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Taciturna catarsis (Texto Neosurrealista)
Por atrapar los mañanas en un recuerdo de párpados nocturnos en los dulces labios del silencio en las manos cálidas del sueño donde el eco ansioso merienda un plácido silencio como hirviente cascada que desgarra.
Entre las noches un fuerte huracán que asoló islas, como la negación, la culpa, y todas las etapas del duelo, alimentado por cálidas aguas, junto a una zona arrasada por el fuego de la muerte, la ignorancia, y la indiferencia de las rocas impacientes, por los riesgos de la autopista, mientras caminaba sonriendo, trabajosamente hasta el buzón sepultado por la nieve. Encontrando una razón más para disfrutar del fracaso, que enriquece, la insensibilidad, del despojar al semejante de sus bienes, con todas las comodidades modernas, y el perdón a la vuelta de la esquina, decorado con monedas, como un terópodo depredador, pequeño y ágil, y el hábito de incubar polémicas suculentas, y controversias apetitosas.
En la virtud encendida y derramada la carne del fuego forja vientos en el íntimo fulgor del momento prematuro por el roce inadvertido que rosa y goza el clavel por las orquídeas.
Cavando en el pasado, con las pestañas que resuelven las incógnitas, hasta las mismas raíces de lo increíble, como animales mesozoicos jamás descubiertos, por un dátil codificado como tomate, ni por las siluetas de las nuevas nubes, con techo de paja y pequeños pastizales, preocupados por el propio cabello, que flota cuando las campanas dejan de sonar bajo el acantilado de acacias. Expulsar de raíz a las corbatas y camisas infames, es el canto, es la clave, es el tesoro ataviado con saco negro, como el cinodonte del Pérmico tardío, con patas torpes y sangre fría, por las cordilleras montañosas y los riscos agrupados... Sigilosa la noche serpentea bajo una almohada...
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Atavío Anhelado (Texto Neosurrealista)
Lo curioso de ésto, es que sea tan común y corriente, como la sed elegante, salada, que del mar se desprende, arrojando al desierto azúcar, con la carne de sol marino, con la ternura compasiva, y habitual de unas tumbas, salvajes, envueltas por el camino recorrido en la memoria, sembrada con ramas, en la multitud de tímidas cortinas, que llaman a la calle sin escucharla, y despiertan al espejo en la mañana, por el ruido de la puerta meciendo una ventana, y sentando al árbol en un viejo vaso de hojas invisibles, por el más lento relámpago durmiendo. Helado Antes De vestir la desnudez Atada Al Navío bordado, engalanado, al frente.
De los tropeles de los caballos encendidos, por el morral fiel al perdón, que los placeres brindan, que al alma erizan, y la nieve hundida se agita enfebrecida, tenaz en plenitud, tierna enardecida, en el esplendor de los verdores deseados, vistiendo a la luz afanosa, con la inmensa soledad callada, como un lirio teje y desteje al destino, de los jardines transparentes, de los suspiros vestidos de súplicas, por los riscos resignados, y la sombra voluptuosa en su blancura... Sin embargo, lo más importante que revelan las crisis sobre nosotros mismos, es lo que hacemos para encararlas.
Por El espacio Tiempo Pequeño en el pasado con el amor en un instante con gotas de oceánicos oleajes del cielo prometido tan azul y común como curioso.
¡Anhelo desvestido, transparente, invisible e inservible!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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AL RECRUDECER TEMPESTUOSO (Texto Experimental Neosurrealista)
Por el gris que arrastra de la mano al año en la bonanza sangrienta una pesadilla despierta porqué amarillean los verdores secos ecos.
En la parte inferior de la escena, cinco veces repelente, especialmente en aquéllos de mayor autonomía, húmedos, por las tácticas brutales de la pobreza, de las presas y el viento, desprevenidos por el néctar de una polilla, cuando sacaba del polvo al cuervo curvo, en el crecimiento de los huecos olvidados, en la distancia escurridiza, que es el desliz desafiante del margen, en el domicilio de las controversias, con la discreción absoluta de todos los engaños, y la decisión inapelable del cementerio.
