Suceda lo que suceda, Siempre conservarás tu recinto, Tu espacio fraguado en mi pecho, Porque tú sabes... El primer amor no se olvida... Tan puro y verdadero... Como un cuento... Así fue el mío... Así lo recuerdo... Así voy a llevarte siempre pequeño... Mi divino justiciero... Mi amor... Mi cielo... Mi dueño"…… "auris"
¿Cuánto más podré morir?... Si hace tiempo que voy por los caminos Halando un amor exánime En el amargo féretro de mi sufrimiento.
Este cruel dolor que me inflige hoy la vida Es por el desatino de amar sin sensatez Entregando sin mesura el corazón A un amor que no pudo ser, pero no me arrepiento…
Los mejores momentos de mi efímera existencia Los viví con ella, con su amor tan de repente Tan casual, como una llovizna de verano Que uno no espera, pero cuando llega, nos alegra el alma.
Todo el amor que pude en otro tiempo Haber añorado, lo encontré… En la pureza de su límpida mirada Y en su voz tan delicada diciéndome… ¡te amo!
¿Cuánto más podré morir? Si no la tengo conmigo, a mi lado Para erigir mi fortaleza con su genio y su figura Y hacer de ella, el más bello palacio de mi reino.
Ella le daría una mirada a los eriales de mi vida Y seguro estoy que las flores crecerían… Derramaría una sonrisa en mi desértica agonía Y el agua vivificadora manaría.
¿Dónde estás amor de mis amores? ¿Dónde? ¿A qué lugar del cielo o de la tierra Podré llegar, para ser tu complemento? ¡Grita, yo escucharé el eco de tu voz y volaré a tu encuentro!
Preguntas que van y que vienen, gritos y exclamaciones De día o de noche, es lo mismo… Y si al caso viene que dormido me quedara Como un loco me despierto ¡Llamándote… llamándote!...
-¡Buenos días mi amor!… -¡Buenas noches mi amor!… Más que un saludo era un clamor de besos constantes Hasta quedar extasiados el uno en los brazos del otro.
Ese era nuestros amoroso ritual Siempre al despertarnos y al acostarnos Y esa sed de amar, no daba tregua para una mirada más… Pues luego, el fuego guardado en la piel… demandaba…
En bocanadas de aliento hirviendo, tu nombre Se hacía uno con el mío en tus labios Y éramos fieras comiéndonos el amor en la piel Mientras dábamos vueltas en sedas y organzas…
Me llenabas de lumbre, y yo, atizaba la hoguera Prendido de pasión en tus brazos me dejaba llevar Circunspecto, por las ardientes laderas de tus caderas Hasta que en mis manos no cupiera más un trocito de tu piel.
Perdida la cordura, y frívolo ya Me bañaba en las aguas de tu mar de amor Hundido en las repujadas y placenteras burbujas Que con todas tus ansias de amar, tímidamente me dabas.
Me duele la ausencia de tus castaños ojos Y el fulgor aquel del embeleso con que me mirabas Si pudieras ahora aunque sea de reojo, darme una mirada Le regalarías un tesoro a un desventurado aventurero.
¿Serán los campos de amapolas y verdes esperanzas Donde duerman mis sueños lánguidos y fríos? ¿O será la estela de una estrella que brilla en lontananza La que avive mis colores y me vuelva gris lucero en la mañana?
Ser oscuro o ser fulgente no me importa Si por ti mi pulso vuelve a latir aunque sea titilante Porque muerto estoy viviendo sin la luz de tu mirada Sin tu aliento que hace falta a mis enjutas ramas
Dame un poco de esa vida que arrancaste de mi pecho Un poquito de agua fresca del río que te baña, Una gota, aunque fuera, si más… tú no pudieras Yo la haré un mar de amores, para ahogarme en ellas luego.
