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He aquí, lector, la diminuta llave Que guarda de mis joyas el tesoro; Privanme la modestia y el decoro De que yo te las muestre y las alabe.
Quizás tu lente, escrutador, acabe Por no hallar en mi cofre perlas ni oro Si tal descubres, por tu honor imploro Que no lo digas a quien no lo sabe.
Si no hallas en mis versos poesía, Ni estilo, ni metáforas brillantes, Mis páginas arroja sin leerlas.
Que otro lector, acaso, encontraría En los tipos de imprenta - los diamantes, Y en mis vacías páginas - las perlas.
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Poeta
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Yo se que eres una ave fugitiva, Un pez dorado que en las ondas juega, Una nube del alba que desplega Su miraje de rosa y me cautiva.
Se que res flor que la niñez cultiva Y el hombre con sus lágrimas la riega, Sombra del porvenir que nunca llega, Bella a los ojos, y a la mano esquiva.
Yo se que eres la estrella de la tarde Que ve el anciano entre celajes de oro, Cual postrera ilusión de su alma, bella.
Y aunque tu luz para mis ojos no arde, Engáñame ¡oh mentira! Yo te adoro, Ave o pez, sombra o flor, nube o estrella.
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Poeta
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Dios dijo al ave de los bosques canta, al tierno caliz de la flor, perfuma a la estrella, los mares abrillanta, al sol invade en la azulada bruma
al ambiente suspira, al mar encanta con tus bellezas de argentada espuma y a ti mujer para el odio nacida, te ha dicho acaso dios ¿ ama y olvida ?
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Poeta
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¡Oh! cuánto tiempo silenciosa el alma mira en redor su soledad que aumenta como un péndulo inmovil: ya no cuenta las horas que se van! No siente los minutos cadenciosos a golpe igual del corazón que adora aspirando la magia embriagadora de tu amoroso afán.
Ya no late, ni siente, ni aún respira petrificada el alma allá en lo interno; tu cifra en mármol con buril eterno queda grabada en mí! Ni hay queja al labio ni a los ojos llanto, muerto para el amor y la ventura esta en tu corazón mi sepultura y el cadáver aquí!
En este corazón ya enmudecido cual la ruina de un templo silencioso, vacío, abandonado, pavoroso sin luz y sin rumor; Embalsamadas ondas de armonía elevábanse a un tiempo en sus altares; y vibraban melódicos cantares los ecos de tu amor.
Parece ayer! ...De nuestros labios mudos el suspiro de ¡"Adiós" volaba al cielo, y escondías la faz en tu pañuelo para mejor llorar! Hoy... nos apartan los profundos senos de dos inmensidades que has querido, y es más triste y más hondo el de tu olvido que el abismo del mar!
Pero, ¿qué es este mar? ¿qué es el espacio, qué la distancia, ni los altos montes? Ni qué son esos turbios horizontes que mira desde aquí; si al través del espacio de las cumbres, de ese ancho mar y de ese firmamento, vuela por el azul mi pensamiento y vive junto a tí:
Si yo tus alas invisibles veo, te llevo dentro del alma estás conmigo, tu sombra soy y donde vas te sigo por tus huellas en pos! Y en vano intentan que mi nombre olvides; nacieron, nuestras almas enlazadas, y en el mismo crisol purificadas por la mano de Dios.
Tú eres la misma aún; cual otros días suspéndense tus brazos de mi cuello; veo tu rostro apasionado y bello mirarme y sonreír; aspiro de tus labios el aliento como el perfume de claveles rojos, y brilla siempre en tus azules ojos mi sol, ¡mi porvenir!
Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido; mi nombre está en la atmósfera, en la brisa, y ocultas a través de tu sonrisa lágrimas de dolor; pues mi recuerdo tu memoria asalta, y a pesar tuyo por mi amor suspiras, y hasta el ambiente mismo que respiras te repite ¡mi amor!
¡Oh! cuando vea en la desierta playa, con mi tristeza y mi dolor a solas, el vaivén incesante de las olas, me acordaré de tí; Cuando veas que una ave solitaria cruza el espacio en moribundo vuelo, buscando un nido entre el mar y el cielo, ¡Acuérdate de mí!
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Poeta
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