¡Al triptongar la tripulación las triquiñuelas triunfales!
En la voz que cubre la ceniza de las noches en la carne de la tierra con el sueño anegado en las raíces devoradas ¡Por la inocencia tierna!.
En los efectos visuales, que deforman la lengua en trance, por el poder portador de las señales, con la bendición de medio litro de sed, sobre cualquier hoja del aire, dónde los problemas tienen un precio razonable, para los panteones plagiados por el estiércol de un caballo, con la corteza de un sauce, en el amargor persuasivo, de cualquier planta o palma, pie o mano, virtud venenosa, siguiendo así la tendencia de los resultados impredecibles, en la repetición más fascinante de todo lo ignorado, y la mezcla complicada que más confunde.
¡Al reverberar la reverencia del revoloteo retrechero!.
Porqué el silencio se ha marchado al cielo desabrido y ocultado entre lámparas de sangre seca la consciencia abundante en el desprecio de la lengua al alma ajena.
Encerrando la verdad, al mundo de la sierra abierta, del bosque, del pasado omitido, en estos años que vencieron a los meses, y dejaron paralíticos los días, en el gran progreso hacia el abismo, con los cambios más espirituales, del plomo en manos del infierno, en los bordados funerarios, del ortoedro virtuoso, acomodado en el cálculo infinitesimal, de una lágrima regular, que ocupa las pocas funciones trascendentes, en la vinculación de los logaritmos con los números imaginarios, en la tangente respuesta, y la secante en los catetos indispuestos, por la tempestad en el plano simétrica... ¡Al recrudecer tempestuoso, de las relaciones, de sucesos aleatorios!
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez .
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Poeta
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YA ENCAMPANADA
Ya, ya... Ya encampanada. Sembrando su miedo va la sombra, tras los rayos angustiosos de la noche torturada, y dolientemente iluminada por el aroma desterrado. ¡Donde las estrellas se aletargan cayendo entre pestañeos!.
En campa... ¡Nada, nada, nada. Ya va... En los sueños. Temblorosos del espejo. En un pedazo de recuerdo. ¡Enfebrecido!. En la carne ya.
Encampanada. Entre las paredes. Hay inquietas esperanzas. De paso esquivo en las palabras. Que guardan sus llaves al pan de los candados. Corrosivos en la nube que fragua dulce al fuego ya.
Campaneando. Donde la mirada. Se sumerge vespertina. En la sonrisa del espejo ya. Ya no hay asombro ni desdén. En las rutas legendarias del arrobo.
En el tren de un lenguaje fino con la vaga consistencia. De la ceniza, con el roble que avanza al fondo. Por el monte de la cuna sólida y blanda. Entre la creciente inauguración. De la fruta lisa y jugosa. Entre las orquídeas.
Va, va, encampanada la sombra sembrando su miedo. Entre el quebranto de los edificios que bailan, en la fragancia de las últimas promesas, en la desnudez de las arenas va, va, en la peregrina campanada, en la tarde grisácea.
Nada el océano por el cielo!. Todo, todo. Todo quieto. En la espuma sin olas. Sin el capricho fantoche ya no. Es ameno y pegajoso oleaje. Alcaloide y contratiempo. Intacta sal y burbuja.
¡Campanearse!. En el corazón de las esquinas, arrugadas las tardes que sus muletas mecen, entre los ojos de los teatros y venenos, donde pronuncian y queman rojas, las agujas oxidando los insectos, en las propias venas vanas.
¡Ya encampanada la melodía del silencio teje su ausencia!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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UN ENCARNADO FANTASMAGÓRICO
Caminando corre fugaz. sólido blando vaporoso. Cuando uno de cena siente al desayunar. Desesperado despacio destrozando al hambre. Ballenas mil elefantes cien camellos. Diez sedientos cinco ahogados. Enormes medianos y pequeños. ¡Tan solos y sólo acompañándose!. Trece horas catorce minutos. Del instante más mínimo. Del silencio menos melódico.
