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Firma Pilatos la que juzga ajena Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte! ¿Quién creerá que firmando ajena muerte el mismo juez en ella se condena?
La ambición de sí tanto le enajena Que con el vil temor ciego no advierte Que carga sobre sí la infausta suerte, Quien al Justo sentencia a injusta pena.
Jueces del mundo, detened la mano, Aún no firméis, mirad si son violencias Las que os pueden mover de odio inhumano;
Examinad primero las conciencias, Mirad no haga el Juez recto y soberano Que en la ajena firméis vuestras sentencias
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Poeta
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Piramidal, funesta de la tierra nacida sombra, al cielo encaminaba de vanos obeliscos punta altiva, escalar pretendiendo las estrellas; si bien sus luces bellas esemptas siempre, siempre rutilantes, la tenebrosa guerra que con negros vapores le intimaba la vaporosa sombra fugitiva burlaban tan distantes, que su atezado ceño al superior convexo aún no llegaba del orbe de la diosa que tres veces hermosa con tres hermosos rostros ser ostenta; quedando sólo dueño del aire que empañaba con el aliento denso que exhalaba. Y en la quietud contenta de impero silencioso, sumisas sólo voces consentía de las nocturnas aves tan oscuras tan graves, que aún el silencio no se interrumpía. Con tardo vuelo, y canto, de él oído mal, y aún peor del ánimo admitido, la avergonzada Nictímene acecha de las sagradas puertas los resquicios o de las claraboyas eminentes los huecos más propicios, que capaz a su intento le abren la brecha, y sacrílega 11ega a los lucientes faroles sacros de perenne llama, que extingue, sino inflama en licor claro la materia crasa consumiendo; que el árbol de Minerva de su fruto, de prensas agravado, congojoso sudó y rindió forzado. Y aquellas que su casa campo vieron volver, sus telas yerba, a la deidad de Baco inobedientes ya no historias contando diferentes, en forma si afrentosa transformadas segunda forman niebla, ser vistas, aun temiendo en la tiniebla, aves sin pluma aladas: aquellas tres oficiosas, digo, atrevidas hermanas, que el tremendo castigo de desnudas les dio pardas membranas alas, tan mal dispuestas que escarnio son aun de las más funestas: éstas con el parlero ministro de Plutón un tiempo, ahora supersticioso indicio agorero, solos la no canora componían capilla pavorosa, máximas negras, longas entonando y pausas, más que voces, esperando a la torpe mensura perezosa de mayor proporción tal vez que el viento con flemático echaba movimiento de tan tardo compás, tan detenido, que en medio se quedó tal vez dormido. Este. pues, triste son intercadente de la asombrosa turba temerosa, menos a la atención solicitaba que al suelo persuadía; antes si, lentamente, si su obtusa consonancia espaciosa al sosiego inducía y al reposo los miembros convidaba, el silencio intimando a los vivientes, uno y otro sellando labio obscuro con indicante dedo, Harpócrates la noche silenciosa; a cuyo, aunque no duro, si bien imperioso precepto, todos fueron obedientes. El viento sosegado, el can dormido: éste yace, aquél quedo, los átomos no mueve con el susurro hacer temiendo leve, aunque poco sacrílego ruido, violador del silencio sosegado. El mar, no ya alterado, ni aún la instable mecía cerúlea cuna donde el sol dormía; y los dormidos siempre mudos peces, en los lechos 1amosos de sus obscuros senos cavernosos, mudos eran dos veces. Y entre ellos la engañosa encantadora Almone, a los que antes en peces transformó simples amantes, transformada también vengaba ahora. En los del monte senos escondidos cóncavos de peñascos mal formados, de su esperanza menos defendidos que de su obscuridad asegurados, cuya mansión sombría ser puede noche en la mitad del día, incógnita aún al cierto montaraz pie del cazador experto, depuesta la fiereza de unos, y de otros el temor depuesto, yacía e1 vulgo bruto, a la naturaleza el de su potestad vagando impuesto, universal tributo. Y el rey -que vigilancias afectaba- aun con abiertos ojos no velaba. El de sus mismos perros acosado, monarca en otro tiempo esclarecido, tímido ya venado, con vigilante oído, del sosegado ambiente, al menor perceptible movimiento que los átomos muda, la oreja alterna aguda y el leve rumor siente que aun le altera dormido. Y en 1a quietud del nido, que de brozas y lodo instable hamaca formó en la más opaca parte del árbol, duerme recogida la leve turba, descansando el viento del que le corta alado movimiento. De Júpiter el ave generosa (como el fin reina) por no darse entera al descanso, que vicio considera si de preciso pasa, cuidadosa de no incurrir de omisa en el exceso, a un sólo pie librada fía el peso y en otro guarda el cálculo pequeño, despertador reloj del leve sueño, porque si necesario fue admitido no pueda dilatarse continuado, antes interrumpido del regio sea pastoral cuidado. ¡Oh de la majestad pensión gravosa, que aun el menor descuido no perdona! Causa quizá que ha hecho misteriosa, circular denotando la corona en círculo dorado, que el afán es no menos continuado. El sueño todo, en fin, lo poseía: todo. en fin, el silencio lo ocupaba. Aun el ladrón dormía: aun el amante no se desvelaba: el conticinio casi ya pasando iba y la sombra dimidiaba, cuando de las diurnas tareas fatigados y no sólo oprimidos del afán ponderosos del corporal trabajo, más cansados del deleite también; que también cansa objeto continuado a 1os sentidos aún siendo deleitoso; que la naturaleza siempre alterna ya una, ya