Poemas :  El recuerdo de la patria
Vi en el Támesis umbrío
Cien y cien naves cargadas
De riqueza;
Vi su inmenso poderío,
Sus artes tan celebradas,
Su grandeza;
Mas el ánima afligida
Mil suspiros exhalaba
Y ayes mil;
Y ver la orilla florida
Del manso Dauro anhelaba
Y del Genil.
Vi de la soberbia corte
Las damas engalanadas,
Muy vistosas;
Vi las bellezas del norte,
De blanca nieve formadas
Y de rosas:
Sus ojos de azul del cielo;
De oro puro parecía
Su cabello;
Bajo transparente velo
Turgente el seno se vía,
Blanco y bello.
¿Mas qué valen los brocados,
Las sedas y pedrería
De la ciudad?
¿Qué los rostros sonrosados,
La blancura y gallardía,
Ni la beldad?
Con mostrarse mi zagala,
De blanco lino vestida,
Fresca y pura,
Condena la inútil gala,
Y se esconde confundida
La hermosura.
¿Dó hallar en climas helados
Sus negros ojos graciosos,
Que son fuego,
Ora me miren airados,
Ora roben cariñosos
Mi sosiego.
¿Dó la negra cabellera
Que al ébano se aventaja?
¿Y el pie leve,
Que al triscar por la pradera,
Ni las tiernas flores aja,
Ni aun las mueve?...
Doncellas las del Genil,
Vuestra tez escurecida
No trocara
Por los rostros de marfil
Que Albïon envanecida
Me mostrara.
Padre Dauro, manso río
De las arenas doradas,
Dígnate oír
Los votos del pecho mío;
Y en tus márgenes sagradas
Logre morir.
Poeta

Poemas :  El cementerio de Momo
Yace aquí un mal matrimonio,
Dos cuñadas, suegra y yerno...
No falta sino el demonio
Para estar junto el infierno.
pareados con rima consonante,
¡En sepulcro de escribano
Una estátua de la Fe!...
No la pusieron en vano;
Que afirma lo que no ve.
¿Ya hay pleito sobre el sepulcro,
Y aún no está el hombre enterrado?
¡Éste sí que era letrado!
Yace aquí Blas...y se alegra
Por no vivir con su suegra.

Agua destilada la piedra,
Agua está brotando el suelo...
¿Yace aquí algún aguador?-
No, señor: un tabernero.
Un delator aquí yace...
¡Chito! que el muerto se hace...
Aquí yace una doncella...
Y han borrado de labor...
Siempre es bueno hacer favor.
Yace en esta estrecha caja
El sastre más afamado;
Y dicen que no ha robado...
Al menos en la mortaja.
¡Cuñados en paz y juntos!...
No hay duda que están difuntos.
Aquí yace una beata
Que no habló mal de ninguna...
Perdió la lengua en la cuna.
Aquí un médico reposa,
Y al lado han puesto a la Muerte...
Iban siempre de esta suerte.
¡Al pie del sepulcro un cuerno! ...
¿No admite dos el infierno?
Aquí un hablador se halla ...
Y por vez primera calla.
Aquí yace una viüda
Que murió de pena aguda,
Apenas hubo perdido
A su séptimo marido.
Aquí se enterró un suizo ...
Por el dinero lo hizo.
Un borrego han esculpido
En esta tumba modesta ...
¿Tuvo el difunto el toison?...
Fue escribano de la Mesta.
Aquí a una bruja enterraron,
Chamuscada a fuego lento ...
Nunca es malo un escarmiento.
Aquí yace un cobrador
Del voto del Rey Ramiro ...
¿No era mejor dar mujeres;
Y quedarnos con el trigo?
Aquí yace un mayorazgo
Junto a su hermano mellizo:
Éste se murió de hambre;
Y aquél se murió de ahíto.
Aquí yace un proyectista,
Que quiso dar por asiento
Agua, tierra, fuego y viento.
Aquí yace un egoísta
Que no hizo mal ni hizo bien ...
Requiescat in pace, Amén.
Aquí yace Don Matías,
Acusado de tacaño;
Y daba gratis al año...
Pésames, pascuas y días.
El general que aquí yace,
Hizo lo mismo que el Cíd ...
Entraba muerto en la lid.
Aquí yace un alquimista,
Que en oro trocaba el cobre ...
Y murió de puro pobre.
Aquí yacen dos maestrantes ...
Ocupados como antes.
Poeta

