Prosas poéticas :  Eso, a los que todos llaman
Todo se vuelve -ansiedad, la vida se convierte en un buzón de amargos momentos. Prácticamente, hemos derramado lágrimas de ausencia desde siempre. Pero, nada es comprensible cuando se siente -tan cerca- el final...

Qué difícil es convencerse de eso a lo que todos llaman -saber estar preparados-

La realidad es impredecible y pues el concepto de resignación no resulta ser ningún buen consuelo. Sé que el dolor no tiene medida, peor aún este sentimiento será comparable con el tiempo.

Todo pierde sentido -cuando- el denominado "llamado" con o sin anuncio te va arrancando mecánicamente -la vida-

Y, que decir de eso a lo que todos llaman destino -no es- nada más que una ruta clandestina a la que llegamos porque las circunstancias no actúan con advertencia, más bien, empujan los engranajes a una forzosa descarrilada.

Sólo espero que el lugar a los que todos van para no regresar: carezca de condicionamientos, que respete la permisiva gana de soñar..., y, que si en algún momento la decisión se ajusta a mi sentido común estaré dispuesta a buscar lo desconocido.

Si bien es cierto tengo uno de los motivos más grandes para seguir luchando (viviendo), debo admitir que estoy mal, debo reconocer que el miedo se hace presente, más, porque en mi vida van dejando espacios vacíos aquellos que fueron, son y serán ejemplo de perseverancia.

Ahora, sé, que existe un lugar denominado "nada", donde estará "todo", sobretodo ustedes que estarán siempre para guiarme.



Autor: Quituisaca Samaniego Lilia
Poeta

Prosas poéticas :  Pasaje de ida
De manera consciente puedo admitir a mi juicio que la vida se compone de momentos, objetivos y muchas veces de prioridades. No me atrevo a buscar una definición acertada de esta palabra, sabiendo que junto a los recuerdos se tramita –llanto.

El destino se empeña en darnos las instrucciones precisas anticipándose de tal manera para que –los instantes– más emocionales sean asequibles y llevaderos.

El sentido de presentimiento ejecuta visiones inusuales que nos limitan a tomar decisiones inesperadas.

Quizá, sí, tan sólo un instante de aquellos pudiera ser despojado para que la razón nos permita entender que ser libre –ya– es comparable con la existencia.

Sólo queda una realidad –nadie, consigue vivir preparado para aceptar noticias nefastas, aunque sabes que deben ocurrir, más aún, sabiendo que las infames advertencias en instantes –son verdad.

La impotencia ya no solo es una visita imprevista, osada, cual ninguna pretende usar el manifiesto opulento del temor aprisionado. La presencia de este dolor es irresistible, perder tu presencia no tiene nada de consecuente.

El recorrido inexplorable de sentencias, acusan: –al silencio– de impagables premoniciones, –a la espera– de culpabilidad compartida, –al adiós– de temibles ultrajes. Pues, el acusador y la sentencia no saben que la despedida fue –sólo– producto de una transformación persuasiva –disímil de vida.



Autor: Quituisaca Samaniego Lilia
Poeta

Prosas poéticas :  ¿Ajuste de cuentas?
“…Dejemos a esa Europa que no cesa de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina donde quiera que lo encuentra…”
Franz Fanon