otra balanza, distribuyendo varios ejercicios, ya al ocio, ya al trabajo destinados, en el fiel infiel con que gobierna la aparatosa máquina del mundo. Así pues, del profundo sueño dulce los miembros ocupados, quedaron los sentidos del que ejercicio tiene ordinario trabajo, en fin, pero trabajo amado -si hay amable trabajo- si privados no, al menos suspendidos. Y cediendo al retrato del contrario de la vida que lentamente armado cobarde embiste y vence perezoso con armas soñolientas, desde el cayado humilde al cetro altivo sin que haya distintivo que el sayal de la púrpura discierna; pues su nivel, en todo poderoso, gradúa por esemptas a ningunas personas, desde la de a quien tres forman coronas soberana tiara hasta la que pajiza vive choza; desde la que el Danubio undoso dora, a la que junco humilde, humilde mora; y con siempre igual vara (como, en efecto, imagen poderosa de la muerte) Morfeo el sayal mide igual con el brocado. El alma, pues, suspensa del exterior gobierno en que ocupada en material empleo, o bien o mal da el día por gastado, solamente dispensa, remota, si del todo separada no, a los de muerte temporal opresos, lánguidos miembros, sosegados huesos, los gajes del calor vegetativo, el cuerpo siendo, en sosegada calma, un cadáver con alma, muerto a la vida y a la muerte vivo, de lo segundo dando tardas señas el de reloj humano vital volante que, sino con mano, con arterial concierto, unas pequeñas muestras, pulsando, manifiesta lento de su bien regulado movimiento. Este, pues, miembro rey y centro vivo de espíritus vitales, con su asociado respirante fuelle pulmón, que imán del viento es atractivo, que en movimientos nunca desiguales o comprimiendo yo o ya dilatando el musculoso, claro, arcaduz blando, hace que en él resuelle el que le circunscribe fresco ambiente que impele ya caliente y él venga su expulsión haciendo activo pequeños robos al calor nativo, algún tiempo llorados, nunca recuperados, si ahora no sentidos de su dueño, que repetido no hay robo pequeño. Estos, pues, de mayor, como ya digo, excepción, uno y otro fiel testigo,
la vida aseguraban, mientras con mudas voces impugnaban la información, callados los sentidos con no replicar sólo defendidos; y la lengua, torpe, enmudecía, con no poder hablar los desmentía; y aquella del calor más competente científica oficina próvida de los miembros despensera, que avara nunca v siempre diligente, ni a la parte prefiere más vecina ni olvida a la remota, y, en ajustado natural cuadrante, las cuantidades nota que a cada cual tocarle considera, del que alambicó quilo el incesante calor en el manjar que medianero piadoso entre él y el húmedo interpuso su inocente substancia, pagando por entero la que ya piedad sea o ya arrogancia, al contrario voraz necio la expuso merecido castigo, aunque se excuse al que en pendencia ajena se introduce. Esta, pues, si no fragua de Vulcano, templada hoguera del calor humano, al cerebro enviaba húmedos, mas tan claros los vapores de los atemperados cuatro humores, que con ellos no sólo empañaba los simulacros que la estimativa dio a la imaginativa, y aquesta por custodia más segura en forma ya más pura entregó a la memoria que, oficiosa, gravó tenaz y guarda cuidadosa sino que daban a la fantasía lugar de que formase imágenes diversas y del modo que en tersa superficie, que de faro cristalino portento, asilo raro fue en distancia longísima se veían, (sin que ésta le estorbase) del reino casi de Neptuno todo, las que distantes le surcaban naves. Viéndose claramente, en su azogada luna, el número, el tamaño y la fortuna que en la instable campaña transparente arriesgadas tenían, mientras aguas y vientos dividían sus velas leves y sus quillas graves, así ella, sosegada, iba copiando las imágenes todas de las cosas y el pincel invisible iba formando de mentales, sin luz, siempre vistosas colores. las figuras, no sólo ya de todas las criaturas sublunares, mas aun también de aquellas que intelectuales claras son estrellas y en el modo posible que concebirse puede lo invisible, en sí mañosa las representaba y al alma las mostraba. La cual, en tanto, toda convertida a su inmaterial ser y esencia bella, aquella contemplaba, participada de alto ser centella, que con similitud en sí gozaba. I juzgándose casi dividida de aquella que impedida siempre la tiene, corporal cadena que grosera embaraza y torpe impide el vuelo intelectual con que ya mide la cuantidad inmensa de la esfera, ya el curso considera regular con que giran desiguales los cuerpos celestiales; culpa si grave, merecida pena, torcedor del sosiego riguroso de estudio vanamente juicioso; puesta a su parecer, en la eminente cumbre de un monte a quien el mismo Atlante que preside gigante a los demás, enano obedecía, y Olimpo, cuya sosegada frente, nunca de aura agitada consintió ser violada, aun falda suya ser no merecía, pues las nubes que opaca son corona de la más elevada corpulencia del volcán más soberbio que en la tierra gigante erguido intima al cielo guerra, apenas densa zona de su altiva eminencia o a su vasta cintura cíngulo tosco son, que mal ceñido o el viento lo desata sacudido o vecino el calor del sol, lo apura a la región primera de su altura, ínfima parte, digo, dividiendo en tres su continuado cuerpo horrendo, el rápido no pudo, el veloz vuelo del águila -que puntas hace al cielo y el sol bebe los rayos pretendiendo entre sus luces colocar su nido- llegar; bien que esforzando mas que nunca el impulso, ya batiendo las dos plumadas velas, ya peinando con las garras el aire, ha pretendido tejiendo