las veladas fueron mi último recurso para mi problema, y durante un tiempo fue el estilo de vida perfecto para mí.
Poeta

Poemas de amor :  ESE HOMBRE
Mis palabras son solo migas
que el espíritu esparce
a veces amargas y otras dulces
como la vida se muestra tantas veces

Pero hay un hombre con alma de juglar
que como buen samaritano las recoge
como si fueran finas perlas extraídas
del más profundo y fiero mar

Será acaso que él sabe como
sortear en su navÍo la tempestad
sabrá tal vez cómo remontar el cielo
para ir en pos de la ilusión

A veces me imagino que por equipaje
en una mochila carga excelsos poemas
y silbando una canción emprende el viaje
cruzando llanos e intrincadas selvas
mis palabras siguiendo como pistas
que lo guían al Yucatán

Pienso que en mi presencia
desbordaría esos poemas
como se desbordan de los ríos los caudales
y en su pecho incendiado me mostrara
todas esas migas reluciendo como joyas

A veces me imagino en la canoa
acompañada por escuadras de nacomes
y bordeando la amada América
como a un santuario por destino

Y entregarle como ofrenda
solo a paganos Dioses destinada
guirnaldas perfumadas de pasión
sabrá el cielo si algún día
pudiera tal quimera consumar

Mientras ese hombre que se desvela
creando tantas rimas como estrellas
las palabras siempre son bellas
cuando las escribe el corazón
Poeta