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¿Me visita tu espíritu, amor mío? Yo no lo sé; pero tu imagen bella vino a mi lado, y en el mundo vago del sueño, anoche, deliré con ella.
Era Chapultepec, y la ancha sombra del canoso Alruehuelt nos daba abrigo, la luna llena iluminaba el bosque y estábamos, mi vida, sin testigo.
Tú sabes lo demás....El alma mía en su fiebre de amor feliz y loca, a cada beso tuyo agonizaba en el nido de amores de tu boca.
¡Oh, ven mi desposada! En el ramaje el rayo de la luna desfallece, y amor, el mismo amor, tálamo blando en las hojas caídas nos ofrece.
Llegan allí, perdidos en las brisas que el bosque perfumadas atraviesan, arrullos de torcaces que se llaman, suspiros de las hojas que se besan.
¡Oh, ven...! ¿Adónde estás...? Envíame loca en el aire que pasa tus caricias, que yo en el aire beberé tus besos y mi alma embriagaré con tus delicias.
Ven a la gruta en que el placer anida; el viejo bosque temblará de amores, suspirarán de amor todas las brisas Y morirán de amor todas las flores.
Apagará tus besos el susurro del aura que suspira en los follajes, y arrullarán tu sueño entre mis brazos los himnos de los pájaros salvajes.
Y a la luz indecisa de la luna allá a lo lejos, y de ti celosa, la antigua Diana, de los viejos bosques diosa caída, vagará medrosa.
La noche azul nos brinda su misterio y templo el bosque a nuestro amor ofrece: mi alma te busca, mi pasión te espera y ebrio de amor mi corazón fallece.
¡Oh, ven, mi seducción, mi cariñosa! ven a la gruta en que el placer anida, que la dicha no mata...y si me mata tú con tus besos me darás la vida.
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Poeta
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Bésame con el beso de tu boca, cariñosa mitad del alma mía: un solo beso el corazón invoca, que la dicha de dos... me mataría.
¡Un beso nada más! Ya su perfume en mi alma derramándose la embriaga y mi alma por tu beso se consume y por mis labios impaciente vaga.
¡Júntese con la tuya! Ya no puedo lejos tenerla de tus labios rojos... ¡Pronto... dame tus labios! ¡Tengo miedo de ver tan cerca tus divinos ojos! Hay un cielo, mujer en tus abrazos, siento de dicha el corazón opreso... ¡Oh! ¡Sosténme en la vida de tus brazos para que no me mates con tu beso!
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Poeta
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Tu imagen vino a visitarme en sueños; sentí un aliento acariciar mi frente, y luego un labio trémulo y ardiente que buscaba mi labio... y desperté. La sombra nada más, la triste sombra, la muda soledad, la negra calma imagen de la noche de mi alma, esto tan sólo al despertar hallé.
