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(Para José I. Bandera)
Yo tuve un ideal, ¿en dónde se halla? Albergué una virtud, ¿por qué se ha ido? Fui templado, ¿do está mi recia malla? ¿En qué campo sangriento de batalla me dejaron así, triste y vencido?
¡Oh, Progreso, eres luz! ¿Por qué no llena tu fulgor mi conciencia? Tengo miedo a la duda terrible que envenena, y que miras rodar sobre la arena ¡y, cual hosca vestal, bajas el dedo!
¡Oh, siglo decadente, que te jactas de poseer la verdad!, tú que haces gala de que con Dios, y con la muerte pactas, devuélveme mi fe, yo soy un Chactas que acaricia el cadáver de su Atala...
Amaba y me decías: <analiza>, y murió mi pasión; luchaba fiero con Jesús por coraza, triza a triza, el filo penetrante de tu acero.
¡Tengo sed de saber y no me enseñas; tengo sed de avanzar y no me ayudas; tengo sed de creer y me despeñas en el mar de teorías en que sueñas hallar las soluciones de tus dudas!
Y caigo, bien lo ves, y ya no puedo batallar sin amor, sin fe serena que ilumine mi ruta, y tengo miedo... ¡Acógeme, por Dios! Levanta el dedo, vestal, ¡que no me maten en la arena!
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Poeta
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Llegará un día en que la raza humana Se habrá secado como planta vana,
Y el viejo sol en el espacio sea Carbón inútil de apagada tea.
Llegará un día en que el enfriado mundo Será un silencio lúgubre y profundo:
Una gran sombra rodeará la esfera Donde no volverá la primavera;
La tierra muerta, como un ojo ciego, Seguirá andando siempre sin sosiego,
Pero en la sombra, a tientas, solitaria, Sin un canto, ni un ¡ay!, ni una plegaria.
Sola, con sus criaturas preferidas En el seno cansadas y dormidas.
(Madre que marcha aún con el veneno de los hijos ya muertos en el seno.)
Ni una ciudad de pie... Ruinas y escombros Soportará sobre los muertos hombros.
Desde allí arriba, negra la montaña La mirará con expresión huraña.
Acaso el mar no será más que un duro Bloque de hielo, como todo oscuro.
Y así, angustiado en su dureza, a solas Soñará con sus buques y sus olas,
Y pasará los años en acecho De un solo barco que le surque el pecho.
Y allá, donde la tierra se le aduna, Ensoñará la playa con la luna,
Y ya nada tendrá más que el deseo, Pues la luna será otro mausoleo.
En vano querrá el bloque mover bocas Para tragar los hombres, y las rocas
Oír sobre ellas el horrendo grito Del náufrago clamando al infinito:
Ya nada quedará; de polo a polo Lo habrá barrido todo un viento solo:
Voluptuosas moradas de latinos Y míseros refugios de beduinos;
Oscuras cuevas de los esquimales Y finas y lujosas catedrales;
Y negros, y amarillos y cobrizos, Y blancos y malayos y mestizos
Se mirarán entonces bajo tierra Pidiéndose perdón por tanta guerra.
De las manos tomados, la redonda Tierra, circundarán en una ronda.
Y gemirán en coro de lamentos: ¡Oh cuántos vanos, torpes sufrimientos!
?La tierra era un jardín lleno de rosas Y lleno de ciudades primorosas;
?Se recostaban sobre ríos unas, Otras sobre los bosques y lagunas.
?Entre ellas se tendían finos rieles, Que eran a modo de esperanzas fieles,
?Y florecía el campo, y todo era Risueño y fresco como una pradera;
?Y en vez de comprender, puñal en mano Estábamos, hermano contra hermano;
?Calumniábanse entre ellas las mujeres Y poblaban el mundo mercaderes;
?Íbamos todos contra el que era bueno A cargarlo de lodo y de veneno...
?Y ahora, blancos huesos, la redonda Tierra rodeamos en hermana ronda.
?Y de la humana, nuestra llamarada, ¡Sobre la tierra en pie no queda nada!
* * *
Pero quién sabe si una estatua muda De pie no quede aún sola y desnuda.
Y así, surcando por las sombras, sea El último refugio de la idea.
El último refugio de la forma Que quiso definir de Dios la norma
Y que, aplastada por su sutileza, Sin entenderla, dio con la belleza.
Y alguna dulce, cariñosa estrella, Preguntará tal vez: ¿Quién es aquélla?
¿Quién es esa mujer que así se atreve, Sola, en el mundo muerto que se mueve?
Y la amará por celestial instinto Hasta que caiga al fin desde su plinto.
