Erandi, es una princesa, un corazón que interesa, una mujer muy sensible, delicada y apacible.
Erandi, maravillosa, no me esperaba otra cosa verla estar en los albores oliendo, cortando flores.
Ofrendarlas al soñado, a ese ser, el más deseado, del que bien se prendará, al que su magia dará.
¿Por qué se desaparece?, su ausencia mi alma decrece, se va como el remolino del lago de su destino.
Vuelve aquí, con los que te aman, si te encierras te reclaman, quiero platicar contigo de ese mundo que es tu abrigo.
Escudriñaré la esencia el sentir de tu presencia, soy psicólogo y querencia, mente ungida de conciencia.
¿Qué es lo que pasa contigo?, si me entiendes yo te sigo eres de pocas palabras, Morales . . . abracadabras.
Solo un genio te comprende, ¿tu sentir ya no se enciende?, ¿sigues presa en el cristal? anímate, rómpelo y sal.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda Apúpato (San Pedrito), Lago de Pátzcuaro, Michoacán, México, a 03 de junio del 2012 Dedicado a la Srita. Erandi Morales Becerra Reg. SEP Indautor No. 03-2012-083012362100-14
Un sueño El Oro, de él me enamoro, pasado de gloria, leyenda e historia.
Lo quiero mirar en el suspirar, sentir todo alegre su magia, su fiebre.
Filones de estrellas refulgentes, bellas, Vía Láctea tesoro, la luz de un meteoro.
Media luna plena, preciosa, serena, aro circundante brillo de diamante.
Voz del universo, la paz y un verso, su constelación mundana oración.
El astro se esconde que me diga dónde, no quiero perderlo, ya no puedo verlo.
Preciosa mañana sobre la montaña, parajes cercanos, aullidos lejanos.
Lindas las casonas amplias, juguetonas, patios, jacarandas con verdes bufandas.
Campana serena, el alma no pena, un llamado a misa, calma se eterniza.
Ensueño al viento, cálido el aliento de seres humanos, afines hermanos.
Árbol gigantesco cómo te agradezco trinos de las aves, grillos, cantos, claves.
Hermoso lucero milagro del cielo, ¡mi Dios, . . . he sentido de El Oro el latido!
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda El Oro, Estado de México, a 10 de octubre del 2009 Dedicado a mi ahijada, la Señorita Noemí Gaytán Orozco Reg. SEP Indautor 03-2010-032412383400-14
Compartían las únicas sombras, la crespa cabellera cana, serena, la nieve durmiendo sana, solemne. El canto del rojo estocado, una amante almendrada, una palma combatiendo.
Pintaba la casa curva encendida, con la herida historia ignorada, con la herida hoguera templada. Con la espada espalda plateada, cuando cantaban las monedas, cuando cantaban los muñecos.
Ya contaban en los rieles al florero, ya contaban en los ojos al humo, ya contaban en los dedos al piano, un aguador sediento en la frente, un campesino cargando cemento, un cabrerillo en la pesada pierna.
Cegadas de limones las dulzuras, cegadas de limosnas las tristezas, la llovizna, la mirada, la caverna. Ya dentro la belleza extirpaban, ya dentro la bajeza expandían, los vidrios, los vapores, los libros.
Porque del exótico elogio emergía, helado, habitante, hierro, hostil, el sentido, el túmulo, el maleficio, el filo, el golpe, el recelo, el portal. Más allá, caían las cadenas candentes, como doradas diademas de grutas.
Por cuchillos ahorcados, y balas inocentes. los vivos hablan más que las piedras, y los muertos son menos que ceros. Más acá una mano entibia las tumbas, los huérfanos, los huertos, los huesos, donde restan con ácido perfumes y epitafios.
Con la fiebre del invierno y la fruta, con la pequeñez de una campana, con la insensatez de una hormiga. Preeminente obscura violenta rosa, alegre exasperante indecente canasta, nauseabunda navaja mecánica fanática.
EL VIEJO Autor: Constantine Cavafy Grecia 1863-1933
Es el poeta más importante de Grecia en el siglo XX, y uno de los líricos más influyentes de la poesía moderna. Su poemas son generalmente concisos, y van desde íntimas evocaciones de figuras literarias y de ambientes referentes a la cultura griega. Su obra, "Poemas canónicos", sólo fue publicada después de su muerte, ocurrida en Alejandría en 1933 a la edad de setenta años. Ésta es versión de Fernando Arbeláez.
Sobre el nombre también la sangre hierve, hierba escudo y nudo crudo, el tiempo. ¡Atrocidad feroz!... Boato y apoteosis. Ya ni hocicar al pretérito ilumina. Ya ni al oxidarse estropeado exalta. Ya ni el vilipendio ignoto infama.
Restos del hombre sombras vierten. Al ínfimo infinito el íntimo fracaso, rudo ruido raudo roído ruin. ¡El aire al mismo grito gruñe!. Tiranía brutal de la vanidad infame. ¡Vaya expoliador probo del vituperio exultante!.
La nota del dolor tan sólo informa, informe la triste tarde embiste, la estrofa rota, las ratas raudas. ¡Oh, espuma!... De la fúnebre belleza, la aurora en duelo doble duele, por el orondo indócil óbice soso.
Pérfido erebo Cetro lesivo Hasta en lo recóndito Inepto cúmulo De lo vil ruin ¡Ya, a la misma perplejidad, ofusca!.
Más de una hora inquieto, tratando de encontrarla por las calles, apostado en sitios estratégicos esquinas en teoría casi inevitables, húmedos bares de tres al cuarto, paradas de autobuses qué se yo. Y ahora, ahora estaba ahí, tranquila, tan campante, guapísima, del otro lado del cristal. La había visto de lejos, de muy lejos diría, para estos ojos miopes con que ando Ahí está ahí está, pensé, y se agitó mi espíritu lo mismo que se agitan las aguas tristes de los lagos con la brisa de otoño. Era el momento, esa ocasión que ni pintiparada, única: bastaría con empujar la puerta, mentir un simple encuentro fortuito, entrarle al quite, buenos días caramba, vaya una feliz casualidad, y todo hecho, todo; y luego, ya se sabe, cada uno debe tener su arte de enrollarse, su ars amandi, como ya dijo Ovidio. Era el momento sí. Pero pasé de largo igual que un apestado, como un perro con pulgas y el rabo bien metido entre las patas, jadeando, sin osar tan siquiera echarle una mirada de reojo: apijotado, vamos. Pasé de largo como las aves pasan en los cielos y el sol sobre los días y las flores que quieren reposar en sus cabellos y morirse en sus manos, y no saben.