¡Ah! Si en la noche de la triste ausencia ¡no me sonriera la esperanza hermosa de que en tu seno, virgen cariñosa, el sueño de la dicha he de dormir; yo me hundiera en mi lóbrega tristeza hasta llegar al seno de la muerte; porque no puedo ya vivir sin verte, porque amar y estar lejos, es morir. Pero, al menos tú sabes que te amo con un amor que la creación llenara, con un amor que el ángel envidiara si no fueras un ángel tú también. Si dueño fuera de la tierra toda, la tierra toda ante tus pies pusiera... Si fuera Dios... ¡hasta los cielos diera por sólo un beso en tu divina sien...! Mis noches son para soñar tu imagen, tu imagen es para encantar mi vida, mi vida para ti, virgen querida, y tú para mi eterna adoración. Tú, caricia, dulcísima del alma, tú, beso de los cielos desprendido y en medio de mis lágrimas caído, aquí, dentro mi mismo corazón. ¡Oh! ¡ven a mí! Mi vida solitaria se acaba, se consume en el hastío; necesito de ti, dulce bien mío, necesito de ti para vivir. Es tu sombra la luz de mi camino, sin ti me siento el corazón ateo; me estoy muriendo porque no te veo, porque amar y estar lejos, es morir. ¡Oh! si me amas también, si también lloras; si, a tu lado buscándome, suspiras; si sientes este fuego que me inspiras, alma de mi alma enamorada, ¡ven! ven a mi pecho, si en el tuyo, viva ardiendo está de la pasión la hoguera... ¡Oh! ¡ven a mí! mi corazón te espera, que ardiendo está mi corazón también. Te veo en mi sueño... ¡Y en mi sueño, loco, temblando el alma de pasión, te llamo! y te grito... te grito... ¡que te amo! ¡que soy tu dueño, que tu esclavo soy! ¡que instante tras instante de mi vida, del corazón latido tras latido, para volar a ti se han desprendido, y que sin vida, que sin alma estoy! Te llamo en sueños... y venir te siento... el ruido de tu paso: me estremece, y mi frente, abrasada palidece al eco, idolatrado de tu voz. Y siento que te acercas... que tu aliento ardiente y suave mi mejilla toca, y que juntas tu boca con mi boca... ¡Y despierto... con fiebre el corazón...! ¡Ven...! ¡y una dicha buscaré suprema para pagarte la que tú me dieres, inundaré tu vida de placeres, incendiaré de amor tu corazón! Y entonces, cuando loco, de tus labios bebiendo esté torrentes de delicias, ¡mátame, por piedad, con tus caricias! ¡mátame entre tus brazos... de pasión!
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Poeta
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Déjame ver tus ojos de paloma cerca, tan cerca que me mire en ellos; déjame respirar el blando aroma que esparcen destrenzados tus cabellos.
Déjame así, sin voz ni pensamiento, juntas las manos y a tus pies de hinojos, embriagarme, en el néctar de tu aliento, abrasarme en el fuego de tus ojos.
Pero te inclinas... La cascada entera cae de tus rizos óndulos y espesos. ¡Escóndeme en tu negra cabellera y déjame morir bajo tus besos!
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Poeta
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Anoche te soñaba, vida mía, estaba solo y triste en mi aposento, escribía... no sé qué; mas era algo de ternura, de amor, de sentimiento. Porque pensaba en ti. Quizás buscaba la palabra más fiel para decirte la infinita pasión con que te amaba.
De pronto, silenciosa, una figura blanca y vaporosa a mi lado llegó... Sentí en mi cuello posarse dulcemente un brazo cariñoso, y por mi frente resbalar una trenza de cabello. Sentí sobre mis labios el puro soplo de un aliento blando, alcé mis ojos y encontré los tuyos que me estaban, dulcísimos, mirando. Pero estaban tan cerca que sentía en yo no sé qué plácido desmayo que en la luz inefable de su rayo entraba toda tu alma hasta la mía.
Después, largo, suave y rumoroso apenas, en mi frente un beso melancólico imprimiste, y con dulce sonrisa de tristeza resbalando tu mano en mi cabeza en voz baja, muy baja, me dijiste: -"Me escribes y estás triste porque me crees ausente, pobre amigo; pero ¿no sabes ya que eternamente aunque lejos esté, vivo contigo?"-
Y al despertar de tan hermoso sueño sentí en mi corazón plácida calma; y me dijiste: es verdad... ¡eternamente! ¿cómo puede jamás estar ausente la que vive inmortal dentro del alma?
