|
VII He aquí que la muerte tarda como el olvido. Nos va invadiendo, lenta, poro a poro. Es inútil correr, precipitarse, huir hasta inventar nuevos caminos y también es inútil estar quieto sin palpitar siquiera para que nos oiga.
Cada minuto es la saeta en vano disparada hacia ella, eficaz al volver contra nosotros.
Inútil aturdirse y convocar a la fiesta pues cuando regresamos, inevitablemente, alta la noche, al entreabrir la puerta la encontramos inmóvil esperándonos.
Y no podemos escapar viviendo porque la Vida es una de sus máscaras.
Y nada nos protege de su furia ni la humildad sumisa hacia su látigo ni la entrega violenta al círculo cerrado de sus brazos.
|
Poeta
|
|
El sitio que dejó vacante Homero, el centro que ocupaba Scherezada (o antes de la invención del lenguaje, el lugar en que se congregaba la gente de la tribu para escuchar al fuego) ahora está ocupado por la Gran Caja Idiota.
Los hermanos olvidan sus rencillas y fraternizan en el mismo sofá; señora y sierva declaran abolidas diferencias de clase y ahora son algo más que iguales: cómplices.
La muchacha abandona el balcón que le sirve de vitrina para exhibir disponibilidades y hasta el padre renuncia a la partida de dominó y pospone los otros vergonzantes merodeos nocturnos.
Porque aquí, en la pantalla, una enfermera se enfrenta con la esposa frívola del doctor y le dicta una cátedra en que habla de moral profesional y las interferencias de la vida privada.
Porque una viuda cosa hasta perder la vista para costear el baile de su hija quinceañera que se avergüenza de ella y de su sacrificio y la hace figurar como una criada.
Porque una novia espera al que se fue; porque una intrigante urde mentiras: porque se falsifica un testamento; porque una soltera da un mal paso y no acierta a ocultar las consecuencias.
Pero también porque la debutante ahuyenta a todos con su mal aliento. Porque la lavandera entona una aleluya en loor del poderoso detergente. Porque el amor está garantizado por un desodorante y una marca especial de cigarrillos y hay que brindar por él con alguna bebida que nos hace felices y distintos.
Y hay que comprar, comprar, comprar, comprar. Porque compra es sinónimo de orgasmo, porque comprar es igual que beatitud, porque el que compra se hace semejante a dioses.
No hay en ello herejía. Porque en la concepción y en la creación del hombre se usó como elemento la carencia. Se hizo de él un ser menesteroso, una criatura a la que le hace falta lo grande y lo pequeño.
Y el secreto teológico, el murmullo murmurado al oído del poeta, la discusión del aula del filósofo es ahora potestad del publicista.
Como dijimos antes no hay nada malo en ello. Se está siguiendo un orden natural y recurriendo a su canal idóneo.
Cuando el programa acaba la reunión se disuelve. Cada uno va a su cuarto mascullando un -apenas- "buenas noches".
Y duerme. Y tiene hermosos sueños prefabricados.
|
Poeta
|
|
Cataluña hilandera y labradora, viñedo y olivar, almendra pura, Patria: rememorada arquitectura, ciudad junto a la mar historiadora.
Ola de la pasión descubridora, ola de la sirena y la aventura -Mediterráneo- hirió tu singlatura la nave del destierro con su proa.
Emigrado, la ceiba de los mayas te dio su sombra grande y generosa cuando buscaste arrimo ante sus playas.
Y al llegar a la Mesa del Consejo nos diste el sabor noble de tu prosa de sal latina y óleo y vino añejo.
|
Poeta
|
|
Ser de río sin peces, esto he sido. Y revestida voy de espuma y hielo. Ahogado y roto llevo todo el cielo y el árbol se me entrega malherido.
A dos orillas del dolor uncido va mi caudal a un mar de desconsuelo. La garza de su estero es alto vuelo y adiós y breve sol desvanecido.