Poemas :  Canción del cautivo
Mientras miraba
Como peinaba
La mar serena
La leve arena
De África altiva,
Triscar festiva
Vi una doncella
Donosa y bella,
El pie liviano,
Breve la mano,
Nevado el cuello,
Rubio el cabello...
Y olvidando mi pena,
El peso no sentí de la cadena
Tierno la miro,
Triste suspiro
Y susurrando
Céfiro blando,
El sordo ruido
Lleva a su oído:
Torna asustada
La faz rosada;
Mírame altiva;
Húyeme esquiva;
Seguirla intento,
Fáltame aliento...
Y al pie veloz enfrena
El grave peso de la atroz cadena.
¡Oh ilusión fiera!
La imagen era
De mi querido
Dueño perdido,
Que me fingía
La fantasía;
Y Amor me dice:
«Sigue, infelice,
Sigue su huella,
Lograrás vella...
Y Eco retumba:
«Ni aun en la tumba;
Que el hado te condena
A morir con la bárbara cadena.»
Canción, advierte
Mi humilde suerte,
Y al duro cielo
No alces el vuelo:
Tu ala rastrera
Cruce ligera
La mar salada;
Busca a mi amada,
Dile que vivo
Triste y cautivo;
Que el dulce canto
Trocóse en llanto...
Mas su nombre resuena
Al ronco son de la fatal cadena.
Poeta

Poemas :  El árbol de la esperanza
Al pie nace de una cuna
El árbol de la esperanza;
Y al son del viento se mece,
Frágil cual trémula caña:
Sólo un instante por dicha
Manso el céfiro le halaga,
Que el cierzo helado lo seca,
Y el austro ardiente lo abrasa.
Crece, da vistosas flores,
Y el fruto rara vez cuaja:
Cual tierna flor del almendro,
Muere por nacer temprana.
Cuanto más alto se encumbra,
Más peligros le amenazan;
Como el cedro que descuella,
Los rayos del cielo llama.
Reposa el águila altiva
En su copa soberana;
Mientras insectos traidores
Están royendo su planta:
Hondas echa las raíces;
Lejos extiende sus ramas;
Y apenas da escasa sombra,
La Muerte su tronco tala.
Poeta

Poemas :  La muerte
Al borde está de una tumba
La inexorable deidad,
Mal ceñido el negro manto,
Lívida la horrenda faz,
Y la planta descarnada
Sobre una corona real:
En tablas de bronce y mármol,
Carcomidas por la edad,
Apoya el brazo siniestro
Con terrible majestad,
Y la historia de cien siglos
Debajo borrada está.
Reina en torno hondo silencio,
Destrucción y soledad,
Como en el Averno lago
En que hasta el aire es letal;
Ni alrededor nace yerba,
Ni osan las aves volar.
Ante sus ojos perenne
Arde una luz funeral,
Cual si la densa tiniebla
Luchase por disipar;
Mas apenas la vislumbra
Entre sombras el mortal,
Cuando su débil reflejo
¡Se pierde en la eternidad!
Poeta

Poemas :  Canción guerrera
Nobles hijos de Esparta y de Atenas,
De la Patria la voz escuchad;
Y rompiendo las viles cadenas,
Del combate las armas forjad..

CORO

De acero el pecho fuerte la época represiva.
De acero el brazo armad:
Independencia o muerte, supremo.
¡Muerte!
O muerte o libertad, seguida de un coro, repetida siete veces.
¡O libertad!
¿No miráis a esos fieros tíranos
Al nacer vuestros hijos sellar,
Aherrojar vuestros padres y hermanos,
Vuestro lecho y amor profanar?

CORO

De acero el pecho fuerte,
De acero el brazo armad:
Independencia o muerte,
¡Muerte!
Omuerte o libertad,
¡O libertad!
Vuestro campo a otro dueño da fruto;
A otro dueño labráis vuestro hogar;
Y pagáis vergonzoso tributo
Porque el aire podáis respirar.

CORO

De acero el pecho fuerte,
De acero el brazo armad:
Independencia o muerte,
¡Muerte!
Omuerte o libertad,
¡O libertad!
El infiel prorrumpió en su venganza:
«De mis siervos el Dios dónde está?...
Con blandir en el aire mi lanza,
Al amago en el polvo caerá.»

CORO

De acero el pecho fuerte,
De acero el brazo armad:
Independencia o muerte,
¡Muerte!
Omuerte o libertad,
¡O libertad!
Sangre inunda las aras divinas
Sangre miro los campos regar;
Sangre empapan las tumbas y ruinas;
Sangre corre en la tierra y el mar.

CORO

De acero el pecho fuerte,
De acero el brazo armad:
Independencia o muerte,
¡Muerte!
Omuerte o libertad,
¡O libertad!
¿Qué tardáis?... ¡Al combate, a la gloria!
No hay ya medio; o morid o triunfad:
Si os negare el laurel la victoria,
Del martirio la palma alcanzad.

CORO

De acero el pecho fuerte,
De acero el brazo armad:
Independencia o muerte,
¡Muerte!
O muerte o libertad,
¡ O libertad!
¡Oh portento! En los cielos ya brilla
Del Señor la gloriosa señal:
Del infiel se tronchó la cuchilla;
Y ceñís la corona inmortal.