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Poeta
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¡Háblame...! Que tu voz, eco del cielo, sobre la tierra por doquier me siga... Con tal de oír tu voz, nada me importa que el desdén en tu labio me maldiga. ¡Mírame...! Tus miradas me quemaron, y tengo sed de ese mirar, eterno... Por ver tus ojos, que se abrase mi alma, de esa mirada en el celeste infierno...! ¡Ámame...! Nada soy... pero tu diestra sobre mi frente, pálida, un instante, puede hacer del esclavo arrodillado el hombre-rey, de corazón gigante... Tú pasas... y la tierra voluptuosa se estremece de amor bajo tus huellas, se entibia el aire, se perfuma el prado y se inclinan a verte las estrellas. Quisiera ser la sombra de la noche para verte dormir sola y tranquila, y luego ser la aurora... y despertarte con un beso de luz en la pupila. Soy tuyo, me posees... Un solo átomo no hay en mi ser que para ti no sea: dentro mi corazón eres latido, y dentro mi cerebro, eres idea. ¡Oh! por mirar tu frente pensativa y pálido de amores, tu semblante; por sentir el aliento de tu boca mi labio acariciar un solo instante; por estrechar tus manos virginales sobre mi corazón, yo de rodillas, y devorar con mis tremantes besos lágrimas de pasión en tus mejillas; yo te diera... no sé... ¡no tengo nada...! el poeta es mendigo de la tierra ¡toda la sangre que en mis venas arde! ¡todo lo grande que mi mente encierra! Mas no soy para ti... ¡Si entre tus brazos la suerte loca me arrojara un día, al terrible contacto de tus labios tal vez mi corazón... se rompería! Nunca será... Para mi negra vida la inmensa dicha del amor no existe... Sólo nací para llevar en mi alma todo lo que hay de tempestuoso y triste. Y quisiera, morir... ¡pero en tus brazos, con la embriaguez de la pasión más loca, y que mi ardiente vida se apagara al soplo de los besos de tu boca!
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Poeta
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¡Ven, cortesana...! ¡Abrásame en delicias! Quiero las tempestades del placer, tropicales, frenéticas caricias con que reanime mi cansado ser. El fuego del deleite reverbera en tu pupila brilladora... ¡ven! En la férvida llama de esa hoguera quiero quemarme el corazón también. ¡Prendan el fuego del deseo tus ojos, alumbren tus miradas el festín, mis labios beban en tus labios rojos ansia perpetua de placer sin fin! Del bacanal en el discorde ruido pase el mañana con el triste ayer... ¿Qué importa al corazón lo que hayas sido...? Eres hermosa... ¡bésame, mujer! Beldad de los festines, en tu seno quizá mi corazón olvidaré, mi corazón de tempestades lleno, el corazón imbécil con que amé. Sí, ¡bésame, mujer...! Dame el olvido que busco en la demencia del festín, entre besos y copas, aturdido... ¿Qué me importa la dicha que perdí? ¡Llenad las copas, que desborde el vino! ¡Hay algo aquí que necesito ahogar; que pase por el alma un torbellino y barra en ella cuanto en ella hay! ¡Miserable de mí! ¿Cómo no puedo ahogarte con mis manos, corazón...? Venid, bebamos, porque tengo miedo de volver a eso... que llamáis razón. ¡Bebed, amigos! La existencia es sueño, y mentira de un sueño es la mujer, de sus caricias al letal beleño soñemos la mentira del placer. ¡Bebed, amigos! Si al vivir soñamos, ¿despertaremos al morir quizá...? ¿Qué será despertar...? Y bien... ¡bebamos...! ¡Qué importa lo que traiga el más allá...! Arde mi frente -es un volcán- ¡me abraso! ¡Oh, si llegara de mi vida el fin...! ¡Dame un beso, mujer...! ¡Llenad mi vaso...! ¡Qué grato es el arrullo de un festín...! Llena, Mercedes, la apurada copa; bebamos... hasta el fin... así... vacía. Y ahora... ¡desgarra la importuna ropa, desnuda el seno al beso de la orgía. Mitiga de esa lámpara, la llama, porque quiere un crepúsculo el placer, el misterio nupcial que se derrama del velo de la sombra en la mujer. Destrenza tu magnífico cabello sobre la desnudez de tus hechizos; ¡cómo seducen en contraste bello tan blancos hombros y tan negros rizos! ¡Qué bella estás, Mercedes! ¡Me sofoca el vértigo letal de las delicias, tus besos de mujer queman mi boca, la angustia del placer son tus caricias! ¡Mujer, mujer...! ¡Hay fiebre en tus abrazos, fiebre en tus labios con furor impresos... ¡Hurra... la orgía...! ¡El choque de los vasos sea la música ardiente de los besos! Basta... pasó. Tu frenesí y el mío apaga el tedio con su mano helada; fantasma del placer, en el hastío escondes la vergüenza de tu nada. Siempre en la copa del placer el tedio, siempre en la copa del amor el duelo; para el alma ya enferma no hay remedio, para un maldito corazón no hay cielo. Y en vano el llanto con la pena crece... ¿De qué sirven las lágrimas mezquinas si el recuerdo verdugo se guarece del roto corazón en las ruinas...? ¿De qué sirve el amor, chispa que el cielo prende en el alma y lo ilumina todo, si en vez de alzarse se rebaja el suelo como reptil para arrastrarse en lodo?
