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Vierte, corazón, tu pena donde no se llegue a ver, por soberbia, y por no ser motivo de pena ajena.
Yo te quiero, verso amigo, porque cuando siento el pecho ya muy cargado y deshecho, parto la carga contigo.
Tú, me sufres, tú aposentas en tu regazo amoroso, todo mi amor doloroso, todas las ansias y afrentas.
Tú porque yo pueda en calma amar y hacer bien, consientes en enturbiar tus corrientes con cuanto me agobia el alma.
Tú, porque yo cruce fiero la tierra, y sin odio, puro, te arrastras, pálido y duro, mi amoroso compañero.
Mi vida así se encamina al cielo limpia y serena, y tú me cargas mi pena con tu paciencia divina.
Y porque mi cruel costumbre de echarme en ti te desvía de tu dichosa armonía y natural mansedumbre; porque mis penas arrojo sobre tu seno, y lo azotan, y tu corriente alborotan, y acá lívido, allá rojo, blanco allá como la muerte, ora arremetes y ruges, ora con el peso crujes de un dolor más que tú fuerte. ¿Habré, como me aconseja un corazón mal nacido, de dejar en el olvido a aquel que nunca me deja? ¡Verso, nos hablan de un Dios a donde van los difuntos. Verso, o nos condenan juntos, o nos salvamos los dos!
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Poeta
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A tu abandono opongo la elevada torre de mi divino pensamiento; subido a ella, el corazón sangriento verá la mar por él empurpurada.
Fabricaré en mi sombra la alborada, mi lira guardaré del vano viento, buscaré en mis entrañas mi sustento... Mas, ¡ay!¿y si esta paz no fuera nada?
¡Nada, sí; nada, nada!...-O que cayera mi corazón al agua, y de este modo fuese el mundo un castillo hueco y frío...-
Que tú eres tú, la humana primavera, la tierra, el aire, el agua, el fuego,¡todo!... ¡y soy yo sólo el pensamiento mío!
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Poeta
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Alguna vez, andando por la vida, por piedad, por amor, como se da una fuente, sin reservas, yo di mi corazón.
Y dije al que pasaba, sin malicia, y quizá con fervor: -Obedezco a la ley que nos gobierna: he dado el corazón.
Y tan pronto lo dije, como un eco, ya se corrió la voz: -Ved la mala mujer ésa que pasa; ha dado el corazón.
De boca en boca, sobre los tejados, rodaba este clamor: -¡Echadle piedras, eh sobre la cara; ha dado el corazón!
Ya está sangrando, sí, la cara mía, pero no de rubor; que me vuelvo a los hombres y repito: ¡He dado el corazón!Argentina
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Poeta
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El día trece de julio yo me tropecé contigo.
Las campanas de mi frente, amargas de bronce antiguo, dieron al viento tu nombre en repique de delirio. Mi corazón de madera, muerto de flor y de nidos, floreció en un verde nuevo de naranjos y de gritos, y por mi sangre corrió un toro de escalofrío, que me dejó traspasado en la plaza del suspiro.
¡Ay trece, trece de julio, cuando me encontré contigo! ¡Ay tus ojos de manzana y tus labios de cuchillo y las nueve, nueve letras de tu nombre sobre el mío, que borraron diferencias de linaje y de apellido!
¡Bendita sea la madre, la madre que te ha parido, porque sólo te parió para darme a mí un jacinto, y se quedó sin jardines porque yo tubiera el mío!
¿Quieres que me abra las venas para ver si doy contigo?
¡Pídemelo, y al momento seré un clavel amarillo! ¿Quieres que vaya descalzo llamando por los postigos? ¡Dímelo, y no habrá aldabón que no responda a mi brío! ¿Quieres que cuente la arena de los arroyos más finos?
Haré lo que se te antoje, lo que mande tu capricho, que es mi corazón cometa y está en tu mano el ovillo; que es mi sinrazón campana y tu voluntad sonido.
Nunca quise a nadie así; voy borracho de cariño, desnudo de conveniencias y abroquelado de ritmos, como un Quijote de luna con armadura de lirios...
Te quiero de madrugada, cuando la noche y el trigo hablan de amor a la sombra morena de los olivos; te quiero al atardecer, cuando se callan los niños y las mocitas esperan en los balcones dormidos; te quiero siempre: mañana, tarde, noche...¡Por los siglos de los siglos! ¡Amén! Te querré constante y sumiso, y cuando ya me haya muerto, antes que llegue tu olvido, por la savia de un ciprés subiré delgado y lírico, hecho solamente voz para decirte en un grito: ¡Te quiero! ¡Te quiero muerto igual que te quise vivo!
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Poeta
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