Y acaso un día, por piedad sin nombre Hacia esta pobre tierra y hacia el hombre,
La luz de un sol que viaje pasajero Vuelva a incendiarla en su fulgor primero,
Y le insinúe: Oh fatigada esfera: ¡Sueña un momento con la primavera!
?Absórbeme un instante: soy el alma Universal que muda y no se calma...
¡Cómo se moverán bajo la tierra Aquellos muertos que su seno encierra!
¡Cómo pujando hacia la luz divina Querrán volar al que los ilumina!
Mas será en vano que los muertos ojos Pretendan alcanzar los rayos rojos.
¡En vano! ¡En vano!... ¡Demasiado espesas Serán las capas, ay, sobre sus huesas!...
Amontonados todos y vencidos, Ya no podrán dejar los viejos nidos,
Y al llamado del astro pasajero, Ningún hombre podrá gritar: ¡Yo quiero!...
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Poeta
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Las cosas que mueren jamás resucitan, las cosas que mueren no tornan jamás. ¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda es polvo por siempre y por siempre será!
Cuando los capullos caen de la rama dos veces seguidas no florecerán... ¡Las flores tronchadas por el viento impío se agotan por siempre, por siempre jamás!
¡Los días que fueron, los días perdidos, los días inertes ya no volverán! ¡Qué tristes las horas que se desgranaron bajo el aletazo de la soledad!
¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas, las sombras creadas por nuestra maldad! ¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas, las cosas celestes que así se nos van!
¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!... -de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!... ¡Que todo el que llegue se muera al tocarte, corazón maldito que inquietas mi afán!
¡Adiós para siempre mis dulzuras todas! ¡Adiós mi alegría llena de bondad! ¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas, las cosas celestes que no vuelven más! ...
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Poeta
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Página en que la esfinge de la muerte con su enigma de sombrea nos provoca: ¿Cómo poderte descifrar, si es poca toda la luz del sol para leerte?
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Poeta
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(Al eminente actor D. José Valero)
Esa noche, ardiendo el pueblo de animación y entusiasmo bajo el influjo sublime de tu genio soberano, todo era bravos y dianas, todo era vivas y aplausos, todo cariño en los ojos todo cariño en los labios, y todo flores, laureles, admiración y ... entretanto, allá muy lejos, muy lejos, sonando lento y pausado, se alzaba entre las tinieblas y entre el silencio un cadalso, sin otro eco que el latido del pecho del condenado que en diálogo con la muerte velaba en un subterraneo. aquel cadalso se alzaba cada vez más y más alto, como un espectro, sombrío como un vampiro, callado, como una tumba implacable, y como un monstruo, inhumano; se alzaba y, sin que ninguno oyera aquel ruido amargo, por los sollozos de un hombre solamente acompañado, la humanidad impasible bajo su mudo letargo, miraba crecer y alzarse las formas de aquel cadalso, cuando tú, tú que escuchaste sus ecos tristes y vagos te levantaste por ella con la voz del entusiasmo, y en presencia de aquel pueblo y enfrente de aquel tablado ceñida con tus laureles la hiciste hablar por tus labios, salvando al sol de aquel día del rubor de aquel cadalso.
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Aquel que es su desamparo, y aún más que unos pocos días y aún más que unos pocos años pudo gozar la dulzura de ver a su hijo en los brazos, libre del infame nombre de hijo del ajusticiado; pero yo que desde niño aprendí lleno de espanto a aborrecer los verdugos y a maldecir los cadalsos dejo a la gloria que entonces para ensalzarte su canto, y del condenado a muerte bajo los recuerdos gratos, en nombre suyo, las gracias de la humanidad te mando.
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Poeta
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Hirió blandamente el aire Con su dulce voz Narcisa, Y él le repitió los ecos Por boca de las heridas.
De los celestiales Ejes El rápido curso fija, Y en los Elementos cesa la discordia nunca unida.
Al dulce imán de su voz Quisieran, por asistirla, Firmamento ser el Móvil, El Sol ser estrella fija.
Tan bella, sobre canora, Que el amor dudoso admira, Si se deben sus arpones A sus ecos, o a su vista.
Porque tan confusamente Hiere, que no se averigua, si está en la voz la hermosura, O en los ojos la armonía.
Homicidas sus facciones El mortal cambio ejercitan; Voces, que alteran los ojos Rayos que el labio fulmina.
Quién podrá vivir seguro, si su hermosura Divina Con los ojos y las voces Duplicadas armas vibra.
El Mar la admira Sirena, Y con sus marinas Ninfas Le da en lenguas de las Aguas Alabanzas cristalinas: Pero Fabio que es el blanco Adonde las flecha tira, Así le dijo, culpando De superfluas sus heridas: No dupliques las armas, Bella homicida, que está ociosa la muerte Donde no hay vida.