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Poeta
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En el regazo frío del remanso escondido en la floresta, feliz abandonaba su hermosa desnudez el amor mío en la hora calurosa de la siesta. El agua que temblaba al sentirla en su seno, la ceñía con voluptuoso abrazo y la besaba, y a su contacto de placer gemía con arrullo, tan suave y deleitoso, como el del labio virginal opreso por el pérfido labio del esposo al contacto nupcial del primer beso. La onda ligera esparcía, jugando, la cascada gentil de su cabello, que luego en rizos de ébano flotando bajaba por su cuello; y cual ruedan las gotas de rocío en los tersos botones de las rosas, por el seno desnudo así rodaban las gotas temblorosas. Tesoro del amor el más precioso eran aquellas perlas; ¡cuánto no diera el labio codicioso trémulo de placer por recogerlas! ¡Cuál destacaba su marfil turgente en la onda semi-oscura y transparente, aquel seno bellísimo de diosa! ¡Así del cisne la nevada pluma en el turbio cristal de la corriente, así deslumbradora y esplendente Venus rasgando la marina espuma! Después, en el tranquilo agreste cenador, discreto asilo del íntimo festín, lánguidamente sobre mí descansaba, cariñosa, la desmayada frente, en suave palidez ya convertida la color que antes fuera deliciosa, leve matiz de nacarada rosa que la lluvia mojó... Mudos los labios, de amor estaban al acento blando. ¿Para qué la palabra si las almas estaban en los ojos adorando? Si el férvido latido que el albo seno palpitar hacía decíale al corazón lo que tan sólo, ebrio de dicha, el corazón oía...! Salimos, y la luna vagamente blanqueaba ya el espacio. Perdidas en el éter transparente como pálidas chispas de topacio las estrellas brillaban... las estrellas que yo querido habría para formar con ellas una corona a la adorada mía... En mi hombro su cabeza, y silenciosos porque idioma no tienen los dichosos, nos miraban pasar, estremecidas, las encinas del bosque, en donde apenas lánguidamente suspiraba el viento, como en las horas del amor serenas dulce suspira el corazón contento. Ardiente en mi mejilla de su aliento sentía el soplo suavísimo, y sus ojos muy cerca de mis ojos, y tan cerca mi ávido labio de sus labios rojos, que, rauda y palpitante mariposa de amor, el alma loca, en las alas de un beso fugitivo fue a posarse en el cáliz de su boca... ¿Por qué la luna se ocultó un instante y de los viejos árboles caía una sombra nupcial agonizante? El astro con sus ojos de diamante a través del follaje ¿qué veía...? Todo callaba en derredor, discreto. El bosque fue el santuario de un misterio de amor, y sólo el bosque guardará en el recinto solitario de sus plácidas grutas el secreto de aquella hora nupcial, cuyos instantes tornar en siglos el recuerdo quiso... ¿Quién se puede olvidar de haber robado su única hora de amor al paraíso?
