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Dolora a Lola
Iba llorando la Ausencia con el semblante abatido cuando se encontró en presencia del Olvido, que al ver su faz marchitada, le dijo con voz turbada: sin colores, -"Ya no llores niña bella, ya no llores."
Que si tu contraria estrella te oprime incansable y ruda yo te prometo mi ayuda contra tu mal y contra ella". oyó la Ausencia llorando la propuesta cariñosa, y los ojos enjugando ruborosa, -"Admito desde el momento buen anciano". Le dijo con dulce acento. "Admito lo que me ofreces y que en vano he buscado tantas veces, yo que triste y sin ventura, la copa de la amargura he apurado hasta las heces" Desde entonces, Lola bella, cariñosa y anhelante vive el Olvido con ella, siempre amante; y la Ausencia ya no gime, ni doliente recuerda el mal que la oprime; que un amor ha concebido tan ardiente por el anciano querido, que si sus penas resiste, suspira y llora muy triste cuando la deja el Olvido.
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Poeta
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A...
Después de que el destino me ha hundido en las congojas del árbol que se muere crujiendo de dolor, truncando una por una las flores y las hojas que al beso de los cielos brotaron de mi amor.
Después de que mis ramas se han roto bajo el peso de tanta y tanta nieve cayendo sin cesar, y que mi ardiente savia se ha helado con el beso que el ángel del invierno me dio al atravesar.
Después... es necesario que tú también te alejes en pos de otras florestas y de otro cielo en pos; que te alces de tu nido, que te alces y me dejes sin escuchar mis ruegos y sin decirme adiós.
Yo estaba solo y triste cuando la noche te hizo plegar las blancas alas para acogerte a mi, entonces mi ramaje doliente y enfermizo brotó sus flores todas tan sólo para ti.
En ellas te hice el nido risueño en que dormías de amor y de ventura temblando en su vaivén, y en él te hallaban siempre las noches y los días feliz con mi cariño y amándote también...
¡Ah! nunca en mis delirios creí que fuera eterno el sol de aquellas horas de encanto y frenesí; pero jamás tampoco que el soplo del invierno llegara entre tus cantos, y hallándote tú aquí...
Es fuerza que te alejes... rompiéndome en astillas; ya siento entre mis ramas crujir el huracán, y heladas y temblando mis hojas amarillas se arrancan y vacilan y vuelan y se van...
Adiós, paloma blanca que huyendo de la nieve te vas a otras regiones y dejas tu árbol fiel; mañana que termine mi vida oscura y breve ya sólo tus recuerdos palpitarán sobre él.
Es fuerza que te alejes del cántico y del nido tú sabes bien la historia paloma que te vas... El nido es el recuerdo y el cántico el olvido, el árbol es el siempre y el ave es el jamás.
Adiós mientras que puedes oír bajo este cielo el último ¡ay! del himno cantado por los dos... Te vas y ya levantas el ímpetu y el vuelo, te vas y ya me dejas, ¡paloma, adiós, adiós!
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Poeta
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¡Y bien! aqui estás ya... sobre la plancha donde el gran horizonte de la ciencia la extensión de sus límites ensancha.
Aqui donde la rígida experiencia viene a dictar las leyes superiores a que está sometida la existencia.
Aquí donde derrama sus fulgores ese astro a cuya luz desaparece la distinción de esclavos y señores.
Aquí donde la fábula enmudece y la voz de los hechos se levanta y la superstición se desvanece.
Aquí donde la ciencia se adelanta a leer la solución de ese problema cuyo sólo enunciado nos espanta.
Ella que tiene la razón por lema y que en tus labios escuchar ansía la augusta voz de la verdad suprema.
Aquí está ya... tras de la lucha impía en que romper al cabo conseguiste la cárcel que al dolor te retenía.
La luz de tus pupilas ya no existe, tu máquina vital descansa inerte y a cumplir con su objeto se resiste.
¡Miseria y nada mas! dirán al verte los que creen que el imperio de la vida acaba donde empieza el de la muerte.
Y suponiendo tu misión cumplida se acercarán a ti, y en su mirada te mandarán la eterna despedida.
Pero, ¡no!... tu misión no está acabada, que ni es la nada el punto en que nacemos ni el punto en que morimos es la nada.
Círculo es la existencia, y mal hacemos cuando al querer medirla le asignamos la cuna y el sepulcro por extremos.
La madre es sólo el molde en que tomamos nuestra forma, la forma pasajera con que la ingrata vida atravesamos.
Pero ni es esa forma la primera que nuestro ser reviste, ni tampoco será su última forma cuando muera.