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Poeta
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Pues estoy condenada, Fabio, a la muerte, por decreto tuyo, y la sentencia airada ni la apelo, resisto ni la huyo, óyeme, que no hay reo tan culpado a quien el confesar le sea negado.
Porque te han informado, dices, de que mi pecho te ha ofendido, me has, fiero, condenado. ¿Y pueden, en tu pecho endurecido más la noticia incierta, que no es ciencia, que de tantas verdades la experiencia?
Si a otros crédito has dado, Fabio, ¿por qué a tus ojos se lo niegas, y el sentido trocado de la ley, al cordel mi cuello entregas, pues liberal me amplías los rigores y avaro me restringes los favores?
Si a otros ojos he visto, mátenme, Fabio, tus airados ojos; si a otro cariño asisto, asístanme implacables tus enojos; y si otro amor del tuyo me divierte, tú, que has sido mi vida, me des muerte.
Si a otro, alegre, he mirado, nunca alegre me mires ni te vea; si le hablé con agrado, eterno desagrado en ti posea; y si otro amor inquieta mi sentido, sáqueseme el alma tú, que mi alma has sido.
Mas, supuesto que muero, sin resistir a mi infeliz suerte, que me des sólo quiero licencia de que escoja yo mi muerte; deja la muerte a mi elección medida, pues en la tuya pongo yo la vida.
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Poeta
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Los pájaros que en sus nidos mueren, ¿a dónde van? ¿Y en que lugar escondidos están, muertos o dormidos, los besos que no se dan?
Nacen, y al punto traviesos hallar la salida quieren; ¡pero como nacen presos, se enferman pronto mis besos y, apenas naces, se mueren!
En vano con raudo giro éste a mis labios llegó. Si lejos los tuyos miro . . . ¿sabes lo que es un suspiro? ¡Un beso que no se dio!
¡Que labios tan carceleros! ¡Con cadenas y cerrojos los aprisionan severos, y apenas los prisioneros se me asoman a los ojos!
¡Pronto rompe la cadena de tan injusta prisión, y no mueran más de pena, que ya está de besos llena la tumba de mi corazón!
¿Qué son las bocas? Son nidos. ¿Y los besos? ¡Aves locas! Por eso, apenas nacidos, de sus nidos aburridos salen buscando otras bocas.
¿Por qué en cárcel sepulcral se trueca el nido del ave? ¿Por qué los tratas tan mal, si tus labios de coral son los que tienen la llave?
-Besos que apenas despiertos, volar del nido queréis a sus labios entreabiertos, en vuestra tumba, mis muertos, dice: ¡Resucitaréis!
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Poeta
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Anoche, mientras fijos tus ojos me miraban y tus convulsas manos mis manos estrechaban, tu tez palideció. ¿Qué hicieras -me dijiste- si en esta noche misma tu luz se disipara, si se rompiera el prisma, si me muriera yo?
¡Ah! deja las tristezas al nido abandonado, las sombras a la noche, los dardos al soldado, los cuervos al ciprés. No pienses en lo triste que sigiloso llega; los mirtos te coronan, y el arroyuelo juega con tus desnudos pies.
La juventud nos canta, nos ciñe, nos rodea; es grana en tus mejillas; en tu cerebro, idea, y entre tus rizos, flor; tenemos en nosotros dos fuerzas poderosas, que triunfan de los hombres y triunfan de las cosas: ¡la vida y el amor!
Comparte con mi alma tus penas y dolores, te doy mis sueños de oro, mis versos y mis flores a cambio de tu cruz. ¿Por qué temer los años, si tienes la hermosura; la noche, si eres blanca; la muerte, si eres pura; la sombra, si eres luz?
Seré, si tú lo quieres, el resistente escudo que del dolor defienda tu corazón desnudo; y si eres girasol, seré la pare oscura que en hondo desconsuelo sin ver jamás los astros se inclina siempre al suelo; ¡Tú, la que mira al sol!
La muerte está muy lejos; anciana y errabunda, evita los senderos que el rubio sol fecunda, y por la sombra va; camina sobre nieve, por rutas silenciosas, huyendo de los astros y huyendo de las rosas; ¡la muerte no vendrá!
La vida, sonriendo nos deja sus tesoros: ¡abre tus negros ojos, tus labios y tus poros al aire del amor! Como la madre monda las frutas para el niño, ¡Dios quita de tu vida, cercada de cariño, las penas y el dolor!
Ahora todo canta, perfuma o ilumina; ahora todo copia tu faz alabastrina, y se parece a ti; aspiro los perfumes que brotan de tu trenza, y lo que en tu alma apenas como ilusión comienza, es voluntad en mí.