de los átomos escalas que su inmunidad rompan sus dos alas. Las pirámides dos -ostentaciones de Menfis vano y de la arquitectura último esmero- si ya no pendones fijos, no tremolantes, cuya altura coronada de bárbaros trofeos, tumba y bandera fue a los Ptolomeos, que al viento, que a las nubes publicaba, si ya también el cielo no decía de su grande su siempre vencedora ciudad –ya Cairo ahora- las que, porque a su copia enmudecía la fama no contaba gitanas glorias, menéficas proezas, aun en el viento, aun en el cielo impresas. Estas que en nivelada simetría su estatura crecía con tal disminución, con arte tanto, que cuánto más al cielo caminaba a la vista que lince la miraba, entre los vientos se desaparecía sin permitir mirar la sutil punta que al primer orbe finge que se junta hasta que fatigada del espanto, no descendida sino despeñada se hallaba al pie de la espaciosa basa. Tarde o mal recobrada del desvanecimiento, que pena fue no escasa del visual alado atrevimiento, cuyos cuerpos opacos no al sol opuestos, antes avenidos con sus luces, si no confederados con él, como en efecto confiantes, tan del todo bañados de un resplandor eran, que lucidos, nunca de calurosos caminantes al fatigado aliento, a los pies flacos ofrecieron alfombra, aun de pequeña, aun de señal de sombra. Estas que glorias ya sean de gitanas o elaciones profanas,
bárbaros hieroglíficos de ciego error, según el griego, ciego también dulcísimo poeta, si ya por las que escribe aquileyas proezas o marciales, de Ulises, sutilezas, la unión no le recibe de los historiadores o le acepta cuando entre su catálogo le cuente, que gloría más que número le aumente, de cuya dulce serie numerosa fuera más fácil cosa al temido Jonante el rayo fulminante quitar o la pescada a Alcídes clava herrada, que un hemistiquio solo -de los que le: dictó propicio Apolo- según de Homero digo, la sentencia. Las pirámides fueron materiales tipos solos, señales exteriores de las que dimensiones interiores especies son del alma intencionales que como sube en piramidal punta al cielo la ambiciosa llama ardiente, así la humana mente su figura trasunta y a la causa primera siempre aspira, céntrico punto donde recta tira la línea, si ya no circunferencia que contiene infinita toda esencia. Estos pues, montes dos artificiales, bien maravillas, bien milagros sean, y aun aquella blasfema altiva torre, de quien hoy dolorosas son señales no en piedras, sino en lenguas desiguales porque voraz el tiempo no ]as borre, los idiomas diversos que escasean el sociable trato de las gentes haciendo que parezcan diferentes los que unos hizo la naturaleza, de la lengua por solo la extrañeza; . si fueran comparados a la mental pirámide elevada, donde, sin saber como colocada el alma se miró, tan atrasados se hallaran que cualquiera graduara su cima por esfera, pues su ambicioso anhelo, haciendo cumbre de su propio vuelo, en lo más eminente la encumbró parte de su propia mente, de sí tan remontada que creía que a otra nueva región de sí salía. En cuya casi elevación inmensa, gozosa, mas suspensa, suspensa, pero ufana y atónita, aunque ufana la suprema de lo sublunar reina soberana, la vista perspicaz libre de antojos de sus intelectuales y bellos ojos, sin que distancia tema ni de obstáculo opaco se recele, de que interpuesto algún objeto cele, libre tendió por todo lo criado, cuyo inmenso agregado cúmulo incomprehensible aunque a la vista quiso manifiesto dar señas de posible, a la comprehensión no, que entorpecida con la sobra de objetos y excedida de la grandeza de ellos su potencia, retrocedió cobarde, tanto no del osado presupuesto revocó la intención arrepentida, la vista que intentó descomedida en vano hacer alarde contra objeto que excede en excelencia las líneas visuales, contra el sol, digo, cuerpo luminoso, cuyos rayos castigo son fogoso, de fuerzas desiguales despreciando, castigan rayo a rayo el confiado antes atrevido y ya llorado ensayo, necia experiencia que costosa tanto fue que Icaro ya su propio llanto lo anegó enternecido como el entendimiento aquí vencido, no menos de la inmensa muchedumbre de tanta maquinosa pesadumbre de diversas especies conglobado esférico compuesto, que de las cualidades de cada cual cedió tan asombrado que, entre la copia puesto, pobre con ella en las neutralidades de un mar de asombros, la elección confusa equívoco las ondas zozobraba. Y por mirarlo todo; nada veía, ni discernir podía, bota la facultad intelectiva en tanta, tan difusa incomprensible especie que miraba desde el un eje en que librada estriba la máquina voluble de la esfera, el contrapuesto polo, las partes ya no sólo, que al universo todo considera serle perfeccionantes a su ornato no más pertenecientes; mas ni aun las que ignorantes; miembros son de su cuerpo dilatado, proporcionadamente competentes. Mas como al que ha usurpado diuturna obscuridad de los objetos visibles los colores si súbitos le asaltan resplandores, con la sombra de luz queda más ciego: que el exceso contrarios hace efectos en la torpe potencia, que la lumbre del sol admitir luego no puede por la falta de costumbre; y a la tiniebla misma que antes era tenebroso a la vista impedimento, de los agravios de la luz apela y una vez y otra con la mano cela de los débiles ojos deslumbrados los rayos vacilantes, sirviendo va piadosa medianera la sombra de instrumento para que recobrados por grados se habiliten, porque después constantes su operación más firme ejerciten. Recurso natural, innata ciencia que confirmada ya de la experiencia, maestro quizá mudo, retórico