¡Sí!. Sin serlo a pesar de ello.
Encarnadamente sutil fantasmal. En la estancia inconstante perenne. Con la mirada hojeando el otoño. ¡Qué retoña veraniego invernal!. Frío caminando corriendo volando. Duramente reblandecido al vapor. ¡Satisfecho derecho al hecho!. De pajas adobes y vigas. Muchas noches pocas tardes una mañana. Del hombre que del hambre come. Solo alambres en lumbre y poca carne.
¡No!. Y no solo eso además.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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TÉRMICA MUTACIÓN
Era el invierno en el techo, y en el verano era el lecho, primaveral y otoñal hecho, al reloj el fuego turbado.
¡Porqué vuelca al volcán volando!.
Y enrojecían brisa y piel, inclinada la pared mecía, reclinada la sonrisa flor, haciendo pétalos y carnes.
¡Aquéllo que habrías volcado pudiendo!.
Entre los perfumes los ardores. Dejan en la época opaca luces. Recogiendo del silencio perlas. Y del abismo mentiras que muerden.
¡Eso que más que volcaría volaría!.
Al papel de las sombras las sobras. En sobres sobrios agrios. Un rizo que así hizo a la risa. Cobre lágrima grave ajena.
¡Dónde vuelcan plumas en hojas palabra!.
La esperanza temblorosa del instante. Del eco tapizado ciervo cierto curvo. Por esas estrellas que sirven en vasos. Amores en piedras tristezas naranjas.
¡Dónde volcarían tintas letras pronto!.
En la corteza del pozo cereza mañana. En el techo que era el hecho. Un lecho de fuego hecho. Un hecho invernal veraniego.
¡Cuándo volcáremos la razón en acciones!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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SOLILOQUIO DESCARNADO
Porque el silencio muerde al verde solo, más abajo de la onda gris al alejarse, el canto del hielo de guitarras mudo, en la carne del albedrío. ¡Sólo sueño!.
¡Hipnos en su lecho!. ¡Himnos de leche!.
Insistes, embalsamador de tu cadáver, matando el hambre con el apetito, del escarabajo, que dice tragar fuego, y escupir apagada hasta la sed, después de estar ahogado. ¡Vaya buena aurora!.
Harpócrates se ha inmolado al primer ensayo, en moriscos azulejos, en la mudanza del tortura,r la noche, tan mínima, tan breve, tan ajena en exceso. Sin rendirle culto al ritmo, ni a la espuma, de los abrojos, no se vende, no se compra, ni por las buenas ni por las malas, nada espera del odio o la envidia, ni enemigos tiene a pesar de todo, pues los enemigos él los selecciona y desemplea a voluntad.
¡Oh, soliloquio, monólogo de ventrílocuo!.
Porque... La muerte yace herida, y era el final creído cierto. ¡Oh, sorpresa!. El fantasmagórico efecto. A distancia vuelve, punzante dardo en la cola de la serpiente, que a sí misma se devora entre las melodías sonoras del panal seco, esmeralda labranza eutropélica en la impenetrable letra, que bien sabe ya del desaprender con exasperación, y al mismo que enardece innova, más que sea próspero en el oprobio nimio encolerizar insondable y que está más allá de victoria y derrota.
¡Descarnado, descarado, ni siquiera conoces, cual es tu rostro, antes de que nacieran tus padres!.
Soliloquio triste vas vagando, entre los dramas, ontogénicos, ni Y ni X, no llames a la llama, menos a que tu incendio apague, lo sabe el viento aquí. Pues él ya regresó a donde tu apenas vas, voz plañidera tal vez decapitada ilegible. ¡Soliloquio descarnado!. ¿Vas siendo voz que eres desorejada?.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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ODA AL SIGLO
En El Siglo tejedor nacen los años hojas calendarios en el bosque sangrando los años rotos gotas desiertas pajas invisibles que fecundan muriendo los suspiros de pobreza de latidos obscuros en su raíz sin que cambien los trozos de otoño en algún sitio de luna hirviente por la sombra que suena que vaga de nube a nube las campanas cayendo entre los ríos espinas, de carne salpicando el granito encendiendo periódicas guerras delirando monedas del camaleón en la bandera salvaje...
