El Día Internacional de la Mujer Trabajadora, también llamado Día Internacional de la Mujer, conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona. Se celebra el día 8 de marzo. Es fiesta nacional en algunos países.
—Rosa fresca, rosa fresca, tan garrida y con amor, cuando vos tuve en mis brazos, no vos supe servir, no; y agora que os serviría no vos puedo haber, no.
—Vuestra fue la culpa, amigo, vuestra fue, que mía no; enviátesme una carta con un vuestro servidor, y en lugar de recaudar él dijera otra razón: que érades casado, amigo, allá en tierras de León; que tenéis mujer hermosa y hijos como una flor.
—Quien os lo dijo, señora, no vos dijo verdad, no; que yo nunca entré en Castilla ni allá en tierras de León, sino cuando era pequeño, que no sabía de amor.
Yo sentí al descender los impasibles Ríos que ya no me sirgaban mis conductores rudos; de blanco a pieles-rojas chillones y bravíos sirvieron en los postes, clavados y desnudos.
Por las tripulaciones nunca tuve interés y cuando terminó la cruel algarabía, a mí, barco de trigo y de algodón inglés, me dejaron los Ríos ir adonde quería.
Bogué en un cabrilleante furor de marejadas más sordo e insensible que meollo de infantes y las viejas Penínsulas por el mar desgajadas no han sufrido vaivenes más recios y triunfantes.
La tempestad bendijo mi despertar marino. Diez noches he bailado más leve que un tapón sobre olas que a las víctimas abrían el camino, sin lamentar la necia mirada de un farón.
Cual para el niño poma modorra, regodeo fue para el agua verde este casco de pino; dispersando el timón y perdiendo el arpeo me lavó de inmundicias y de manchas de vino.
Desde entonces me baña el poema del mar lactascente, infundido de astros; muchas veces, devorando lo azul, en él se va pasar un pensativo ahogado de turbias palideces.
Algo tiñe la azul inmensidad y delira en ritmos lentos, bajo el diurno resplandor. Más fuerte que el alcohol, más vasta que una lira fermenta la amargura de las pecas de amor.
He visto las resacas, la tormenta sonora, las corrientes, las mangas -y de todo sé el nombre-; cual vuelo de palomas a la exaltada aurora, y alguna vez he visto lo que cree ver el hombre.
Yo he visto al sol manchado de místicos horrores, alumbrando cuajados violáceos sedimentos. Cual en dramas remotos los reflujos actores lanzaban en un vuelo sus estremecimientos.
Soñé en la noche verde de espuma y nieve ahita -en los ojos del mar, lentos besos de amor- y en la circulación de la savia inaudita que arrastra áureo y azul, al fósforo cantor.
Asaltando arrecifes, un mes tras otro mes, seguí a la marejada histérica y vesánica, sin creer que las Marías con sus fúlgidos pies cortaran el resuello a la jeta oceánica.
¡No sabéis... ! Dí con muchas increíbles Floridas, con ojos de panteras y con pieles humanas mezclábanse arcos-iris, tendidos como bridas, al rebaño marino de las verdosas lanas.
He visto fermentar las enormes lagunas en cuyas espadañas se pudre un Leviathán y he visto, con bonanza, desplomándose algunas cataratas remotas que a los abismos van...
Vi el sol de plata, el nácar del mar, el cielo ardiente, horrores encallados en las pardas bahías y mucha retorcida y gigante serpiente cayendo de los árboles, con fragancias sombrías.
Quisiera yo enseñar a un niño esas doradas de la onda azul. pescados cantores, rutilantes... Me bandijo la espuma al salir de las radas y el inefable viento me elevó por instantes...
Fui mártir de los polos y las zonas hastiado, el sollozo del mar dulcificó mi arfada; con flores amarillas ventosas fui obsequiado, y me quedé como una mujer arrodillada.
Igual que una península llevaba las disputas y el fimo de chillonas aves de ojos melados, y mientras yo bogaba, de entre jarcias enjutas bajaban a dormir, de espaldas, los ahogados.
Y yo, barco perdido entre la cabellera de ensenadas, al éter echado por la racha, no merecí el remolque de anseáticas veleras ni de los monitores, nave de agua borracha.
Humeante, libre, ornado de neblinas violetas segué el cielo rojizo con brío de segur llevando -almíbar grato a los buenos poetas- mis líquenes de sol y mis mocos de azur.
Las lúnulas eléctricas me fueron recubriendo, almadía, escoltada por negros hipocampos. Las ardientes canículas golpearon abatiendo en trombas, a los cielos de ultramarinos lampos.
Yo que temblé al oír a través latitudes el rugir de los Behemots y los Maelstroms en celo, eterno navegante de azuladas quietudes, por los muelles de Europa ahora estoy sin consuelo.
Yo vi los archipiélagos siderales que el hondo y delirante cielo abren al bogador. ¿Te recoges tú y duermes en las noches sin fondo, millón de aves de oro, venidero Vigor?
El acre amor me ha henchido de embriagador letargo. Lloré mucho. Las albas son siempre lacerantes. Toda luna es atroz y todo sol amargo. ¡Que se rompa mi quilla y vaya al mar cuanto antes!
Si yo ansío algún agua de Europa es la del charco negro y frío en el cual, al caer la tarde rosa, en cuclillas y triste, un niño suelta un barco endeble y delicado como una mariposa.