CORO
De acero el pecho fuerte,
De acero el brazo armad:
Independencia o muerte,
¡Muerte!
O muerte o libertad,
¡O libertad!
Poeta

Poemas :  La vuelta a la patria
Amada patria mía,
¡Al fin te vuelvo a ver! ... Tu hermoso suelo,
Tus campos de abundancia y de alegría, tierra amada:
Tu claro sol y tu apacible cielo! ...
Sí: ya miro magnífica extenderse
De una y otra colina a la llanura
La famosa ciudad; descollar torres
Entre jardines de eternas verdura;
Besar sus muros cristalinos ríos;
Su vega circundar erguidos montes;
Y la Nevada Sierra
Coronar los lejanos horizontes.
No en vano tu memoria
Do quiera me seguía;
Turbaba mi placer, mi paz, mi gloria;
El corazón y el alma me oprimía!
Del Támesis y el Sena
En la aterida margen recordaba
Del Dauro y del Genil la orilla amena;
Y triste suspiraba;
Y al ensayar tal vez alegre canto,
Doblábase mi pena,
Mi voz ahogaba el reprimido llanto.
El arno delicioso
Me ofreció en balde su feraz recinto,
Esmaltado de flores,
Asilo de la paz y los amores:
«Más florida es la vega
Que el manso Genil riega;
Más grata la morada
De la hermosa Granada ... »
Y tan sentidas voces
Murmuraba con triste desconsuelo;
Y el hogar de mis padres recordando,
Los mustios ojos levantaba al cielo.
Tal vez en mi dolor más me aplacía
De agreste sitio el solitario aspecto;
De las ciudades azorado huía,
Y ansioso, palpitante,
Los escabrosos Ales recorría;
Mas su nevada cumbre
No tan viva y tan pura reflejaba
Del sol la clara lumbre
Cual la Nevada Sierra,
Cuando el astro del día
Un torrente de luz vierte en la tierra.
De Pompeya las ruinas pavorosas,
Sus calles silenciosas,
Sus pórticos desiertos,
De yerba ya cubiertos,
Mi profundo pesar lisonjeaban;
Y graves reflexiones
En mi agitada mente despertaban:
¿Qué vale el poder vano
Del miserable humano?
En abatir su orgullo y su renombre
La suerte se complace;
Y las obras que eternas juzga el hombre,
Con un soplo deshace...
Por el rastro de escombros junto al Tíber
Hoy busca el caminante
Del sumo Jove la ciudad triunfante;
Rompe el arado la fecunda tierra,
Que cual lóbrega tumba
Los sacros restos de Hércules encierra;
Y si Pompeya en pie mira sus muros,
Los siglos carcomieron su cimiento;
Y al respirar el viento,
Tiembla sobre su planta mal seguros.
Así en mi juventud yo vi las torres
de la soberbia Alhambra quebrantadas
Amenazar del Dauro la corriente
Con su ruina inminente;
Cada rápido instante de mi vida
El plazo apresuró de su caída;
Y del antiguo Alcázar soberano,
En que el moro poder vinculó ufano
Su gloria a las edades,
Tal vez un día ni hallarán mis ojos
Los míseros despojos...
A tan funesta imagen, en el pecho
Mi corazón se ahogaba;
Y en lágrimas deshecho,
Al pie de los sepulcros me postraba...
¿Cuál es tu magia, tu inefable encanto,
Oh patria, oh dulce nombre,
Tan grato siempre al hombre?
El tostado africano,
Lejos tal vez de su nativa arena,
Con pesar y desdén los prados mira,
Y por ella suspira:
Hasta el rudo lapón, si en hora infausta
Se vio arrancado del materno suelo,
Envidia y ansía las eternas noches,
Los yertos campos y el perpetuo hielo;
Y yo, a quien diera la benigna suerte
Nacer, Granada, en tu feliz regazo,
Y crecer en tu seno,
De tantos bienes lleno;
Yo triste, ausente de la patria mía,
De ti me olvidaría!
En las ásperas costas africanas,
Al náufrago inhumanas,
Yo tu sagrado nombre repetía;
Y las inquietas olas
Llevábanlo a las costas españolas
En el polo apartado
Oyólo de mi labio el mar furioso,
Por el tesón del batávo enfrenado;
Oyóle el Rhin, el Ródano espumoso,
El alto Pirineo, el Apenino;
Y del Vesubio ardiente
En el cóncavo hueco
Por vez primera repitiólo el eco.
Poeta