ejemplar inducir pudo a uno y otro galeno para que del mortífero veneno, en bien proporcionadas cantidades, escrupulosamente regulando las ocultas nocivas cualidades, ya por sobrado exceso de cálidas o frías, o ya por ignoradas simpatías o antipatías con que van obrando las causas naturales su progreso, a la admiración dando, suspendida, efecto cierto en causa no sabida, con prolijo desvelo y remirada, empírica atención examinada en la bruta experiencia, por menos peligrosa la confección hicieron provechosa, último afán de la apolínea ciencia de admirable triaca ¡que así del mal el bien tal vez se saca! No de otra suerte el alma que, asombrada de la vista quedó de objeto tanto, la atención recogió, que derramada en diversidad tanta, aun no sabía recobrarse así misma del espanto que portentoso había su discurso clamado, permitiéndole apenas de un concepto confuso el informe embrión que mal formado inordinado caos retrataba de confusas especies que abrazaba, sin orden avenidas, sin orden separadas que cuanto mas se implican combinadas tanto más se disuelven desunidas de diversidad llenas ciñendo con violencia lo difuso de objecto tanto a tan pequeño vaso, aun al más bajo, aun al menor, escaso. Las velas, en efecto, recogidas que fío inadvertidas traidor al mar, al viento ventilante, buscando desatento al mar fidelidad, constancia al viento mal le hizo de su grado en la mental orilla dar fondo destrozado al timón roto, a la quebrada entena, besando arena a arena de la playa el bajel astilla o astilla, donde ya recobrado el lugar usurpó de la carena, cuerda refleja, reportado aviso de dictamen remiso, que en su operación misma reportado más juzgó conveniente a singular asumpto reducirse, o separadamente una por discurrir las cosas, que viene a ceñirse en las artificiosas dos veces cinco son categorías. Reducción metafísica que enseña los erites concibiendo generales en sólo unas mentales fantasías donde de la materia se desdeña el discurso abstraído, ciencia a formar de los universales, reparando advertido, con el arte el defecto de no poder con un intuitivo conocer acto todo lo criado, sino que haciendo escala de en concepto en otro va ascendiendo grado a grado, y el de comprehender orden relativo sigue necesitado de él -del entendimiento limitado vigor- que a sucesivo discurso fía su aprovechamiento, cuyas débiles fuerzas la doctrina, con doctos alimentos va esforzando, y el prolijo, si blando continuo curso de la disciplina, robustos le van alientos infundiendo, con que más animoso el palio glorioso del empeño más arduo altivo aspira los altos escalones ascendiendo en una ya, ya en otra cultivado, facultad, hasta que insensiblemente la honrosa cumbre mira término dulce de su afán pasado, de amarga siembra fruto al gusto grato, que aun a largas fatigas fué barato, y con planta valiente la cima huella de su altiva frente. De esta serie seguir mi entendimiento el método quería o del ínfimo grado del ser inanimado menos favorecido, sino más desvalido, de la segunda causa productiva pasar a la más noble hierarquía, que en vegetable aliento primogénito es, aunque grosero, de Temis el primero, que a sus fértiles pechos maternales con virtud atractiva, los dulces apoyó manantiales de humor terrestre, que a su nutrimiento natural es dulcísimo alimento. Y de cuatro adornada operaciones de contrarias acciones ya atrae, ya segrega diligente lo que no serle juzga conveniente; ya lo superfluo expele y de la copia la substancia más útil hace propia. Y esta ya investigada forma inculcar más bella de sentido adornada; y aun más que de sentido de aprehensiva fuerza imaginativa, que justa puede ocasionar querella cuando afrenta no sea, de la que más lucida centellea inanimada estrella, bien que soberbios brille resplandores, que hasta a los astros puede superiores, aun la menor criatura, aun la más baja, ocasionar envidia, hacer ventaja. Y de este corporal conocimiento haciendo -bien que escaso- fundamento el supremo pasar maravilloso compuesto triplicado de tres acordes líneas ordenado y de las formas todas inferiores compendio misterioso; bisagra engazadora de la que más se eleva entronizada naturaleza pura y de la que criatura menos noble se ve más abatida -no de las cinco solas adornada sensibles facultades- mas de las interiores que tres rectrices son ennoblecida que para ser señora de las demás, no en vano la adornó sabia poderosa mano, fin de sus obras, círculo que cierra la esfera con la tierra; última perfección de lo criado y último de su Eterno Autor agrado; en quien con satisfecha complacencia su inmensa descansó magnificencia: fábrica portentosa que cuanto más altiva al cielo toca sella el polvo la boca de quien ser pudo imagen misteriosa la que Aguila Evangélica, sagrada visión en Patmos vio que las estrellas midió y el cielo con iguales huellas; o la estatua eminente que del metal mostraba más preciado la rica altiva frente y en el más desechado material flaco fundamento hacia con que a leve vaivén se deshacía; el hombre, digo, en fin, mayor portento que discurre el humano entendimiento, compendio que absoluto parece al ángel, a la planta, al bruto, cuya altiva bajeza toda participó naturaleza. ¿Porqué? Quizá porque más venturosa que todas, encumbrada, a merced de amorosa unión sería. ¡Oh aunque repetida, nunca bastante bien sabida merced! pues, ignorada, en lo poco apreciada parece o en lo mal correspondida. Estos, pues, grados discurrir quería unas veces, pero otras disentía excesivo juzgando atrevimiento el discurrirlo todo. Quien aun la más pequeña, aun la más