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Dame del vino triste y amargo pero cierto donde el sol no se oculta ni se empaña con sombra pasajera de nube o de montaña. Dorado en el silencio, sin garrular de ríos ni navíos. Desierto... como los sueños míos.
Qué alma mía... y la tuya qué tacaña. Cómo será la mía que hasta comprendo tu tacañería, tu entraña, tu saña.
Aquí de tu posada soy la dueña. ¡Qué alma tuya! ¡Y la mía qué pequeña!
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Poeta
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Yo no te reconozco porque estoy en tus manos y yo llegué a tus manos sin saberlo siquiera. Por eso, si te nombro, me sabe a primavera porque tu nombre es fiesta de trigos y manzanas.
Tu nombre sabe a mieses y al pan que busco y quiero cotidiano y difícil... y al sol y a manzanilla. Tu nombre sabe a tierra generosa y sencilla y a septiembre y semillas y a navidad y a enero.
Por eso tú no puedes llamarte de otro modo sino como te llama mi voz de cada día que si te llamo, amor, se me ilumina todo.
Y tengo patria y sueños y ensueños y alegría y anhelos y esperanzas y glorias y acomodo.... pues tengo todo... todo... lo que yo no tenía.
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Poeta
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Esta rosa que pongo entre tu mano es una breve rosa sin espina. Y esta canción de oscura golondrina, como la flor, es un presente vano.
Porque un día, este día de verano con su sol y su tarde diamantina, se tornará frontera de neblina y yo estaré lejana y tú lejano.
Apenas de la rosa por su huella de perfume, dirás: cómo era ella que así me duele de invisible espina?
Y yo al fin en el verso recordando, sin comprenderlo bien, iré olvidando entre rosa, perfume y golondrina.
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Poeta
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Siempre la rosa. Siempre agonizante. Inclinada o erguida, turbadora. Al filo de la tarde o de fa aurora, coronada en sereno de diamante.
Estancia del amor, rosa fragante. El fango no la ve y ella lo ignora. Estancia triste donde apenas mora la rosa silenciosa y el instante.
Aquí vivió la rosa. Noche y día en la saudade del recuerdo crece y se copia y dilata en su perfume.
y sigue prolongando su agonía por el mal de la espina que padece y fa llama de amor que la consume.
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Poeta
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Eres la sangre en breve arquitectura de corazón al viento acostumbrado. Amor en rojo y en aroma pura nostalgias de gorrión enamorado.
Quién te hizo rosa-fuego en la verdura esperanzada y férvida del prado? Y ese sufrir de espinas y dulzura y jardín por alondras clausurado?
En tu clara bondad de miel caliente, sombra casi de fruto sugerente entre nubes y pájaros soñando.
Y en tu llama de sangre perseguida, indefinidamente indefinida, sigues por tu perfume caminando.
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Poeta
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Hacia atrás en los siglos, mis abuelas tranquilas amables, amorosas, lejanas y señeras. Las pardas cabelleras al cuello recogidas. Las pardas cabelleras... Mujeres que rindieron sus cabezas maduras -trigal auri-moreno cuando el otoño llega-. Alguna va en mi sangre repitiendo su infancia, rencorosa y callada como una niña ciega. ¿Y de dónde venían? Oh montaña de Antioquia por ellas abonada para el gusto del trigo. Por montañas de Antioquia su oración y su canto. Sus sombras capitales para siempre conmigo. Suaves niñas lejanas, hacia atrás, mis abuelas. El cordón de mi sangre gira en sus huecas manos como inocente lino... retorcido en la rueca del tiempo. (Patios hay con claveles y patios hay lejanos como en las rojas tierras de Castilla). ¡Júbilo de mi sangre! Mis manos inocentes jugaron con las flores de sedosa mantilla. Retrocedo en el tiempo centurias para verlas por detrás de mis hombros en adorables filas. Mujeres silenciosas, saudadosas, austeras, entre linos y espliegos para siempre tranquilas. Por detrás de mis años, sus ojos de violeta escrutan mi destino.
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Poeta
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Esta palabra azul, clavel al viento, al llegar al país de tu sonrisa, será una mariposa, sólo brisa, mecida por el aire de tu aliento.
Se nutrirá del néctar de tu acento y del clima sonoro de tu risa. Su vuelo musical cortará aprisa el aire manso de tu pensamiento.
Será forma perfecta y deseada que diga todo sin saber de nada.... lo mismo que el clamor de la campana
que da su voz e ignora que el sonido ha dejado un momento estremecido el rosado cristal de la mañana.
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Poeta
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En piélagos amargos, anteayer, yo quieta, yo desventurada. Después, en hondos limos, alimañas odiosas. Los ciegos peces y las altas rosas victoriosas, sombrías y los días, sus albas temblorosas. (Todo tan lejos de las manos mías)
Mares hondos. Secretos. Azules. Desvelados y crueles. Voces extrañas. Cósmicos lebreles. Las olas como uñas ferales atacando seguido el litoral. Yo, deslumbrada y en mis lágrimas vivas, la sal y en sus yodos trementes, agotada, mezquina y las olas violentas arañando la costa diamantina como un gato furioso, endemoniado. (Yo le echo tierra a todo lo pasado)
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Poeta
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Ahí te dejo las últimas monedas y el vino que cobraste y no probé, por nada. En los remates y las almonedas, ganarás todo cuanto yo he perdido... y yo nunca he perdido, porque cuando he perdido, pues tan sólo he perdido unas monedas. Qué son unas monedas ante el milagro de la vida! Me voy. No sé hacia dónde... hacia la noche bella, con mi secreto destino, con mi estrella y mi campo en agraz. Pues todo va conmigo: amor y canto y trigo... Siempre. Nunca. jamás. Este afán de vivir ya no se cura ni con vino. Este afán de vivir ya no se calma ni con vino de palma. Sólo el anhelo de vivir perdura. Quiero vino no más pero no en demasía. Mañana? pues mañana es otro día y este afán de vivir ya no se calma y este afán de vivir ya no se cura ni con vino de palma.
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Poeta
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Si el pasado pasara. Cuánta edad la del río y la pradera? Si la pena acabara... descansara, muriera. Y revientan canciones como estrellas en la callada noche montesina. Olor de azahar, de pino, de resina. Oscuros aldeanos que aún defienden su predio. Yo vi nacer sus hijos con dolor y con tedio en sus tierras saladas. Y las fuertes maderas sometidas a la soberanía de sus manos. Y mis ojos resecos y lejanos vieron segar sus vidas.
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Poeta
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