Esta era mañana fresca de primavera, con un sol que salía temprano calentando el ambiente, dejando atrás el frío inverno que nos había agobiado no hacía mucho tiempo. Si uno se ponía a observar las caras de la gente, tenían otro color, otra expresión y sonrisas a discreción, debe ser que por eso que es llamada la estación del amor. Estas cosas me ocurrieron cuando yo contaba a la sazón con 20 año de edad, casi terminado la adolescencia y con muchos sueños por cumplir. En fin, las cosas discurrían normalmente aquel día y yo enrumbaba en mi carro hacia mi trabajo, iba pues disfrutando del paisaje y respirando el rico aire primaveral, repasando mentalmente el stock de medicamentos que tenía y lo que debía comprar. Por aquel entonces entre mi hermano yo habíamos puesto un negocio de farmacia pero toda la responsabilidad la tenía yo en la administración y la farmacéutica en la regencia; pues él era odontólogo y permanecía en su consultorio hasta por la noche. Decía que todo iba bien, cuando de pronto a la distancia, a una cuadra más o menos, vi a un hombre que estaba con su esposa embarazada al borde de la calzada solicitando un taxi desesperadamente, y ninguno quería parar; yo, y aquí nace mi vía crucis, de noble corazón me acerqué a preguntar hacia dónde quería ir. -Hola amigo… ¿hacia dónde vas? -¡Gracias joven, por favor lléveme a la maternidad de Lima que mi esposa está por dar a luz! - Pero yo no conozco esa ruta (yo sabía dónde quedaba la maternidad, pero desde el punto en que me encontraba no sabía cómo llegar, además que eso me alejaba como a una hora de mi trabajo) -¡No se preocupe… yo lo guio! -Bueno suba (que iba a hacer… una mujer en estado grávido y a punto de dar a luz, pensé en mis hermanas y no quise que los mismo les ocurriera alguna vez). Cruzamos algunas palabras con el esposo para que me dijera cómo podía llegar más rápido y la verdad… ¡ni idea tenía de cómo hacerlo! -¿Qué no conoces la ruta amigo? - Tal vez usted pueda joven… -¡¡¡aayyyy… me duele!!! - Lo que faltaba, la mujer se empezó a quejar y yo a ponerme nervioso, (¡mi carro! pensé… ahorita da a luz y me lo deja todo manchado!) Pero ya estaba sobre el burro y no había más que tirarle palo. -¡Ya amorcito ahorita llegamos no te preocupes! -(¡pero que desfachatez del tipo!) - Espérese un momento señora trataré de llegar lo más antes posible (pisé el acelerador mientras trataba de hacer un croquis en mi cabeza tratando de acortar camino hasta dicho lugar; esto quedaba en el centro de la Lima antigua, los Barrios Altos; entre calles angostas y casonas antiguas a punto de colapsar, propiedades de las familias antes pudientes de la ciudad). Por aquel entonces mi conocimiento de Lima y sus calles era muy pobre, y el tráfico en esa hora punta no ayudaba mucho que digamos… ¡se me venía la noche!... -¡¡aayyyy!!! Se me sale señor… ¡!! -¡Espérese ya falta poco!... tuve que gritar pues la señora venía quejándose y fuerte desde hacía media hora que había subido al carro (eso me pasa por andar metiéndome dónde nadie me ha llamado; venía yo mascullando maldiciones por ser tan tonto, golpeaba el timón como si este tuviera la culpa de mi desacierto) -¡¡¡aaayyy!!! Se me sale…. Ya no aguanto más… ¡¡¡aaayyyyy!!! - En cinco minutos señora… ¡y por favor ya cállese que no me deja manejar!... Para colmo de males las calles estaban congestionadas… carros en una sola fila y el nerviosismo que me embargaba… ¡no era posible que estando a dos cuadras de la maternidad… mi carro sirviera de sala de partos! El marido me miraba a veces con la expresión en