fácil parte no entendía de los más manuales efectos naturales; quien de la fuente no alcanzó risueña el ignorado modo con que el curso dirige cristalino deteniendo en ambages su camino, los horrorosos senos de Plutón, las cavernas pavorosas del abismo tremendo, las campañas hermosas, los Elíseos amenos, tálamo ya de su triforme esposa, clara pesquisidora registrando, útil curiosidad aunque prolija, que de su no cobrada bella hija noticia cierta dio a la rubia diosa, cuando montes y selvas trastornando, cuando prados y bosques inquiriendo, su vida va buscando y del dolor su vida iba perdiendo; quien de la breve flor aun no sabía por qué ebúrnea figura circunscribe su frágil hermosura; mixtos por qué colores confundiendo la grana en los árboles fragante le son gala; ámbares por qué exhala y el leve, si más bello ropaje al viento explica que en una y otra fresca multiplica hija, formando pompa escarolada de dorados perfiles cairelada, que roto del capillo el blanco sello de dulce herida de la cipria diosa los despojos ostenta jactanciosa, si ya el que la colara, candor al alba, púrpura al aurora, no le usurpo y, mezclado, purpúreo es ampo, risicler nevado, tornasol que concita los que del prado aplausos solicita, preceptor quizá vano, si no ejemplo profano de industria femenil que el más activo veneno hace dos veces ser nocivo en el velo aparente de la que finge tez resplandeciente; pues si a un objeto sólo, repetía tímido el pensamiento, huye el conocimiento y cobarde el discurso se desvía, si a especie segregada como de las demás independiente, como sin relación considerada, da las espaldas el entendimiento y asombrado el discurso se espeluza del difícil certamen que rehusa acometer valiente porque teme cobarde comprehenderlo o mal o nunca o tarde. ¿Cómo en tan espantosa máquina inmensa discurrir pudiera, cuyo terrible incomportable peso si ya en su centro mismo no estribara, de Atlante a las espaldas agobiara, de Alcídes a las fuerzas excediera; y el que fue da la esfera bastante contrapeso, pesada manos, menos poderosa su máquina juzgara que la empresa de investigar a la naturaleza? Otras, más esforzado, demasiada acusaba cobardía, el laudo antes ceder que en la lid dura haber siquiera entrado, y al ejemplar osado del claro joven la atención volvía, -auriga altivo del ardiente carro- y el, si infeliz, bizarro alto impulso al espíritu encendía donde el ánimo halla, más que el temor ejemplos de escarmiento, abiertas sendas al atrevimiento que una ya ves trilladas no hay castigo que intento baste a renovar segundo; segunda ambición, digo, ni el panteón profundo cerúlea tumba a su infeliz ceniza, ni el vengativo rayo fulminante mueve por más que avisa al ánimo arrogante que el vivir despreciando determina su nombre eternizar en su ruina; tipo es antes modelo ejemplar pernicioso que alas engendra a repetido vuelo del ánima ambicioso, que del mismo terror haciendo halago que el valor lisonjea, las glorías deletrea entre los caracteres del estrago. O el castigo jamás se publicara, porque nunca, el delito se intentara, político silencioso antes rompiera los autos del proceso circunspecto estadista, o en fingida ignorancia simulara, o con secreta pena castigara el insolente exceso, sin que a popular vista el ejemplar nocivo propusiera; que del mayor delito la malicia peligra en la noticia contagio dilatado trascendiendo, que singular culpa sólo siendo, dejara más remota a lo ignorado su ejecución, que no a lo escarmentado. Mas mientras entre escollos zozobraba, confusa la elección, sirtes tocando de imposibles en cuantos intentaba rumbos seguir, no hallando materia en que cebarse el calor ya, pues su templada llama (llama al fin, aunque más templada sea) que si su activa emplea operación, consume, si no inflama sin poder excusarse había lentamente el manjar transformado propia substancia de la ajena hacienda; y el que hervor resultaba bullicioso de la unión entre el húmedo y ardiente en el maravilloso natural vaso había ya cesado (faltando el medio) y consiguientemente los que de él ascendiendo soporíferos, húmedos vapores, el trono racional embarazaban desde donde a los miembros derramaban dulce entorpecimiento a los suaves ardores del calor consumidos, Las cadenas del sueño desataban. Y la falta sintiendo de alimento los miembros extenuados del descanso cansados, ni del todo despiertos ni dormidos, muestras de apetecer el movimiento con tardos esperezos ya daban, extendiendo los nervios, poco a poco, entumecidos, y los cansados huesos, aun sin entero arbitrio de su dueño volviendo al otro lado, a cobrar empezaron los sentidos dulcemente impedidos del natural beleño su operación los ojos entreabriendo. Y del cerebro ya desocupado los fantasmas huyeron y como de vapor leve formado en fácil humo, en viento convertida, su forma resolvieron. Así, linterna mágica, pintadas representa Fingidas en la blanca pared varias figuras de la sombra no menos ayudaba que de la luz que en trémulos reflejos los competentes lejos guardando de la docta perspectiva en sus ciertas mensuras, de varias experiencias aprobadas la sombra fugitiva, que en el mismo esplendor se desvanece, cuerpo finge formado de todas dimensiones adornado cuando a un ser superficie no merece. En tanto el padre de la luz ardiente de acercarse al oriente ya el término prefijo conocía y al antípoda opuesto despedía con trasmontantes rayos que de su luz en trémulos desmayos en el punto hace mismo su occidente, que nuestro oriente ilustra luminoso. Pero de venus antes el hermoso apacible lucero rompió el albor primero