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A media noche escucho adentro de mi latir, vibrar, sonar el tambor que tocaron mis abuelos. Sus negras manos golpean sobre el pecho, por el camino cierto del corazón. Sus negros dedos posados en mis sienes, transitan el sendero de los sueños. Entre las pausas del ancestral concierto oigo romper cadenas en la esclavitud del silencio. A media noche. Solo. Soñando. Despierto.
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Poeta
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Humano litoral, cerca del alma. Próximo en sangre al corazón está y su callada ruta de belleza transita el sueño hacia la claridad. Va por las venas circulando como heredado manantial en donde siempre yo me hundo para encontrarme la verdad de los varones de mi raza que son hermosos como el mar, como los mástiles erguidos y hermanos de la tempestad. Y las mujeres de mi estirpe hechas de fuego matinal, archipiélago inexpresable que ciñe el brazo de un cantar y son morenas islas vírgenes junto al islote maternal.
Vuelto al agreste mediodía ardo en la hoguera tropical -entre el rumor de los tambores que agita un viento secular- y en la liturgia del ancestro soy el varón elemental en cópula con la selva y en guerra con la ciudad.
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Poeta
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Yo siento en lo más profundo este cantar de mi gente. La sangre da vuelta al mundo como el mar al continente. No tengo plata en baúles ni en las venas sangre azul. Currulao, Makerule, Makerule, berejú.
Popayán y Cartagena, Cartagena y Popayán. Pena del negro es más pena y el pan del negro no es pan.
Aunque ahora tú me adules vengo de la esclavitud. Currulao, Makerule, Makerule, berejú.
Bailo con negra soltura en Tumaco y Ecuador, en Guapi, en Buenaventura y en la costa del Chocó. El cantar que tú modules nunca tendrá la virtud que tiene mi makerule, currulao, berejú,
Makerule, berejú!
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Poeta
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Las algas marineras y los peces, testigos son de que escribí en la arena tu bienamado nombre muchas veces.
Testigos, las palmeras litorales, porque en sus verdes troncos melodiosos grabó mi amor tus claras iniciales.
Testigos son la luna y los luceros que me enseñaron a esculpír tu nombre sobre la proa azul de los veleros.
Sabe mi amor la página de altura de la gaviota en cuyas grises alas definí con suspiros tu hermosura.
Y los cielos del sur que fueron míos. Y las islas del sur donde a buscarte arribaba mi voz en los navíos.
Y la diestra fatal del vendaval. Y todas las criaturas del océano. Y el paisaje total del litoral.
Tú sola entre la mar, niña a quien llamo: ola para el naufragio de mis besos, puerto de amor, no sabes que te amo.
¡Para que tú lo sepas, yo lo digo y pongo al mar inmenso por testigo!
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Poeta
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