¡Ah! deja las tristezas al nido abandonado, las sombras a la noche, los dardos al soldado; los cuervos al ciprés. No pienses en los triste que sigilos llega; los mirtos te coronan, y el arroyuelo juega con tus desnudos pies.
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Poeta
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¡Oh, qué dulce canción! Límpida brota Esparciendo sus blandas armonías, Y parece que lleva en cada nota ¡Muchas tristezas y ternuras mías!
¡Así hablara mi alma... si pudiera! Así dentro del seno, Se quejan, nunca oídos, mis dolores! Así, en mis luchas, de congoja lleno, Digo a la vida: -¡Déjame ser bueno! -Así solllozan todos mis amores!
¿De quién es esa voz? Parece alzarse Junto del lago azul, noche quieta, Subir por el espacio, y desgranarse Al tocar el cristal de la ventana Que entreabre la novia del poeta... ¿No la oís como dice: "hasta mañana"?
¡Hasta mañana, amor! El bosque espeso Cruza, cantando, el venturoso amante, Y el eco vago de su voz distante Decir parece: "hasta mañana, beso!"
¿Por qué es preciso que la dicha acabe? ¿Por qué la novia queda en la ventana. Y a la nota que dice: "¡Hasta mañana!" El corazón responde: "¿quién lo sabe?"
¡Cuántos cisnes jugando en la laguna! ¡Qué azules brincan las traviesas olas! En el sereno ambiente ¡cuánta luna! Mas las almas ¡qué tristes y qué solas!
En las ondas de plata De la atmósfera tibia y transparente, Como una Ofelia náufraga y doliente, ¡Va flotando la tierna serenata...!
Hay ternura y dolor en ese canto, Y tiene esa amorosa despedida La transparencia nítida del llanto, ¡Y la inmensa tristeza de la vida!
¿Qué tienen esas notas? ¿Por qué lloran? Parecen ilusiones que se alejan... Sueños amantes que piedad imploran, Y como niños huerfanos, ¡se quejan!
Bien sabe el trovador cuán inhumana Ara todos los buenos es la suerte... Que la dicha es de ayer... y que "mañana" Es el dolor, la obscuridad, !la muerte!
El alma se compunge y estremece Al oír esas notas sollozadas... ¡Sentimos, recordamos, y parece Que surgen muchas cosas olvidadas!
¡Un peinador muy blanco y un piano! Noche de luna y de silencio agfuera... Un volumen de versos en mi mano, Y en el aire ¡y en todo! ¡primavera!
¡Qué olor de rosas grescas! en la alfombra ¡Qué claridad de luna! ¡qué reflejos! ...¡Cuántos besos dormidos en la sombra, Y la muerte, la pálida, qué lejos!
En torno al velador, niños jugando... La anciana, que en silencio nos veía... Schubert en su piano sollozando, Y en mi libro, Musset con su "Lucía".
¡Cuántos sueños en mi alma y en tu alma! ¡Cuántos hermosos versos! ¡cuántas flores! En tu hogar apacible ¡cuánta calma! Y en mi pecho ¡qué inmensa sed de amores!
¡Y todo ya muy lejos! ¡todo ido! ¿En dónde está la rubia soñadora? ...¡Hay muchas aves muertas en el nido, Y vierte muchas lágrimas la aurora!
...Todo lo vuelvo a ver... ¡pero no existe! Todo ha pasado ahora... !y no lo creo! Todo está silencioso, todo triste... ¡Y todo alegre, como entonces, veo!
...Esta es la casa... ¡su ventana aquélla! Ese, el sillón en que bordar solía... La reja verde... y la apacible estrella Que mis nocturnas pláticas oía!
Bajo el cedro robusto y arrogante, Que allí domina la calleja obscura, Por la primera vez y palpitante Estreché con mis brazos, su cintura!
¡Todo presente en mi memoria queda! La casa blanca, y el follaje espeso... El lago azul... el huerto... la arboleda, Donde nos dimos, sin pensarlo, un beso!
Y te busco, cual antes te buscaba, Y me parece oírte entre las flores, Cuando la arena del jardín rozaba El percal de tus blancos peinadores!
¡Y nada existe ya! Calló el piano... Cerraste, virgencita, la ventana... Y oprimiendo mi mano con tu mano, Me dijiste también: "¡hasta mañana!"
¡Hasta mañana!... Y el amor risueño No pudo en tu camino detenerte!... Y lo que tú pensaste que era el sueño, Fue sueño, ¡pero inmenso! ¡el de la muerte!
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¡Ya nunca volveréis, noches de plata! Ni unirán en mi alma su armonía, Schubert, con su doliente serenata Y el pálido Musset con su "Lucía".
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Poeta
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