y del viejo Titón la bella esposa, amazona de luces mil vestida, contra la noche armada, hermosa si atrevida, valiente aunque llorosa su frente mostró hermosa de matutinas luces coronada, aunque tierno preludio, ya animoso del planeta fogoso, que venía las tropas reclutando de bisoñas vislumbres, las más robustas, veteranas, lumbres para la retaguardia reservando contra la que tirana usurpadora del imperio del día, negro laurel de sombras mil ceñía y con nocturno cetro pavoroso las sombras gobernaba, de quien aun ella misma se espantaba. Pero apenas la bella precursora signífera del sol, el luminoso en el oriente tremoló estandarte, tocando alarma todos los suaves si bélicos clarines de las aves, diestros -aunque sin arte- trompetas sonorosos, cuando, como tirano al fin, cobarde de recelos medrosos embarazada, bien que hacer alarde intentó de sus fuerzas, oponiendo de su funesta capa los reparos, breves en ella, de los tajos claros heridas recibiendo, bien que mal satisfecho su denuedo, pretexto mal formado fue del miedo, su débil resistencia conociendo, a la fuga ya casi cometiendo más que a la fuerza, el medio de salvarse, ronca tocó bocina a recoger los negros escuadrones para poder en orden retirarse, cuando de más vecina plenitud de reflejos fué asaltada, que la punta rayó más encumbrada de los del mundo erguidos torreones. Llegó en efecto el sol cerrando el giro que esculpió de oro sobre azul zafiro de mil multiplicados mil veces puntos, flujos mil dorados, líneas, digo, de la luz clara salían de su circunferencia luminosa, pautando al cielo la cerúlea plana y a la que antes funesta fué tirana de su imperio, atrapadas embestían que sin concierto huyendo presurosa en sus mismos horrores tropezando su sombra iba pisando y llegar al ocaso pretendía con él sin orden ya, desbaratado ejército de sombras, acosado de la luz de la luz que el alcance le seguía. Consiguió al fin, la vista del ocaso el fugitivo paso y en su mismo despeño recobrada esforzando el aliento de la ruina, en la mitad del globo que ha dejado el sol desamparado, segunda vez rebelde determina mirarse coronada, mientras nuestro hemisferio la dorada ilustraba del sol madeja hermosa, que con luz juiciosa de orden distributivo, repartiendo a las cosas visibles sus colores iba restituyendo entera a los sentidos exteriores su operación, quedando a la luz más cierta el mundo iluminado, y yo despierta.
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Poeta
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Cogióme sin prevención Amor, astuto y tirano: con capa de cortesano se me entró en el corazón. Descuidada la razón y sin armas los sentidos, dieron puerta inadvertidos; y él, por lograr sus enojos, mientras suspendió los ojos me salteó los oídos.
Disfrazado entró y mañoso; mas ya que dentro se vio del Paladión, salió de aquel disfraz engañoso; y, con ánimo furioso, tomando las armas luego, se descubrió astuto Griego que, iras brotando y furores, matando los defensores, puso a toda el Alma fuego.
Y buscando sus violencias en ella al príamo fuerte, dio al Entendimiento muerte, que era Rey de las potencias; y sin hacer diferencias de real o plebeya grey, haciendo general ley murieron a sus puñales los discursos racionales porque eran hijos del Rey.
A Casandra su fiereza buscó, y con modos tiranos, ató a la Razón las manos, que era del Alma princesa. En prisiones su belleza de soldados atrevidos, lamenta los no creídos desastres que adivinó, pues por más voces que dio no la oyeron los sentidos.
Todo el palacio abrasado se ve, todo destruido; Deifobo allí mal herido, aquí Paris maltratado. Prende también su cuidado la modestia en Polixena; y en medio de tanta pena, tanta muerte y confusión, a la ilícita afición sólo reserva en Elena.
Ya la Ciudad, que vecina fue al Cielo, con tanto arder, sólo guarda de su ser vestigios, en su ruina. Todo el amor lo extermina; y con ardiente furor, sólo se oye, entre el rumor con que su crueldad apoya: "Aquí yace un Alma Troya ¡Victoria por el Amor!"
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Poeta
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Verde embeleso de la vida humana, loca esperanza, frenesí dorado, sueño de los despiertos intrincado, como de sueños, de tesoros vana;
alma del mundo, senectud lozana, decrépito verdor imaginado; el hoy de los dichosos esperado, y de los desdichados el mañana:
sigan tu sombra en busca de tu día los que, con verdes vidrios por anteojos, todo lo ven pintado a su deseo;
que yo, más cuerda en la fortuna mía, tengo en entrambas manos ambos ojos y solamente lo que toco veo.
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Poeta
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Estos versos, lector mío, que a tu deleite consagro, y sólo tienen de buenos conocer yo que son malos, ni disputártelos quiero, ni quiero recomendarlos, porque eso fuera querer hacer de ellos mucho caso.
No agradecido te busco: pues no debes, bien mirado, estimar lo que yo nunca juzgué que fuera a tus manos. En tu libertad te pongo, si quisieres censurarlos; pues de que, al cabo, te estás en ella, estoy muy al cabo.
No hay cosa más libre que el entendimiento humano; pues lo que Dios no violenta, por qué yo he de violentarlo?
Di cuanto quisieres de ellos, que, cuanto más inhumano me los mordieres, entonces me quedas más obligado, pues le debes a mi musa el más sazonado plato (que es el murmurar), según un adagio cortesano. Y siempre te sirvo, pues, o te agrado, o no te agrado: si te agrado, te diviertes; murmuras, si no te cuadro.
