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Tengo miedo de ti, de mí, del mundo, del aire, del amor, de la sombra. Tengo miedo de todo. ¡Tengo miedo del miedo! Tengo miedo a caer sin nombre, sin memoria y sin cuerpo, en la eternidad del olvido y del silencio.
¿Para qué soy si para siempre dejaré de serlo?
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Poeta
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Soy verdad -verdad impura-, transparente, sin recodo: no puedo ser de otro modo, ni transformar mi estructura. En mis entrañas fulgura la obsesión de un pensamiento que es hambre sexual que siento en mi cerebro encendida. Es incurable mi vida: ¡soy y seré de sexo hambriento!
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Poeta
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Para poder decirte lo que ansío busco lo más sutil, lo más celeste, lo que apenas se acerque al alba pura de iniciar su existencia, sin haber sido herido ni por una mirada ni tampoco por nadie imaginado.
El aroma del sueño, la estela sin color que va quedando cuando la nube avanza, la oración que se eleva de la espuma al nacer y morir, la queja que pronuncia la corola cuando vuela el rocío o el íntimo gorjeo del agua que abandona su venero: no pueden ayudarme porque ya están violados sus secretos y opacan la avidez del solo intento de querer pensar lo que anhelo decirte.
No hay palabra, ni canto de paloma, ni roce, ni suspiro, ni silencio, que puedan expresar la frase virgen con que yo quiero hablarte. Es idioma que traigo sumergido en estado naciente, inmaculado, que lucha atravesando mis tinieblas como la luz de estrellas ignoradas que viene, desde siglos, descendiendo para tocar la tierra... Así es la profunda voz sedienta que llevo atesorada como raíz de antigua resonancia en mi marino caracol de entraña, y que vive conmigo, desde siempre, brotando del amor inapagado del amor primitivo de otros seres que amaron antes, con el mismo amor, y prosiguen en mí fundidos en espera enamorando aún lo inalcanzable.
Para poder decirte lo que anhelo me falta lo inasible, lo perfecto, y al no poder tenerlo: con sombras duras, con dolor desnudo, con el creciente caos de mi delirio y el humo intacto del callar que oprimo, escarbo el pozo donde entierro a solas la forma del intento, el inmóvil temblor de quererte expresar los inexpresable.
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Poeta
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(A Xavier Villaurrutia)
Si hubieras sido tú, lo que en las sombras, anoche, bajó por la escalera del silencio y se posó a mi lado, para iniciar el cauce de acentos en vacío que, me imagino, será el lenguaje de los muertos.
Si hubieras sido tú, de verdad, la nube sola que detuvo su viaje debajo de mis párpados y se adentró en mi sangre, amoldándose a mi dolor reciente de una manera leve, brisa, aroma, casi contacto angelical soñado...
Si hubieras sido tú, lo que apartando la quietud oscura se apareció, tal como si fuera tu dibujo espiritual, que ansiaba convencerme de que sigues, sin cuerpo, viviendo en la otra vida.
Si hubieras sido tú la voz callada que se infiltró en la voz de mi conciencia, buscando incorporarte en la palabra que tu muerte expresaba con mis labios.
Si hubieras sido tu, lo que al dormirse descendió como bruma, poco a poco, y me fue encarcelando en una vaga túnica de vuelo fallecido...
Si hubieras sido tú la llama llama que inquemante creó, sin despertarme ni conmover el lago del azoro: tu inmaterial presencia, igual que en el espejo emerge la imagen, sin herirle el límpido frescor de su epidermis.
Si hubieras sido tú...
Ya despierto, después de la vigilia, o del sueño o del ensueño, me pregunto a mí mismo: ¿Quién más pudo venir a visitarme?
Recuerdo que, contigo solamente, platicaba del amoroso asedio con que la muerte sigue a nuestra vida.
Y hablábamos los dos adivinando, haciendo conjeturas, ajustando preguntas, inevitando respuestas, para quedar al fin sumidos en derrota, muriendo en vida por pensar la muerte.
Ahora tú ya sabes descifrar el misterio porque estás en su seno, pero yo...
En esta incertidumbre secretamente pienso que si no fuiste tú, lo que en las sombras, anoche, bajó por la escalera del silencio y se posó a mi lado, entonces quizá fue una visita de mi propia muerte.
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Poeta
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Al ver los ceros los pies de mi memoria trepan por ellos.
1989
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Poeta
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-¿Qué es morir? -Morir es Alzar el vuelo Sin alas Sin ojos Y sin cuerpo.