los ojos de… ¡apúrese! ¿Y cómo me apuraba yo si el tráfico iba a paso de tortuga, todos los caminos de ida estaba congestionados, pero los de venida estaban casi vacíos, entonces se me ocurrió una idea genial (si, sólo a mí se me ocurren burradas que luego llamo genialidades, ¡avanzar dos cuadras y en contra del tráfico!, había que hacerlo, no quedaba otra) En lo que faltaba, primero me subí a la vereda, casi media cuadra antes de llegar a la esquina y voltear a la izquierda en contra… ¡la mujer que seguía gritando, los insultos de los que estaban en la fila de carros, las maldiciones de los transeúntes que por poco y los atropellaba, el silbato del policía que estaba dirigiendo el tránsito… uf!, realmente mi cabeza era un caos, pero ya estaba a dos cuadras (y salvaba mi carrito de una desgracia) terminar de subir esa cuadra, luego voltear a la derecha, nuevamente en contra… pero yo estaba hecho un demonio y nadie me paraba, los ojos ya me brillaban de alegría mientras le daba instrucciones al marido que estaba más nervioso que yo: -¡Apenas pare el carro tú te bajas y corres a traer una camilla… no pidas permiso, sólo di que tu mujer está mal, y la camilla que encuentres te la traes y volando para subir ahí a tu esposa! ¿Me entiendes? -¡Si joven… no se preocupe!... si… si… -¡¡¡Oiga párese ahí… deténgase!!! (Más gritos, era el policía que me seguía y venía corriendo tras de mí, cómo si yo estuviera con ganas de detenerme y dar explicaciones). -¡NO!...- la suerte es así, o la mala suerte, un patrullero se aparece frente a mí y trata de cerrarme el paso (¡mi carro!, no, faltando una cuadra no me iba a echar a perder todo lo que había hecho para salvar mi carrito de un lavado… ¡Y a esa hora!... y el trabajo!... No sé cuántas cosas pensé en un segundo, pero seguí…) hice el ademán de cuadrarme a mi derecha y el patrullero se detuvo en mi delante, guarde la distancia suficiente para salir sobre mi izquierda y lo hice. Giré tan rápido el timón y aceleré sobre la marcha que el patrullero se quedó sembrado. - ¡ya sabes hombre… apenas pare el carro te bajas!... ¿está claro? (Media cuadra, me faltaba media cuadrita… y luego todo habría terminado, con ellos; pero luego me quedaba por arreglar tal desbarajuste con la policía… ¿Y eso? Ya se vería en su momento. -¡Ya baja… corre!... y el bendito se pone a conversar en la puerta de la maternidad!… ( #$% sapos y culebras...) yo bajé de inmediato y di la vuelta para ayudar a bajar a la señora que ya pedía que la dejara dar a luz allí no más, pero no, eso no iba a pasar, ya estaba ahí, eso era lo que me había propuesto y lo había conseguido. Bajé a la señora, la puse de pie y el marido que no salía… -¡¡¡¡Se me cae el hijo… ayyyy!!! ¡¡AMOR APURATEE!! - ¡ya voy amor, pero no hay camilla, sólo conseguí esta silla de ruedas! -¿¡Y te quedas ahí parado!?... ¡no importa cargada pero llévatela… y no te preocupes… no me debes nada! - ¡Gracias joven! -¡Gracias… aayyyy!!!... aayyy!!! -¡Por nada!... Después, me quedé mirándolos, extenuado, con los brazos cruzados junto a mi carro; luego que los viera entrar en la maternidad me emocioné y los ojos se me llenaron de lágrimas. Es que yo pude haber traído al mundo a ese niño o niña, porque que durante dos años (desde los 15 hasta los 17) estudié primero auxilios y atención de partos; y mi hermano que era odontólogo me enseño a reconocer muelas con caries mediante un rápido examen, también aprendí a poner anestesia y a extraer las piezas dentales en mal estado. La verdad que lo del carro no me importaba, sólo era un pretexto para