Bien pudiera yo decirte por disculpa, que no ha dado lugar para corregirlos la priesa de los traslados; que van de diversas letras, y que algunos, de muchachos, matan de suerte el sentido que es cadáver el vocablo; y que, cuando los he hecho, ha sido en el corto espacio que ferian al ocio las precisiones de mi estado; que tengo poca salud y continuos embarazos, tales, que aun diciendo esto, llevo la pluma trotando.
Pero todo eso no sirve, pues pensarás que me jacto de que quizá fueran buenos a haberlos hecho despacio; y no quiero que tal creas, sino sólo que es el darlos a la luz, tan sólo por obedecer un mandato.
Esto es, si gustas creerlo, que sobre eso no me mato, pues al cabo harás lo que se te pusiere en los cascos. Y adiós, que esto no es más de darte la muestra del paño: si no te agrada la pieza, no desenvuelvas el fardo.
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Poeta
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Pues estoy condenada, Fabio, a la muerte, por decreto tuyo, y la sentencia airada ni la apelo, resisto ni la huyo, óyeme, que no hay reo tan culpado a quien el confesar le sea negado.
Porque te han informado, dices, de que mi pecho te ha ofendido, me has, fiero, condenado. ¿Y pueden, en tu pecho endurecido más la noticia incierta, que no es ciencia, que de tantas verdades la experiencia?
Si a otros crédito has dado, Fabio, ¿por qué a tus ojos se lo niegas, y el sentido trocado de la ley, al cordel mi cuello entregas, pues liberal me amplías los rigores y avaro me restringes los favores?
Si a otros ojos he visto, mátenme, Fabio, tus airados ojos; si a otro cariño asisto, asístanme implacables tus enojos; y si otro amor del tuyo me divierte, tú, que has sido mi vida, me des muerte.
Si a otro, alegre, he mirado, nunca alegre me mires ni te vea; si le hablé con agrado, eterno desagrado en ti posea; y si otro amor inquieta mi sentido, sáqueseme el alma tú, que mi alma has sido.
Mas, supuesto que muero, sin resistir a mi infeliz suerte, que me des sólo quiero licencia de que escoja yo mi muerte; deja la muerte a mi elección medida, pues en la tuya pongo yo la vida.
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Poeta
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Hombres necios que acusáis a la mujer, sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis;
si con ansia sin igual solicitáis su desdén, por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia y luego, con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco, al niño que pone el coco y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia, hallar a la que buscáis para prentendida, Thais, y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro que el que, falto de consejo, él mismo empaña el espejo y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén tenéis condición igual, quejándoos, si os tratan mal, burlándoos, si os quieren bien.
Opinión, ninguna gana, pues la que más se recata, si no os admite, es ingrata, y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel, a una culpáis por cruel y a otra por fácil culpáis.
¿Pues como ha de estar templada la que vuestro amor pretende?, ¿si la que es ingrata ofende, y la que es fácil enfada?
Mas, entre el enfado y la pena que vuestro gusto refiere, bien haya la que no os quiere y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas a sus libertades alas, y después de hacerlas malas las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada: la que cae de rogada, o el que ruega de caído?
¿O cuál es de más culpar, aunque cualquiera mal haga; la que peca por la paga o el que paga por pecar?
¿Pues, para qué os espantáis de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar, y después, con más razón, acusaréis la afición de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa e instancia juntáis diablo, carne y mundo.
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Poeta
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Ya que para despedirme, dulce idolatrado dueño, ni me da licencia el llanto ni me da lugar el tiempo,
háblente los tristes rasgos, entre lastimosos ecos, de mi triste pluma, nunca con más justa causa negros.
Y aun ésta te hablará torpe con las lágrimas que vierto, porque va borrando el agua lo que va dictando el fuego.
Hablar me impiden mis ojos; y es que se anticipan ellos, viendo lo que he de decirte, a decírtelo primero.
Oye la elocuencia muda que hay en mi dolor, sirviendo los suspiros, de palabras, las lágrimas, de conceptos.
Mira la fiera borrasca que pasa en el mar del pecho, donde zozobran, turbados, mis confusos pensamientos.
Mira cómo ya el vivir me sirve de afán grosero; que se avergüenza la vida de durarme tanto tiempo.
Mira la muerte, que esquiva huye porque la deseo; que aun la muerte, si es buscada, se quiere subir de precio.
Mira cómo el cuerpo amante, rendido a tanto tormento, siendo en lo demás cadáver, sólo en el sentir es cuerpo.
Mira cómo el alma misma aun teme, en su ser exento, que quiera el dolor violar la inmunidad de lo eterno.
En lágrimas y suspiros alma y corazón a un tiempo, aquél se convierte en agua, y ésta se resuelve en viento.
Ya no me sirve de vida esta vida que poseo, sino de condición sola necesaria al sentimiento.
Mas, por qué gasto razones en contar mi pena y dejo de decir lo que es preciso, por decir lo que estás viendo?
En fin, te vas, ay de mi! Dudosamente lo pienso: pues si es verdad, no estoy viva, y si viva, no lo creo.
Posible es que ha de haber día tan infausto, funesto, en que sin ver yo las tuyas esparza sus luces Febo?
Posible es que ha de llegar el rigor a tan severo, que no ha de darle tu vista a mis pesares aliento?
Ay, mi bien, ay prenda mía, dulce fin de mis deseos! Por qué me llevas el alma, dejándome el sentimiento?
