Sahumáronte los pétalos de acacia que para adorno de tu frente arranco, y tu nervioso zapatito blanco llenó toda la tarde con su gracia.
Abrióse con erótica eficacia tu enagua de surá, y el viejo banco sintió gemir sobre tu altivo flanco el vigor de mi torva aristocracia.
Una resurrección de primaveras llenó la tarde gris, y en tus ojeras, que avivó la caricia fatigada,
me fantasearon en penumbra fina las alas de una leve golondrina suspensa en la inquietud de tu mirada.
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Poeta
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