Para morir sin canto, ciego, avanza mordido de vacío y de añoranza. Ay, pero a veces hondo y sosegado se detiene bajo una sombra pura. Se detiene y recibe la hermosura con un leve temblor maravillado.
|
Poeta
|
|
Lo supe de repente: hay otro. Y desde entonces duermo solo a medias y ya casi no como.
No es posible vivir con ese rostro que es el mío verdadero y que aún no conozco.
|
Poeta
|
|
Algún día lo sabré. Este cuerpo que ha sido mi albergue, mi prisión, mi hospital, es mi tumba.
Esto que uní alrededor de un ansia, de un dolor, de un recuerdo, desertará buscando el agua, la hoja, la espora original y aun lo inerte y la piedra.
Este nudo que fui ( de cóleras, traiciones, esperanzas, vislumbres repentinos, abandonos, hambres, gritos de miedo y desamparo y alegría fulgiendo en las tinieblas y palabras y amor y amor y amores) lo cortarán los años.
Nadie verá la destrucción. Ninguno recogerá la página inconclusa. Entre el puñado de actos dispersos, aventados al azar, no habrá uno al que pongan aparte como a perla preciosa. Y sin embargo, hermano, amante, hijo, amigo, antepasado, no hay soledad, no hay muerte aunque yo olvide y aunque yo me acabe.
Hombre, donde tú estás, donde tú vives permaneceremos todos.
|
Poeta
|
|
Antes cuando me hablaba de mí misma, decía: Si yo soy lo que soy y dejo que en mi cuerpo, que en mis años suceda ese proceso que la semilla le permite al árbol y la piedra a la estatua, seré la plenitud.
Y acaso era verdad. Una verdad.
Pero, ay, amanecía dócil como la hiedra a asirme a una pared como el enamorado se ase del otro con sus juramentos.
Y luego yo esparcía a mi alrededor, erguida en solidez de roble, la rumorosa soledad, la sombra hospitalaria y daba al caminante -a su cuchillo agudo de memoria- el testimonio fiel de mi corteza.
Mi actitud era a veces el reposo y otras el arrebato, la gracia o el furor, siempre los dos contrarios prontos a aniquilarse y a emerger de las ruinas del vencido.
Cada hora suplantaba a alguno; cada hora me iba de algún mesón desmantelado en el que no encontré ni una mala bujía y en el que no me fue posible dejar nada.
Usurpaba los nombres, me coronaba de ellos para arrojar después, lejos de mi, el despojo.
Heme aquí, ya al final, y todavía no sé qué cara le daré a la muerte.
|
Poeta
|
|
Ahora estoy de regreso. Llevé lo que la ola, para romperse, lleva -sal, espuma y estruendo-, y toqué con mis manos una criatura viva; el silencio.
Heme aquí suspirando como el que ama y se acuerda y está lejos.
|
Poeta
|
|
Me tendí, como el llano, para que aullara el viento. Y fui una noche entera ámbito de su furia y su lamento.
¡Ah! ¿quién conoce esclavitud igual ni más terrible dueño?
En mi aridez, aquí, llevo la marca de su pie sin regreso.
|
Poeta
|
|
Cuando abro los periódicos (perdón por la inmodestia, pero a veces un poco de verdad es más alimenticia y confortante que un par de huevos a la mexicana) es para leer mi nombre escrito en ellos.
Mi nombre, que no abrevio por ninguna razón, es, a pesar de todo, tan pequeño como una anguila huidiza y se me pierde entre las líneas ágata que si hablaban de mí no recurrían más que al adjetivo neutro tras el que se ocultaba mi persona, mi libro, mi última conferencia.
¡Bah! ¡Qué importaba! ¡Estaba ahí! ¡Existía! Real, patente ante mis propios ojos.
Pero cuando no estaba... Bueno, en fin, hay que ensayar la muerte puesto que se es mortal.
Y cuando era una errata...
|
Poeta
|
|