|
Quiero brindarte versos porque te finjo buena, con no sé que bondades, y porque eres morena como la inspiradora de mis lejanos votos... -perspectivas azules de paisajes remotos- .
Generosa que amparas de los fríos crüeles, como un fruto viviente de tus sanos vergeles, las rosas inviolables que tus labios oprimen. ¡Oh las instigadoras del ensueño y del crimen!
Paloma fugitiva de la ciudad vedada, donde el dolor muriera bajo la enamorada caricia del consuelo: ciudad donde las risas suenan como campanas de las futuras misas!
|
Poeta
|
|
Palmera brasileña, que al caminante herido ofrendaras tus dátiles de pasión y de olvido, en el desierto único: tu eres la apoteosis que, nimbando de incendios sus fecundas neurosis,
cruzas por los vaivenes de su hondos desvelos como si fueras luna de sus noches de duelos. Yo traigo a tu floresta la alondra moribunda que, en el violín del bosque, preludió la errabunda
sinfonía terrena de aquel ardor eterno, que ahuyenta suavemente las aves del invierno, y en las horas tranquilas descubre su cabeza como un símbolo vago de amor y de belleza.
|
Poeta
|
|
...¿Conque estás decidida? ¿No te detiene nada? ¿Ni siquiera el anuncio de este presentimiento? ¡No puedes negar que eres una desamorada: te vas así, tranquila, sin un remordimiento!
¡Has sido tanto tiempo nuestra hermanita! Mira si no te desearemos buen viaje y mejor suerte, ...tu decisión de anoche la creíamos mentira: ¡que tan acostumbrados estábamos a verte!
Nos quedaremos solos. ¡Y cómo quedaremos...! De más fuera decirte cuánto te extrañaremos; y tú, también, ¿es cierto que nos extrañarás ?
¡Pensar que entre nosotros ya no estarás mañana, Caperucita roja que fuiste nuestra hermana, Caperucita roja, ¿no te veremos más?
|
Poeta
|
|
A todas las evoco. Pensativas, cual si tuvieran alma, yo las veo pasar, como teorías que viniesen en las estancias líricas de un verso.
Las buenas, las cordiales, generosas madrecitas de olvidos en los duelos, las buenas, las cordiales, que ya nunca las volvimos a ver, ni en el recuerdo.
Las manos enigmáticas, las manos con vagos exotismos de misterio, que ocultan, como en libros invisibles, las fórmulas vedadas del secreto.
Las manos que coronan los designios, las manos vencedoras del silencio, en las que sueña, a veces, derrotado, un tardío laurel de luz el genio.
Las pálidas, con sangre de azucenas, violadas por los duendes de los besos, que vi una vez, nerviosas, deslizarse sobre la gama azul de un florilegio.
Las manos graves de las novias muertas, rígidas desposadas de los féretros, leves hostias de ritos amatorios que ya nunca jamás comulgaremos;
Esas manos inmóviles y extrañas, que se petrificaron en el pecho como una interrogante dolorosa de la inmensa ansiedad del postrer gesto.
Las crüeles que saben el encanto del fugaz abandono de un momento. Las exangües, las castas como vírgenes, severas domadoras del deseo.
Las santas, inefables, las ungidas con mirras de perdón y de consuelo: amadas melancólicas y breves de los poetas y de los enfermos.
Las románticas manos de las tísicas, que, en la voz moribunda de un arpegio, como conjuro agónico angustiado, llamaron a Chopin, desfalleciendo...
Las manos que derraman por la noche los filtros germinales en el lecho: las que escriben las cláusulas fecundas sobre las carnes que violó el invierno.
Las manos sin amor de las amadas, más frías y más blancas que el pañuelo que se esfuma en las largas despedidas como paloma del adiós supremo.
¡Las únicas, las fieles, las anónimas, las manos que en los ojos de algún muerto pusieron, al cerrarlos, la postrera temblorosa caricia de sus dedos!
Las manos de bellezas irreales, las manos como lirios de recuerdos, de aquellas que se fueron a la luna, en la piedad del éxtasis eterno.
Las místicas, fervientes como exvotos, inmaterializadas en el rezo, las manos que humanizan las imágenes de los blondos y tristes nazarenos.
Y las manos que triunfan del olvido, ¡esas, blancas como el remordimiento de no haberlas besado, ni siquiera con el beso intangible del ensueño!
|
Poeta
|
|
Entra sin miedo, hermana: no te diremos nada. ¡Qué cambiado está todo, qué cambiado! ¿No es cierto? ¡Si supieras la vida que llevamos pasada! Mamá ha caído enferma y el pobre viejo ha muerto...