Poemas :  RELOJ DE ARENA
¡Cuán rápida desciende
la arena ante mi vista;
y cada leve grano
lleva un mísero instante de mi vida! ...
Tardos los juzga el Tiempo,
y el curso precipita,
y el frágil vidrio estalla
entre las manos de la Muerte impía:
Al viento arroja el polvo
con bárbara sonrisa;
y amor, gloria, ilusiones
al borde de la tumba se disipan...
¿Dónde voló mi infancia,
mi juventud florida,
mis años más dichosos,
mis gustos, mis encantos, mis delicias?
Todo pasó cual sueño.
Todo finó en un día,
cual flor que al alba nace,
y al trasmontar del sol yace marchita.
Mi corazón sensible
a la piedad divina,
a la amistad sincera,
del amor a las plácidas caricias,
abrió su incauto seno,
exento de perfidia;
y la maldad proterva
clavó con sangre en él duras espinas...
¿Por qué, decid, crueles,
desgarráis tan aprisa
la venda de mis ojos,
que el fementido mundo me encubría?
Amar es mi destino.
Amar mi bien, mi dicha.
El cielo bondadoso
para amar me dio un alma compasiva.
Si aborrecer es fuerza,
trocad el alma mía.
Que el odio y la venganza
en mi pecho jamás tendrán cabida...
¡Así, Dios de clemencia,
mis súplicas recibas
con tu piedad, y enjugues
las lágrimas que riegan mis mejillas!
Poeta

Poemas :  LA TORMENTA
¿Hubo n día jamás, un solo día,
cuando el amor mil dichas me brindaba,
en que la cruda mano del destino
la copa del placer no emponzoñara?
Tú lo sabes, mi bien: el mismo cielo
para amarnos formó nuestras dos almas;
mas con doble crueldad, las unió apenas,
las quiso dividir, y las desgarra.
¡Cuántas veces sequé con estos labios
tus mejillas en lágrimas bañadas,
tus ojos enjugué, y hasta en tu boca
bebí ansioso tus lágrimas amargas!
Con suspiros tristísimos salían,
mezcladas, confundidas tus palabras;
y al repeler mis manos con latidos,
tu corazón desdichas presagiaba...
Todas, a un tiempo, todas se cumplieron:
y si tal vez un rayo de esperanza
brilló cual un relámpago, el abismo
nos mostró abierto a nuestas mismas plantas.
¿Lo recuerdas, mi bien? Morir unidos
demandamos al cielo en noche aciaga,
cuando natura toda parecía
en nuestro daño y ruina conjurada:
la tierra nos negaba hasta un asilo;
la lluvia nuestros pasos atajaba;
bramaba el huracán; el cielo ardía,
las centellas en torno serpeaban...
¡Ay!, ojalá la muerte en aquel punto
sobre entrambos el golpe descargara,
cuando sin voz, sin fuerzas, sin aliento,
te sostuve en mis hombros reclinada.
'¿Qué temes? Vuelve en ti; soy yo, bien mío;
es tu amante, tu dueño quien te llama;
ni el mismo cielo separarnos puede:
o destruye a los dos, o a los dos salva.'
Inmóvil, muda, yerta, parecías
de duro mármol insensible estatua;
mas cada vez que retumbaba el trueno,
trémula contra el seno me estrechabas;
en tanto que por hondos precipicios,
casi ya sumergido entre las aguas,
a pesar de los cielos y la tierra
conduje a salvo la adorada carga...
Ahora, ¡ay de mi!, por siempre separados,
sin amor, sin hogar, sin dulce patria,
el peligro más lev me amedrenta;
la imagen de la muerte me acobarda:
ni habrá un amigo que mis ojos cierre;
veré desierta mi fatal estancia;
y solo por piedad mano extranjera
arrojará mi cuerpo en tierra extraña.
Poeta

Poemas :  LA NIÑA DESCOLORIDA
Pálida está de amores
mi dulce niña.
¡Nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!

Nunca de amapolas
o adelfas ceñida
mostró Citerea
su frente divina.
Téjenle guirnaldas
de jazmín sus ninfas,
y tiernas violas
Cupido le brinda.

Pálida está de amores
mi dulce niña.
¡Nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!

El sol en su ocaso
presagia desdichas
con rojos celajes
la faz encendida.
El alba, en Oriente,
más plácida brilla;
de cándido nácar
los cielos matiza.

Pálida está de amores
mi dulce niña.
¡Nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!

¡Qué linda se muestra,
si a dulces caricias
afable responde
con blanda sonrisa!
Pero muy más bellas
el amor convida
si de amor se duele
si de amor respira.

Pálida está de amores
mi dulce niña.
¡Nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!

Sus lánguidos ojos
el brillo amortiguan;
retiemblan sus brazos;
su seno palpita.
Ni escucha, ni habla,
ni ve, ni respira;
y busca en sus labios
el alma y la vida...

Pálida está de amores
mi dulce niña.
¡Nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!
Poeta