Indillana era una comunidad de unas veinte familias kichwas migrantes de la sierra, que tenía sin embargo algunos años de haberse asentado en el corazón del Yasuní, se habían asentado cruzando el Río Napo a pocos kilómetros del Puerto Pompeya; por ser tan pocos y haberse concentrado en poner a producir unas pocas hectáreas de tierra con productos del sector y ser amigables para realizar intercambios de alimentos, fueron tolerados y aceptados por los ásperos y siempre agresivos Huaoranis, que a pesar de ser tribus de unos cuantos cazadores nómadas, podían llegar a contarse en varios cientos cuando se juntaban a festejar sus lunas llenas y las ceremonias de los viejos jefes bajo la influencia de la curitina, para interpretar y organizar los nuevos viajes, los espacios para los nuevos encuentros bajo ese siempre especial cobijo lunático, que ejercía esta particular convocatoria, desde todos los rincones de ese paraíso mega diverso de la cuenca amazónica en su paso por la selva ecuatoriana.
El boom petrolero de los 70 hizo que las empresas extranjeras adjudicatarias de los bloques licitados, se planteen la urgencia de acceder a como dé lugar a sus áreas de trabajo, la aceptación de los colonos y comunidades de indígenas debía lograrse de inmediato y no perder tiempo con procesos largos de negociación a través de sus equipos de relaciones comunitarias; entre las alternativas consideradas, la “evangelización” siempre sería una carta interesante a utilizar, en especial en esta área del Río Tiguino, tratándose de las tribus Huaoranis, tan difíciles por su condición de nómadas, por el matriarcado que les regentaba y por las tan amplias zonas que constituían los corredores de tránsito y que iban desde Bolivia, pasando por Perú y Ecuador, llegando incluso hasta Colombia.
A esa comunidad había empezado frecuentar un sacerdote español llamado Alejandro, de la orden de los capuchinos, que había llegado hace como 33 años a la selva del Aguarico y había dedicado mucho tiempo a informarse sobre la cultura y lenguas de las comunidades indígenas del oriente ecuatoriano; se notaba que había en su manera de moverse y dirigirse a los indígenas, que había aprendido detalles del lugar, había estudiado y manejaba con alguna precisión los recursos geográficos de la región y hasta pronunciaba frases kichwas y otras lenguas con facilidad…
Pronto averiguó en la comunidad Indillana, con mucha meticulosidad acerca de los intercambios y contactos que ocurrían entre estos dóciles kichwas y los agresivos Huaoranis, en especial entre los más jóvenes, pues cuando estos coincidían en los ríos Cuchillacu o Tiguino para bañarse, podían abandonar rencillas y tender lazos aunque sea primitivos, elementales de amistad. Entre estos jóvenes, Alejandro encontró uno en particular que se convertiría en su paje, hablamos de Otorino, que por su sencillez y vivacidad a la vez, era considerado uno de los pocos amigos de los jóvenes huaoranis.
Con Otorino organizó el primer contacto con los Huaorani, que en unos días iban a encontrarse en una de sus áreas de paso a orillas del Tiguino, camino a Garzacocha en donde tendrían una fiesta grande; Otorino se encargaría de hacer el enlace cuando los encuentren allí, se sabía que Otorino había saludado con Kai, uno de los taitas líderes Huaorani y por supuesto sobrevivió para contarlo, eso decía mucho de que Otorino podía contarse como un intermediador confiable.
Al mejor estilo de los primeros colonizadores, Alejandro estaba siendo patrocinado, solo que esta vez no era la reina, ni la iglesia, quien colaboraba en su aventura de acercamiento a los feroces Huaoranis; se trataba de una empresa petrolera, que necesitaba realizar sus operaciones en esa zona sin tener enfrentamientos ni el más mínimo roce con estas tribus, que pudieran a la larga, entorpecer y/o retrasar sus actividades. Es que unos meses atrás habían conseguido la adjudicación de ese bloque petrolero y querían superar el nefasto precedente, todavía latente, del enfrentamiento con saldo trágico para tres trabajadores petroleros ocurrido en 1977.
Urgía literalmente, una mediación que consiga la aprobación de estas comunidades Huaoranis, la petrolera apostó a la mediación del obispo capuchino, que llevaba años en la selva y pusieron a su disposición todas las posibilidades logísticas que este iba a requerir, incluido un helicóptero y vituallas para compartir con las tribus a contactar.
Dar encuentro a una tribu nómada, suponía una búsqueda sin muchas posibilidades de éxito, sin embargo, Otorino fue el factor que permitió viabilizar de manera rápida este objetivo, que Alejandro contacte con los Huaorani, pero lastimosamente no desde sus expectativas, pues tan pronto irrumpieron en sus predios, fueron atacados por los guerreros tagaeri, que armados de sus lanzas amenazaron con matarlos, los salva solamente, ante la sorpresa de todos –incluido Otorino- el escuchar a Alejandro hablar en voz Huaorani, diciendo “…somos amigos, somos amigos, no nos maten…”, hizo que se detengan… sin embargo los indígenas los despojaron de sus ropas y los amarraron a un palo, sin brindarles agua ni comida y hacerlos objeto de sus permanentes demostraciones de desprecio y agresividad, les escupían, pateaban, orinaban, lanzaban piedras, etc.