Los menores te extrañan todavía, y los otros verán en ti a la hermana perdida que regresa: puedes quedarte, siempre tendrás entre nosotros, con el cariño de antes, un lugar en la mesa.
Quédate con nosotros. Sufres y vienes pobre. Ni un reproche te haremos: ni una palabra sobre el oculto motivo de tu distanciamiento;
ya demasiado sabes cuánto te hemos querido: aquel día, ¿recuerdas? tuve un presentimiento... ¡Si no te hubieras ido!
|
Poeta
|
|
¡Qué tarde regresas!... ¿Serán las benditas locuaces amigas que te han detenido? Vas tan agitada!... ¿Te habrán sorprendido dejando, hace un rato, las casas de citas?
¡Adiós, morochita!... Ya verás, muchacha, cuando andes en todas las charlas caseras: sospecho las risas de tus compañeras diciendo que pronto mostraste la hilacha...
Y si esto ha ocurrido, que en verdad no es poco, si diste el mal paso, si no me equivoco y encontré el secreto de esa agitación...
¿Quién sabrá si llevas en este momento una duda amarga sobre el pensamiento y un ensueño muerto sobre el corazón?
|
Poeta
|
|
Accede, te lo ruego así... Dejemos -mientras se enfría el té que has preparado- de leer el capítulo empezado: amada, cierra el libro y escuchemos...
Y calla, por favor...Guarda tus finas burlas: ten la vergüenza, no imposible, de que tu dulce voz halle insensible, rebelde corazón que aún dominas.
¿Ves? Llega como un breve pensamiento que pone en fuga el arrepentimiento... Bebe toda la onda, hermana mía,
no dejes en la copa nada, nada... Emborráchate, amada: la música es el vino hecho armonía.
|
Poeta
|
|
En un largo alarido de tristeza los heraldos, sombríos, la anunciaron, y las faunas errantes se aprontaron a dejar el amor de la aspereza.
Con el Genio del bosque a la cabeza, una noche y un día galoparon, y cual corceles épicos llegaron en un tropel de bárbara grandeza.
Y ahí están. Ya salvajes emociones, rugen coros de líricos leones cuando allá en los remansos de lo Inerte,
como surgiendo de una pesadilla, ¡Grazna un ganso alejado de la orilla la bondad provechosa de la Muerte!
|
Poeta
|
|
¡Tienes una voz tan dulce!... Yo no sé por qué será, te oímos y nos dan muchas ganas de quererte más. Tienes una voz tan dulce y una manera de hablar, que aunque a veces tú también estés triste de verdad haces reír a abuelita cuando ella quiere llorar. ¡Y ninguno sabe en dónde encuentras tanta bondad para poder decir unas cosas que nos gustan más¡... ¡Si vieras cómo nos gusta! No te habrás de imaginar lo mucho que sufriremos si tú nos dejas... Mamá dice que cuando te cases nos tendrás que abandonar, y eso es mentira: ¿no es cierto que nunca te casarás? Nunca nos dejarás solos, porque eres buena, ¿verdad? ¿Alguna vez has pensado qué haremos si te nos vas? ¿No lo has pensado? Nosotros no lo queremos pensar. Si tú te nos vas, ¿entonces qué voz extraña vendrá a decirnos esas cosas que tú ya no nos dirás? ¿Nos hará olvidar tu voz la voz que vendrá? ¿Lo hará? ¿Hará reír a abuelita cuando ella quiera llorar?
|
Poeta
|
|
Amada, estoy alegre: ya no siento la angustiosa opresión de la tristeza: el pájaro fatal del desaliento graznando se alejó de mi cabeza.
Amada, amada: ya, de nuevo, el canto vuelve a vibrar en mí, como otras veces; ¡y el canto es hombre, porque puede tanto, que hasta sabe domar las altiveces!
Ven a oír: abandona la ventana... Deja al mendigo en paz. ¡Son tus ternuras para el dolor, como las de una hermana, y sólo para mí suelen ser duras!
¡Manos de siempre compasiva y buena, yo tengo todo un sol para que alumbres ese olímpico rostro de azucena hecho de palidez y pesadumbres!
Hoy soy así. Soy un poeta loco que ve su dicha de tus tedios presa ... ¡Ven y siéntate al piano: bebe un poco de champaña en la música francesa!
No quiero verte triste. De tu cara borra ese esguince de pesar cansino... ¡Hoy yo quiero vivir!... ¡Qué cosa rara, hoy tengo el corazón lleno de vino!
|
Poeta
|
|