Ya nunca más podré, olas acariciantes, aventajar a otros transportes de algodón, ni cruzando el orgullo de banderas flameantes nadar junto a los ojos horribles de un pontón.
Soy como esa isla que ignorada, late acunada por árboles jugosos, en el centro de un mar que no me entiende, rodeada de nada, sola sólo. Hay aves en mi isla relucientes, y pintadas por ángeles pintores, hay fieras que me miran dulcemente, y venenosas flores. Hay arroyos poetas y voces interiores de volcanes dormidos. Quizá haya algún tesoro muy dentro de mi entraña. ¡Quién sabe si yo tengo diamante en mi montaña, o tan sólo un pequeño pedazo de carbón! Los árboles del bosque de mi isla, sois vosotros mis versos. ¡Qué bien sonáis a veces si el gran músico viento os toca cuando viene el mar que me rodea! A esta isla que soy, si alguien llega, que se encuentre con algo es mi deseo; manantiales de versos encendidos y cascadas de paz es lo que tengo. Un nombre que me sube por el alma y no quiere que llore mis secretos; y soy tierra feliz que tengo el arte de ser dichosa y pobre al mismo tiempo. Para mí es un placer ser ignorada, isla ignorada del océano eterno. En el centro del mundo sin un libro sé todo, porque vino un mensajero y me dejó una cruz para la vida para la muerte me dejó un misterio.
Había una vez una mujer, mirando a la luna, y se preguntó, ¿pronto encontraré el amor?
Una mujer tocando el acordeón, con una nota muy sutil y melódica, una nota con tonos tristes y lúgubres, en el fondo de su corazón se esconde algo siniestro, que nadie quisiera experimentar en ella.
Una mujer, con el corazón de una viuda negra, bella por fuera, despiadada por dentro, si te veo, será mejor cuidarme de tus encantos mortales.
¿Y qué más existe? en un corazón congelado, excepto el pensamiento de una asesina, bella y silenciosa, que toca el acordeón, al terminar de tocarlo, de desatará su lado siniestro, su instinto asesino se liberará.
Te amo por tu sonrisa, Porque sencillamente eres tú Con tu alegría y felicidad Con tus sollozos de nostalgia Y tu mirada iluminada de esperanza…
Te amo porque me amas. Te amo amor por tu fortaleza, Comprensión y atención. Porque en ti me encontré de nuevo Acabando con mis aflicciones.
Realmente no sé cómo ni cuándo ocurrió Pero ocurrió, Sería que viste en mis ojos la mirada pérdida La sonrisa vacía que mi cara fingía O la lluvia en mis ojos de tanto esperar…
Sin previo aviso mujer Te has adueñado de mi corazón Sólo con palabras amables, con una sonrisa Una mirada entre pícara y dulce Y la promesa de amigos.
Yo lo sabía, y cerraba mis ojos pensando en ti Intuía que algún día te encontraría Pero en cambio, me has encontrado tú Nuevamente a las cuerdas pegado estoy Pero ahora no lucho más, vénceme cuando quieras.
Tú eres mi pilar, mi fortaleza, mi forma de amar Eres mi refugio, mi paz, mi bien, mi todo. Es a través de tus ojos, que veo el amor Y un cielo eterno para los dos… ¡Dios!... ¿Existirá esta mujer?
Tomando tereré, el horizonte me hizo ver, el ayer de tus días felices. La pantalla remendada, el hilo sucio cantaba, mi nariz solo callaba, como mi corazón te lloraba. Los viernes en la manzana, la biblioteca discute: “todos hablan” ¡Si! “todos los libros deseando ser leídos”. Aun el peligro en las calles, hacen que mis versos sean con detalles…
Mientras el guaraní es cantando en arpas y guitarras, el pobre muere de necesidad igual que yo. Y aun recuerdo esos versos que llamaban a mis tontos deseos, de escribirte también guaraní. Cuñatai porá, mis poemas huelen a ti, a tu jardín, a tu esencia tan dichosa de ser cantada por los bohemios, por los poetas, por los que saben de ti. Mi cuñatai.
Autor: José Monnin elpoeta Limpio-Paraguay Derechos reservados 05/01/2013 Del libro: Poemas especiales.
CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA ___Porfirio Barba Jacob. Poeta Colombia. 1883-1942
CANCION DE LA VIDA PROFUNDA
Hay días en que somos tan móviles, tan móviles, como las leves briznas al viento y al azar...
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonría... La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar...
Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles, como en Abril el campo, que tiembla de pasión;
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias, el alma está brotando florestas de ilusión.
Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos, como la entraña obscura de obscuro pedernal;
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas, en rútilas monedas tasando el Bien y el Mal.
Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos... -¡niñez en el crepúsculo! ¡lagunas de zafir!-
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza, ¡y hasta las propias penas! nos hacen sonreír...
Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos, que nos depara en vano su carne la mujer; tras de ceñir un talle y acariciar un seno, la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.
Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres, como en las noches lúgubres el llanto del pinar:
el alma gime entonces bajo el dolor del mundo, y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.
Mas hay también ¡oh Tierra! un día... un día... un día en que levamos anclas para jamás volver;
un día en que discurren vientos ineluctables... ¡Un día en que ya nadie nos puede retener!