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Poeta
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¿Y temes que otro amor mi amor destruya? Qué mal conoces lo que pasa en mí; no tengo más que un alma, que es ya tuya, y un solo corazón, que ya te di.
¿Y temes que placeres borrascosos arranquen ¡ay! del corazón la fe? Para mí los placeres son odiosos; en ti pensar es todo mi placer.
Aquí abundan mujeres deslumbrantes, reinas que esclavas de la moda son, y ataviadas de sedas y brillantes, sus ojos queman, como quema el sol.
De esas bellas fascinan los hechizos, néctar manan sus labios de carmín; mas con su arte y su lujo y sus postizos, ninguna puede compararse a ti.
A pesar de su grande poderío, carecen de tus gracias y virtud, y todas ellas juntas, ángel mío, valer no pueden lo que vales tú.
Es tan ingente tu sin par pureza, y tan ingente tu hermosura es, que alzar puede su templo la belleza con el polvo que oprimes con tus pies.
Con razón me consume negro hastío desde que te hallas tú lejos de aquí, y con razón el pensamiento mío sólo tiene memoria para ti.
Yo pienso en ti con ardoroso empeño, y siempre miro tu divina faz, y pronuncio tu nombre cuando sueño. Y pronuncio tu nombre al despertar.
Si del vaivén del mundo me retiro, y ávido de estudiar quiero leer, entre las letras ¡ay! tu imagen miro, tu linda imagen de mi vida ser.
Late por ti mi corazón de fuego, te necesito como el alma a Dios; eres la virgen que idolatro ciego; eres la gloria con que sueño yo.
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Poeta
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¡Oh! niña de mis sueños, tan pálida y hermosa como los lirios blancos que besa el Atoyac; tú la de mis recuerdos imagen luminosa, el ángel cuyas alas. tocáronme al pasar; perdona, dulce niña, perdona si mi acento temblando, de mi alma levántase, hasta ti; pero tu bella imagen está en mi pensamiento no sé ya desde cuándo... quizá desque te vi,
Desde que vi tus ojos, tus ojos de querube, tus ojos en que el alma se abrasa de pasión; y desde aquel instante otra ilusión no tuve que darte con mi vida; mi altivo, corazón.
Si apenas te conozco ¿Por qué te quiero tanto? ¿por qué mis, ojos ávidos te buscan sin cesar? ¿por qué en el alma siento, tan tétrico quebranto! cuando tu rostro de ángel no puedo contemplar?
¿Por qué sueño contigo y en, ti, tan sólo pienso? ¿por qué tan dulce nombre me llena de emoción? ¿por qué se abrasa mi alma en este amor inmenso, si apenas te conozco, mujer de bendición?
No estás ante mis ojos y por doquier te miro; conmigo, va tu sombra por dondequier que voy. Escucho tu pisada, recojo tu suspiro, y velas a mi lado, cuando, dormido estoy.
¿No sabes tú, no sabes, mujer, que te amo tanto cuanto, sobre la tierra el hombre puede amar? ¿Que diera mi existencia por enjugar tu llanto, que diera... hasta mi alma, tus plantas por besar?
Y si tuviera un mundo, un mundo te daría; y si tuviera un cielo, lo diera yo también, porque me amaras tanto, mitad del alma mía, que alguna vez sintiera tus labios en mi sien...
No sientes cuando cierra tus ojos celestiales el ángel de los sueños con su ala sin color, no sientes que mi alma sobre tus labios rojos derrama un mar de besos con infinito amor...?
Sé, niña, del poeta la inspiración bendita, la virgen de mis sueños, la fe del corazón; sé mi ángel, sé mi estrella, la luz que necesita mi espíritu sediento de amor y de ilusión.
Extiende cariñosa sobre mi sien tu velo; bajo tus alas blancas de ti camino en pos, tu luminosa huella me llevará hasta el cielo: te seguiré, mi ángel, para llegar a Dios.
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Poeta
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