|
¡Ah, pastores que veláis, por guardar vuestro rebaño, mirad que os nace un Cordero, Hijo de Dios Soberano!
Viene pobre y despreciado, comenzadle ya a guardar, que el lobo os le ha de llevar, sin que le hayamos gozado. Gil, dame acá aquel cayado que no me saldrá de mano, no nos lleven al Cordero: ¿no ves que es Dios Soberano?
¡Sonzas!, que estoy aturdido de gozo y de penas junto. ¿Si es Dios el que hoy ha nacido, cómo puede ser difunto? ¡Oh, que es hombre también junto! La vida estará en su mano; mirad, que es este el Cordero, Hijo de Dios Soberano.
No sé para qué le piden, pues le dan después tal guerra. Mía fe, Gil, mejor será que se nos torne a su tierra. Si el pecado nos destierra, y está el bien todo en su mano, ya que ha venido, padezca este Dios tan Soberano.
Poco te duele su pena; ¡oh, cómo es cierto del hombre, cuando nos viene provecho, el mal ajeno se esconde! ¿No ves que gana renombre de pastor de gran rebaño? Con todo, es cosa muy fuerte que muera Dios Soberano.
|
Poeta
|
|
Alma, buscarte has en Mí, y a Mí buscarme has en ti.
De tal suerte pudo amor, alma, en mí te retratar, que ningún sabio pintor supiera con tal primor tal imagen estampar.
Fuiste por amor criada hermosa, bella, y así en mis entrañas pintada, si te perdieres, mi amada, Alma, buscarte has en Mí.
Que yo sé que te hallarás en mi pecho retratada, y tan al vivo sacada, que si te ves te holgarás, viéndote tan bien pintada.
Y si acaso no supieres dónde me hallarás a Mí, No andes de aquí para allí, sino, si hallarme quisieres, a Mí buscarme has en ti.
Porque tú eres mi aposento, eres mi casa y morada, y así llamo en cualquier tiempo, si hallo en tu pensamiento estar la puerta cerrada.
Fuera de ti no hay buscarme, porque para hallarme a Mí, bastará sólo llamarme, que a ti iré sin tardarme y a Mí buscarme has en ti.
|
Poeta
|
|
¡Cuán triste es, Dios mío, la vida sin ti! Ansiosa de verte, deseo morir.
Carrera muy larga es la de este suelo, morada penosa, muy duro destierro. ¡Oh sueño adorado! sácame de aquí! Ansiosa de verte, deseo morir.
Lúgubre es la vida, amarga en extremo; que no vive el alma que está de ti lejos. ¡Oh dulce bien mío, que soy infeliz! Ansiosa de verte, deseo morir.
¡Oh muerte benigna, socorre mis penas! Tus golpes son dulces, que el alma libertan. ¡Qué dicha, oh mi Amado, estar junto a Ti! Ansiosa de verte, deseo morir.
El amor mundano apega a esta vida; el amor divino por la otra suspira. Sin ti, Dios eterno, ¿quién puede vivir? Ansiosa de verte, deseo morir.
La vida terrena es continuo duelo: vida verdadera la hay sólo en el cielo. Permite, Dios mío, que viva yo allí. Ansiosa de verte, deseo morir.
¿Quién es el que teme la muerte del cuerpo, si con ella logra un placer inmenso? ¡Oh! sí, el de amarte, Dios mío, sin fin. Ansiosa de verte, deseo morir.
Mi alma afligida gime y desfallece. ¡Ay! ¿quién de su amado puede estar ausente? Acabe ya, acabe aqueste sufrir. Ansiosa de verte, deseo morir.
El barbo cogido en doloso anzuelo encuentra en la muerte el fin del tormento. ¡Ay!, también yo sufro, bien mío, sin ti, Ansiosa de verte, deseo morir.
En vano mi alma te busca oh mi dueño; Tú, siempre invisible, no alivias su anhelo. ¡Ay! esto la inflama, hasta prorrumpir: Ansiosa de verte, deseo morir.
¡Ay!, cuando te dignas Entrar en mi pecho, Dios mío, al instante el perderte temo. Tal pena me aflige y me hace decir: Ansiosa de verte, deseo morir.
Haz, Señor, que acabe tan larga agonía; socorre a tu sierva que por ti suspira. Rompe aquestos hierros y sea feliz. Ansiosa de verte, deseo morir.
Mas no, dueño amado, que es justo padezca; que expíe mis yerros, mis culpas inmensas. ¡Ay!, logren mis lágrimas te dignes oír: Ansiosa de verte, deseo morir.
|
Poeta
|
|
¡Oh hermosura que excedéis a todas las hermosuras! Sin herir dolor hacéis, y sin dolor deshacéis, el amor de las criaturas.
Oh ñudo que así juntáis dos cosas tan desiguales, no sé por qué os desatáis, pues atado fuerza dais a tener por bien los males.