poder correr y romper las reglas de tránsito. Bueno, pero al fin ya todo había pasado y cuando la sonrisa volvía a mi rostro… -¡Así que Ud. hace lo que le da la gana! ¡Se burla de la autoridad que lo conmina a detenerse, no le importa el semáforo, se tira en sentido contrario… ahora Ud. se va detenido y su carro al depósito! ¿¡Ud. qué se ha creído!?... ( uf! no sé cuántas cosas más me dijo, yo estaba como en el limbo, sin saber qué hacer ni decir, sólo sé que sonreía como un idiota) ¡ah! ¿Y todavía se ríe de la autoridad con todo lo que ha hecho? ¡Ud, no tiene derecho de hacer eso! … - Ya cálmese señor… mire… ( y le expliqué por qué había actuado de esa manera, y continué…) Si yo no huera traído a esa señora, tal vez en estos momentos ella ya estaría muerta, o quizás su bebé, o ambos… ¿y el marido, y si tiene otra niña? ¿Ud, me quiere meter preso por hacer una obra de bien? ¿Y si hubiera sido Ud, y su esposa… hum? (al policía como que se le aflojaron las piernas y le brillaron los ojos). - Está bien, puede irse, pero procure que no vuelva a suceder. -Gracias jefe, sabía que usted comprendería. Pero ahora yo estoy en un embrollo, no sé ni cómo llegué aquí y por lo tanto tampoco sé cómo salir, yo necesito una vía rápida para ir a mi trabajo que queda al otro extremo de la ciudad, ¿me podría ayudar en eso? -Sí señor, sígame… - Y el patrullero encendió su sirena y me llevó raudo, nuevamente en contra del tráfico para poder salir rápido de ese lugar. Creo que es mi destino, con autoridad o sin ella, siempre rompo las reglas, aunque yo no quiera.
Vuelve para amarnos más que antes sacudámosnos de esa polvareda Que cayó en nuestros ojos Haciéndonos llorar…
Ámame sólo con el corazón Olvidémoslo todo, dejemos en el pasado La tormenta que se abatió sobre nosotros Y nos destrozó el amor…
Ven, mi casa aún se ve vacía sin ti Y para colmo, no hay rincón donde no se respire El aliento de tu amor Tu dulce y maravilloso amor.
Ámame, evapora estas lágrimas que aún Siguen brillando en mis ojos Amor, me vuelvo tan redundante contigo Tan previsible, tan niño, tan inocente…
Dejando que las caricias se enternezcan en mis manos Haciendo con ellas ovillos de esperanza… Pero el tiempo pasa y el amor persiste Lo que se me acaba es la vida…
En fin… haz lo que quieras Lo que mejor te parezca y convenga Ya no vuelvas si no quieres o no puedes Pero ámame, ámame siempre.
Cuando el amor es eterno Nada ni nadie lo puede borrar Porque… si se arranca de la cabeza ¡se te queda en el corazón! Y si se arranca del corazón El amor… queda en el aire.. En el tiempo En los sueños... En lágrimas furtivas. En la luz del espíritu Que a otros A de iluminar.
A pesar de los años Yo no he perdido las esperanzas De realizar mis anhelos Como todo buen escritor…
Y quisiera contigo Dejar la huella que todo hombre debiera A su paso por esta tierra… Es decir: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro.
El árbol hace tiempo yace plantado En el centro de mi jardín Eterno vive rodeado De flores bellas, escogidas para tal fin.
A mí, de pronto que se me diera Las ganas de un libro escribir Pero no es mi mayor anhelo, ni es ese mi desvelo Yo quiero algo más íntimo, más nuestro.
Así, aún poder escribir espero… “¡el poema!” Uno que te haga vibrar de emoción Para que lo guardes en tu corazón Y lo alimentes con devoción…
Y se me ocurre que Tal vez no provenga el poema ansiado De mi pluma, algo cansada ya Ni de mis letras gastadas por el dolor…
Será quizás que el poema venga De ti, de mí, de este amor… ¡Será la envida de unos… Y el sinsabor de otros!