No del cielo para ellos son años inclementes años inventados sin memoria entre los hombres los muertos del alma del aroma agua desnuda nacida en la arena tejiendo meses con años mesas con hambre casas sin hogares vidriosas enlagrimadas en la tierra sin derecho sin seguro en el siglo flor del tiempo perdida la memoria con toda la voluntad año tras año que naciere ciego a la evidencia del calendario.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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PARA LLORAR ___Vicente Huidobro ( Chile ) 1893-1948.
PARA LLORAR
Es para llorar que buscamos nuestros ojos Para sostener nuestras lágrimas allá arriba En sus sobres nutridos de nuestros fantasmas Es para llorar que apuntamos los fusiles sobre el día Y sobre nuestra memoria de carne Es para llorar que apreciamos nuestros huesos y a la muerte sentada junto a la novia Escondemos nuestra voz de todas las noches Porque acarreamos la desgracia Escondemos nuestras miradas bajo las alas de las piedras Respiramos más suavemente que el cielo en el molino Tenemos miedo
Nuestro cuerpo cruje en el silencio Como el esqueleto en el aniversario de su muerte Es para llorar que buscamos palabras en el corazón En el fondo del viento que hincha nuestro pecho En el milagro del viento lleno de nuestras palabras
La muerte está atornillada a la vida Los astros se alejan en el infinito y los barcos en el mar Las voces se alejan en el aire vuelto hacia la nada Los rostros se alejan entre los pinos de la memoria Y cuando el vacío está vacío bajo el aspecto irreparable El viento abre los ojos de los ciegos Es para llorar para llorar
Nadie comprende nuestros signos y gestos de largas raíces Nadie comprende la paloma encerrada en nuestras palabras Paloma de nube y de noche De nube en nube y de noche en noche Esperamos en la puerta el regreso de un suspiro Miramos ese hueco en el aire en que se mueven los que aún no han nacido
Ese hueco en que quedaron las miradas de los ciegos estatuarios Es para poder llorar es para poder llorar Porque las lagrimas deben llover sobre las mejillas de la tarde
Es para llorar que la vida es tan corta Es para llorar que la vida es tan larga
El alma salta de nuestro cuerpo Bebemos en la fuente que hace ver los ojos ausentes La noche llega con sus corderos y sus selvas intraducibles La noche llega a paso de montaña Sobre el piano donde el árbol brota Con sus mercancías y sus signos amargos Con sus misterios que quisiera enterrar en el cielo La ciudad cae en el saco de la noche Desvestida de gloria y de prodigios El mar abre y cierra su puerta Es para llorar para llorar Porque nuestras lágrimas no deben separarse del buen camino
Es para llorar que buscamos la cuna de la luz Y la cabellera ardiente de la dicha Es la noche de la nadadora que sabe transformarse en fantasma Es para llorar que abandonamos los campos de las simientes En donde el árbol viejo canta bajo la tempestad como la estatua del mañana
Es para llorar que abrimos la mente a los climas de impaciencia Y que no apagamos el fuego del cerebro
Es para llorar que la muerte es tan rápida Es para llorar que la muerte es tan lenta
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Poeta
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VIDA ESCRITA
Con las letras que desnudan. La escritura del silencio. Más allá... de la carne. En el aire. Más allá... del hueso.
Bosques de palabras. Libros... sin escribirse. Camino y sandalia. En la mirada... temporal. Los incendios. ¡Bajo el agua!
En la lluvia. ¡El tiempo se detiene! En el sueño qué muere. Durmiendo calendarios en las manos. En los años sepultados. ¡Invisibles pasan !
Caballos de luz. Cabellos de sombra. En la inmersión de las estatuas. Por el tiempo... plano y curvo.
Van y vienen. Letras del corazón. Ritmo del aliento. Por el mismo espejo. Del reflejo. Eterno. En una gota. De vida escrita.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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