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Poeta
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(Para el poeta Carlos Pellicer)
Pinté el tallo, luego el cáliz, después la corola pétalo por pétalo, y, al terminar mi rosa, la induje a soñar su aroma.
¡Hice la rosa perfecta! Tan perfecta, que al día siguiente cuando fui a mirarla, ya estaba muerta.
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Poeta
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Pera que espera en la rama la mano que la desate; fruta que juega al sabor entre los labios del aire.
Pera que mece su forma en el columpio del tallo; fruta que prende su olor en el cabello del árbol.
Pera que seno parece en su verde adolescencia; fruta de tierno color que con mis ansias se besa.
Humana entraña de azúcar, efeba fruta de jade: ¡cómo quisiera beberme el aroma de tu carne!
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Poeta
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Tierra hambrienta, maternal atracción; sepultura vacía en asedio amoroso; sólido mar de espera en el que presiento y siento el reposo para mis pies cansados; yo capto el lento ascenso de tus leves caricias arropando mis ansias y escucho en mi conciencia tus palabras de aroma cortejando mi cuerpo.
Tierra y vientre, acecho infatigable que se posa en mi piel como sedienta brisa de un agresivo amor que me persigue... yo sé que tu energía circula por mis venas y que somos, los dos incompletas fracciones que buscan refundirse.
Soy tuyo, madre tierra: me invade el parentesco inevitable y hondo de tu ritmo en mi sangre, porque pese a mi miedo, a mi apego a la vida, hay algo en mis adentros que espera y desespera por regresar a ti...
Mi vegetal instinto, mis árboles de fiebre sin raíces ni sitio, están pidiendo ansiosos su parcela segura, su isla inamovible donde dormir a solas su letargo yacente. Tierra voraz, oscuro hogar bendito donde el dolor se apaga, yo quiero reposar bajo tus sábanas de secretas ternuras germinales y así, cual la semilla que se oculta en tus húmedas tinieblas resurge transformada:
Ya en la longeva beatitud de un árbol o en los brotes de flores temporales que las lluvias despiertan en los campos: renacer de tu entraña y subir los peldaños que en la escala de vidas mi evolución alcance; porque vengo de ti, soy lodo en trance que a fuerza de nacer y de morir, ha de llegar a definir su esencia para ser en el cosmos vida eterna.
Tierra insaciable, intimidad perfecta, cuando caiga en tu seno incinera mi carne, y después, con amor alienta mis cenizas, porque quiero proseguir cultivando mi poesía, al volver a vivir con nuevo cuerpo.
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Poeta
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Ese llanto tan mío, tan de todos y ajeno, expansión comprimida de atávicas nostalgias que no alcanzan la lluvia que las hunda en la tierra para seguir por ella, en humedades hondas, persiguiendo el declive que las retorne a su raíz marina.
Ese llanto de todos acendrado en el mío, ese llanto tan mío en que fluye el de todos -agua y sal trasvasadas en angustia ambulante-, que circula enclaustrado como altura caída que anhela levantarse, y al no poder hacerlo, se retuerce en el centro de su lumbre vacía para seguir luchando contra el blindaje sordo que no puede llorarlo.
Llanto ciego que brota de la oculta resaca de una sangre viajera en su cárcel de agobio. El calor dilatado de musculares zonas que sube hasta la orilla de la flor sin corola del insomnio sediento.
Ese llanto sin llanto, percepción absoluta del íntimo goteo que al nacer se derrama nuevamente hacia dentro, porque le dieron vida lacrimales sin parto, o porque lo producen las vertientes secretas de siglos de memoria que quisieran rodarse por el salto mortal de nuestras lágrimas.
Ese llanto inllorado, ese llanto en deseo de volcarse en el llanto; esas olas de miedo, de ansiedad, de tormento que se agolpan y piden el nacer repentino de su líquida fuga.
Ese llanto sin llanto empotrado en la frente, que se muere sin agua y se bebe a sí mismo para seguir formando el manantial sin cauce que detrás de la carne presiona con su asfixia, y transforma la vida en un volcán sin cráter o alud que sin espacio se rebulle en su sitio.
Ese llanto sin llanto, ese impulso encerrado de un brotar que no puede encontrar desahogo y que vive en nosotros, comprimido, creciente, porque es llanto de hombre que no cabe en el hombre y que tiene, por fuerza, que vivir sumergido hasta el instante trágico en que la muerte hiera, y se llore fundido al corporal derrumbe.
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Poeta
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