Mira que es contradicción que no cabe en un sujeto, tanta muerte en una vida, tanto dolor en un muerto.
Mas ya que es preciso, ay triste!, en mi infeliz suceso, ni vivir con la esperanza, ni morir con el tormento,
dame algún consuelo tú en el dolor que padezco; y quien en el suyo muere, viva siquiera en tu pecho.
No te olvides que te adoro, y sírvante de recuerdo las finezas que me debes, si no las prendas que tengo.
Acuérdate que mi amor, haciendo gala de riesgo, sólo por atropellarlo se alegraba de tenerlo.
Y si mi amor no es bastante, el tuyo mismo te acuerdo, que no es poco empeño haber empezado ya en empeño.
Acuérdate, señor mío, de tus nobles juramentos; y lo que juró la boca no lo desmientan tus hechos.
Y perdona si en temer mi agravio, mi bien, te ofendo, que no es dolor, el dolor que se contiene atento.
Y adiós; que con el ahogo que me embarga los alientos, ni sé ya lo que te digo ni lo que te escribo leo.
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Poeta
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Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, como en tu rostro y tus acciones vía que con palabras no te persuadía, que el corazón me vieses deseaba;
y Amor, que mis intentos ayudaba, venció lo que imposible parecía: pues entre el llanto, que el dolor vertía, el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste: no te atormenten más celos tiranos, ni el vil recelo tu inquietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos, pues ya en líquido humor viste y tocaste mi corazón deshecho entre tus manos.
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Poeta
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Finjamos que soy feliz, triste pensamiento, un rato; quizá prodréis persuadirme, aunque yo sé lo contrario, que pues sólo en la aprehensión dicen que estriban los daños, si os imagináis dichoso no seréis tan desdichado.
Sírvame el entendimiento alguna vez de descanso, y no siempre esté el ingenio con el provecho encontrado. Todo el mundo es opiniones de pareceres tan varios, que lo que el uno que es negro el otro prueba que es blanco.
A unos sirve de atractivo lo que otro concibe enfado; y lo que éste por alivio, aquél tiene por trabajo.
El que está triste, censura al alegre de liviano; y el que esta alegre se burla de ver al triste penando.
Los dos filósofos griegos bien esta verdad probaron: pues lo que en el uno risa, causaba en el otro llanto.
Célebre su oposición ha sido por siglos tantos, sin que cuál acertó, esté hasta agora averiguado.
Antes, en sus dos banderas el mundo todo alistado, conforme el humor le dicta, sigue cada cual el bando.
Uno dice que de risa sólo es digno el mundo vario; y otro, que sus infortunios son sólo para llorados.
Para todo se halla prueba y razón en qué fundarlo; y no hay razón para nada, de haber razón para tanto.
Todos son iguales jueces; y siendo iguales y varios, no hay quien pueda decidir cuál es lo más acertado.
Pues, si no hay quien lo sentencie, ¿por qué pensáis, vos, errado, que os cometió Dios a vos la decisión de los casos?
O ¿por qué, contra vos mismo, severamente inhumano, entre lo amargo y lo dulce, queréis elegir lo amargo?
Si es mío mi entendimiento, ¿por qué siempre he de encontrarlo tan torpe para el alivio, tan agudo para el daño?
El discurso es un acero que sirve para ambos cabos: de dar muerte, por la punta, por el pomo, de resguardo.
Si vos, sabiendo el peligro queréis por la punta usarlo, ¿qué culpa tiene el acero del mal uso de la mano?
No es saber, saber hacer discursos sutiles, vanos; que el saber consiste sólo en elegir lo más sano.
Especular las desdichas y examinar los presagios, sólo sirve de que el mal crezca con anticiparlo.
En los trabajos futuros, la atención, sutilizando, más formidable que el riesgo suele fingir el amago.
Qué feliz es la ignorancia del que, indoctamente sabio, halla de lo que padece, en lo que ignora, sagrado!
No siempre suben seguros vuelos del ingenio osados, que buscan trono en el fuego y hallan sepulcro en el llanto.
También es vicio el saber, que si no se va atajando, cuando menos se conoce es más nocivo el estrago; y si el vuelo no le abaten, en sutilezas cebado, por cuidar de lo curioso olvida lo necesario.
Si culta mano no impide crecer al árbol copado, quita la sustancia al fruto la locura de los ramos.
Si andar a nave ligera no estorba lastre pesado, sirve el vuelo de que sea el precipicio más alto.
En amenidad inútil, ¿qué importa al florido campo, si no halla fruto el otoño, que ostente flores el mayo?
¿De qué sirve al ingenio el producir muchos partos, si a la multitud se sigue el malogro de abortarlos?
Y a esta desdicha por fuerza ha de seguirse el fracaso de quedar el que produce, si no muerto, lastimado.
El ingenio es como el fuego, que, con la materia ingrato, tanto la consume más cuando él se ostenta más claro.
Es de su propio Señor tan rebelado vasallo, que convierte en sus ofensas las armas de su resguardo.
Este pésimo ejercicio, este duro afán pesado, a los ojos de los hombres dio Dios para ejercitarlos.
¿Qué loca ambición nos lleva de nosotros olvidados? Si es para vivir tan poco, ¿de qué sirve saber tanto? ¡Oh, si como hay de saber, hubiera algún seminario o escuela donde a ignorar se enseñaran los trabajos!
¡Qué felizmente viviera el que, flojamente cauto, burlara las amenazas del influjo de los astros!
Aprendamos a ignorar, pensamiento, pues hallamos que cuanto añado al discurso, tanto le usurpo a los años.
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Poeta
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