Tal vez, te decía, amor El poema que busco Lo tenga en la punta de la lengua Y en el último trazo de mi esfero…
¡Será una sirena augusta que nadará en el tintero De tu vientre florecido Madurado entre fragantes pétalos de buen amor! ¡La niña que yo quiero, quiero que me la des tú!
Aquel día que cruzáramos miradas El corazón se nos salió del pecho Y fue un sentimiento noble Tratando de alcanzar el cielo.
Sin siquiera haber sentido La pulcra seda de tus manos Floreció este amor desenfrenado Clavándose en mi pecho y en tus senos.
Y nos quedamos en silencio Dándole tiempo al tiempo por ver lo que pasaba Te alejaste de mis ojos, vida Y ahora que te encuentro, ya estás comprometida.
Yo guardé mi voz anochecida de espera Tú mirabas en silencio, dices, mi sonrisa en las estrellas Yo esperaba que volvieras al claror de la mañana Callada tú, enterrabas mi recuerdo y mi mirada.
Se desató en mi mente esa pesadilla loca de amar nuevamente, sintiéndome joven otra vez, me puse la chaqueta y salí en busca del amor y la aventura. Recuerdo que caminaba sin saber a dónde ir, cuando de pronto sentí tu aliento fresco como la menta a la altura de mi cuello, fue tan intenso el olor a ti que casi pierdo el conocimiento, tus bellos ojos color miel, risueños me miraban; atrapando en el recuerdo de tu aroma y de tus ojos, sentí una vez más tu brazo tomándome por la cintura, me detuve allí, a mitad de la calle; y te vi tan sonriente y feliz a mi lado que me olvidé del mundo, de todo cuanto me rodeaba. A que no adivinas lo que pasó!!! Me puse a charlar contigo y me dejé llevar por ese inmenso mar lleno de emociones cuando estuvimos juntos. Sin darme cuenta yo, me había sentado en el asfalto creyendo que estaba contigo en el parque aquel al cual solíamos ir juntos. Todo era una alfombra verde llena de flores y tú, tú riendo como siempre con esa risa loca que me embriagaba de amor y de ternura… tomé tu manos y besé tu boca, como antes; como cuando juntos mirábamos el resplandor de la luna y decíamos que ella estaba condenada a alumbrar nuestro gran amor y a sentir envidia de este sentimiento tan puro que nos unía a los dos. Escuché el ulular de sirenas y pensé que ellas provenían del mar, de la voz de aquellas encantadas criaturas que cantaban para nosotros. Tú me decías que yo era un loco y que mejor me callara para poder escuchar bien, yo no quería callarme y terco como siempre te repetía cada vez más alto que te amaba… pero tú con esos labios tan dulces sellabas mi boca entregándome tu corazón en cada beso. Las luciérnagas se hicieron presentes, y también los grillos. Las luciérnagas eran gigantescas y alumbraban todo el jardín en el cual tú te hallabas sentada, a ratos tu risa desaparecía para luego volver a aparecer y con más fuerza, tanto que ya herían mis oídos; y esos grillos, no guardaban la armonía de otros tiempos, sus gritos eran desafinados y cada vez sonaban con más desorden, también, cada vez más intensos. Entonces a mitad de mi alegría empecé a preocuparme… fue en aquel momento que cuando quise tocar tus manos con las mías, las sentí frías, ásperas… ¿qué había pasado con la suavidad de tus manos? Si hacía apenas unos minutos… y quise besarte, y me fui de bruces sobre el pavimento… -¿Se encuentra bien señor? (alguien me tenía cogido del brazo y me levantaba). Yo estaba como en trance y con la mirada perdida te busqué por todos lados, inclusive, hasta pregunté por ti. Fue entonces cuando me di cuenta que a mi alrededor había gente murmurando, una ambulancia estacionada y los faros de los carros alumbrándome. -¡Si estoy bien, no se preocupe. Gracias! Solté mi brazo y me fui a sentar a una banca del parque, saqué mi licorera de bolsillo, un paquete de cigarrillos y me senté a recordar, sorbo a sorbo y haciendo rosquillas de humo, esa locura de amor.