Juntáis quien no tiene ser con el Ser que no se acaba; sin acabar acabáis, sin tener que amar amáis, engrandecéis nuestra nada.
|
Poeta
|
|
Si el amor que me tenéis, Dios mío, es como el que os tengo, Decidme: ¿en qué me detengo? O Vos, ¿en qué os detenéis?
- Alma, ¿qué quieres de mí? ? Dios mío, no más que verte. ? Y ¿qué temes más de ti? ? Lo que más temo es perderte.
Un alma en Dios escondida ¿qué tiene que desear, sino amar y más amar, y en amor toda escondida tornarte de nuevo a amar?
Un amor que ocupe os pido, Dios mío, mi alma os tenga, para hacer un dulce nido adonde más la convenga.
|
Poeta
|
|
Ya toda me entregué y di, y de tal suerte he trocado, que es mi Amado para mí, y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador me tiró y dejó rendida, en los brazos del amor mi alma quedó caída, y cobrando nueva vida de tal manera he trocado, que es mi Amado para mí, y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha enherbolada de amor, y mi alma quedó hecha una con su Criador; ya yo no quiero otro amor, pues a mi Dios me he entregado, y mi Amado es para mí, y yo soy para mi amado.
|
Poeta
|
|
Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?
Soberana Majestad, eterna sabiduría, bondad buena al alma mía; Dios alteza, un ser, bondad, la gran vileza mirad que hoy os canta amor así: ¿qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, pues me criastes, vuestra, pues me redimistes, vuestra, pues que me sufristes, vuestra pues que me llamastes, vuestra porque me esperastes, vuestra, pues no me perdí: ¿qué mandáis hacer de mí?
¿Qué mandáis, pues, buen Señor, que haga tan vil criado? ¿Cuál oficio le habéis dado a este esclavo pecador? Veisme aquí, mi dulce Amor, amor dulce, veisme aquí: ¿qué mandáis hacer de mí?
Veis aquí mi corazón, yo le pongo en vuestra palma, mi cuerpo, mi vida y alma, mis entrañas y afición; dulce Esposo y redención, pues por vuestra me ofrecí: ¿qué mandáis hacer de mí?
Dadme muerte, dadme vida: dad salud o enfermedad, honra o deshonra me dad, dadme guerra o paz crecida, flaqueza o fuerza cumplida, que a todo digo que sí: ¿qué mandáis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza, dad consuelo o desconsuelo, dadme alegría o tristeza, dadme infierno o dadme cielo, vida dulce, sol sin velo, pues del todo me rendí: ¿qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración, si no, dadme sequedad, si abundancia y devoción, y si no esterilidad. Soberana Majestad, sólo hallo paz aquí: ¿qué mandáis hacer de mi?
Dadme, pues, sabiduría, o por amor, ignorancia; dadme años de abundancia, o de hambre y carestía; dad tiniebla o claro día, revolvedme aquí o allí: ¿qué mandáis hacer de mí?
Si queréis que esté holgando, quiero por amor holgar. Si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando. Decid, ¿dónde, cómo y cuándo? Decid, dulce Amor, decid: ¿qué mandáis hacer de mí?
Dadme Calvario o Tabor, desierto o tierra abundosa; sea Job en el dolor, o Juan que al pecho reposa; sea viña fructuosa o estéril, si cumple así: ¿qué mandáis hacer de mí?
Sea José puesto en cadenas, o de Egipto adelantado, o David sufriendo penas, o ya David encumbrado; sea Jonás anegado, o libertado de allí: ¿qué mandáis hacer de mí?
Esté callando o hablando, haga fruto o no le haga, muéstreme la ley mi llaga, goce de Evangelio blando; esté penando o gozando, sólo vos en mí vivid: ¿qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?
|
Poeta
|
|
Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí, después que muero de amor; porque vivo en el Señor, que me quiso para sí: cuando el corazón le di puso en él este letrero, que muero porque no muero.
Esta divina prisión, del amor en que yo vivo, ha hecho a Dios mi cautivo, y libre mi corazón; y causa en mí tal pasión ver a Dios mi prisionero, que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida! ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel, estos hierros en que el alma está metida! Sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga do no se goza el Señor! Porque si es dulce el amor, no lo es la esperanza larga: quíteme Dios esta carga, más pesada que el acero, que muero porque no muero.
Sólo con la confianza vivo de que he de morir, porque muriendo el vivir me asegura mi esperanza; muerte do el vivir se alcanza, no te tardes, que te espero, que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte; vida, no me seas molesta, mira que sólo me resta, para ganarte perderte. Venga ya la dulce muerte, el morir venga ligero que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba, que es la vida verdadera, hasta que esta vida muera, no se goza estando viva: muerte, no me seas esquiva; viva muriendo primero, que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle a mi Dios que vive en mí, si no es el perderte a ti, para merecer ganarle? Quiero muriendo alcanzarle, pues tanto a mi Amado quiero, que muero porque no muero.
|
Poeta
|
|