Tú sin aliento ya, dentro de poco volverás a la tierra y a su seno que es de la vida universal el foco.
Y allí, a la vida en apariencia ajeno, el poder de la lluvia y del verano fecundará de gérmenes tu cieno.
Y al ascender de la raíz al grano, irás del vergel a ser testigo en el laboratorio soberano;
Tal vez, para volver cambiado en trigo al triste hogar donde la triste esposa sin encontrar un pan sueña contigo.
En tanto que las grietas de tu fosa verán alzarse de su fondo abierto la larva convertida en mariposa;
Que en los ensayos de su vuelo incierto irá al lecho infeliz de tus amores a llevarle tus ósculos de muerto.
Y en medio de esos cambios interiores tu cráneo lleno de una nueva vida, en vez de pensamientos dará flores,
en cuyo cáliz brillará escondida la lágrima tal vez con que tu amada acompañó el adiós de tu partida.
La tumba es el final de la jornada, porque en la tumba es donde queda muerta la llama en nuestro espíritu encerrada.
Pero en esa mansión a cuya puerta se extingue nuestro aliento, hay otro aliento que de nuevo a la vida nos despierta.
Allí acaban la fuerza y el talento, allí acaban los goces y los males allí acaban la fe y el sentimiento.
Allí acaban los lazos terrenales, y mezclados el sabio y el idiota se hunden en la región de los iguales.
Pero allí donde el ánimo se agota y perece la máquina, alli mismo el ser que muere es otro ser que brota.
El poderoso y fecundante abismo del antiguo organismo se apodera y forma y hace de él otro organismo.
Abandona a la historia justiciera un nombre sin cuidarse, indiferente, de que ese nombre se eternice o muera.
El recoge la masa únicamente, y cambiando las formas y el objeto se encarga de que viva eternamente;
La tumba sólo guarda un esqueleto mas la vida en su bóveda mortuoria prosigue alimentándose en secreto.
Que al fin de esta existencia transitoria a la que tanto nuestro afán se adhiere, la materia, inmortal como la gloria, cambia de formas; pero nunca muere.
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Poeta
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¡Pues bien!, yo necesito decirte que te adoro, decirte que te quiero con todo el corazón; que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro, que ya no puedo tanto, y al grito en que te imploro, te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.
Yo quiero que tú sepas que ya hace muchos días estoy enfermo y pálido de tanto no dormir; que están mis noches negras, tan negras y sombrías, que ya se han muerto todas las esperanzas mías, que ya no sé ni dónde se alzaba el porvenir.
De noche, cuando pongo mis sienes en la almohada y hacia otro mundo quiero mi espíritu volver, camino mucho, mucho, y al fin de la jornada, las formas de mi madre se pierden en la nada, y tú de nuevo vuelves en mi alma a aparecer.
Comprendo que tus besos jamás han de ser míos, comprendo que en tus ojos no me he de ver jamás; y te amo y en mis locos y ardientes desvaríos, bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos, y en vez de amarte menos te quiero mucho más.
A veces pienso en darte mi eterna despedida, borrarte en mis recuerdos y huir de esta pasión; mas si es en vano todo y el alma no te olvida, ¿qué quieres tú que yo haga, pedazo de mi vida, qué quieres tú que yo haga con este corazón?
Y luego que ya estaba concluido el santuario, tu lámpara encendida, tu velo en el altar, el sol de la mañana detrás del campanario, chispeando las antorchas, humeando el incensario, y abierta allá a lo lejos la puerta del hogar...
¡Qué hermoso hubiera sido vivir bajo aquel techo, los dos unidos siempre y amándonos los dos; tú siempre enamorada, yo siempre satisfecho, los dos una sola alma, los dos un solo pecho, y en medio de nosotros mi madre como un Dios!
¡Figúrate qué hermosas las horas de esa vida! ¡Qué dulce y bello el viaje por una tierra así! Y yo soñaba en eso, mi santa prometida; y al delirar en eso con alma estremecida, pensaba yo en ser bueno por ti, no más por ti.
Bien sabe Dios que ese era mi más hermoso sueño, mi afán y mi esperanza, mi dicha y mi placer; ¡bien sabe Dios que en nada cifraba yo mi empeño, sino en amarte mucho en el hogar risueño que me envolvió en sus besos cuando me vio nacer!
Esa era mi esperanza... mas ya que a sus fulgores se opone el hondo abismo que existe entre los dos, ¡adiós por la vez última, amor de mis amores; la luz de mis tinieblas, la esencia de mis flores; mi lira de poeta,mi juventud, adiós!
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Poeta
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