También para los Huaoranis estaba presente el enfrentamiento de unos años atrás con los tres trabajadores petroleros que cayeron alanceados, así que su belicosidad obedecía a posibles nuevas represalias en esa dirección, que podrían estar buscando aplicar la justicia de los hombres del Gobierno.
La intermediación de las mujeres, permitió que reciban agua, algún alimento y hasta reciban bebidas con curitina, que a decir de Otorino provocaban alucinaciones y un estado de embriaguez que duraba mucho tiempo, colocando a los extraños en un estado de indefensión mayor aún, pues fueron objeto de relaciones sexuales no consentidas por parte de varias de las mujeres de esta tribu.
La desnudez total y participación de Alejandro en el huatti huatti (relaciones sexuales) con las mujeres Huaoranis, echaron por tierra la imagen del religioso con el adolescente Otorino, que también era objeto de esas agresiones compartidas a pocos centímetros de distancia, Otorino recordaba años después, que el capuchino mientras recibía su huatti huatti, oraba y cerraba los ojos…
Algunos objetos llevados por Alejandro como regalos (espejos, figuras plásticas, de cerámica y metales), la ausencia de armas en su equipaje, consiguieron suavizar la actitud de los guerreros Huaorani, abrir la promesa de nuevos regalos y disminuir las expresiones de agresividad de estos; cuando los soltaron compartieron actividades de la tribu y en el caso de Alejandro aprendió a comer, beber, hablar y vestirse (o desvestirse) como Huaorani…
El religioso capuchino consigue negociar un nuevo encuentro con la tribu Huaorani, en el que se compromete a llevar otros regalos, pero hasta tanto logra mantener un compás de espera respecto de la petrolera, la tribu no atacaría a los trabajadores petroleros intrusos.
La nueva incursión del obispo capuchino a territorio Huaorani, tuvo algunos problemas logísticos que impidieron a Alejandro y Otorino llegar a la cita el día y hora indicados, los regalos ofrecidos tampoco pudieron gestionarse en su totalidad de parte de la petrolera. El regreso tardío, ocasionó nuevas demostraciones de ira y agresividad de parte de los guerreros Huaoranis, que una vez más procedieron a atacarlos con sus lanzas sin herirlos, pero si, nuevamente desnudados y atados.
Y otra vez el proceso de agresiones físicas, verbales, sexuales, psicológicas… hasta que con los días, se abrió un nuevo lapso de confianza que curiosamente integraba a los extraños (Alejandro y Otorino) al modus vivendi Huaorani y no al revés; es importante fijar de manera perfectamente clara, el hecho que en una tribu en la que rige el matriarcado poligámico, es la mujer quien decide con quién, cuándo, dónde, cómo, etc., tiene sus relaciones sexuales y a este comportamiento social estaba incluido Alejandro, sin importar entonces, su voto de castidad ni su condición de religioso, se podría hasta afirmar que habría tenido descendencia fruto de sus relaciones con mujeres Huaoranis.
En contraparte no existe un tan solo templo que dé cuenta de avance alguno de su tarea “evangelizadora”, treinta años después de las incursiones de Alejandro, nadie podría afirmar que haya algún sector y/o territorio Huaorani identificado con alguna secta religiosa occidental, nos referimos a las tribus no contactadas. Que no vayamos a confundir las tribus intangibles o no contactadas, con la existencia de algunos miembros de estas tribus que se incorporaron a la sociedad y habitan en poblados de colonos y campamentos petroleros.
Después de normalizar las visitas “evangelizadoras” con este singular comportamiento, Alejandro intenta una visita diferente incluyendo en su comitiva en vez de Otorino a la monja Inés de su misma orden capuchina y que por supuesto iba a romper esa suerte de equilibrio cultural, que hasta ese momento se había alcanzado, integrado como estaba Alejandro al matriarcado Huaorani, una mujer monja que en su condición no iba a ser parte de ese comportamiento social de las mujeres de la comunidad.
Podría afirmarse también que de parte de las mujeres Huaoranis, pudo haberse levantado una respuesta de celo, respecto del “gordo” como llamaban a Alejandro en la tribu; es entonces esta confrontación cultural en un medio en el cual no hubo trabajo ideológico cultural alguno, que permita aceptar esta nueva figura femenina con otros cánones culturales, que nunca fueron aceptados y mucho menos asumidos por parte de las tribus Huaoranis.
Nunca se cumplió el proceso colonizador, no asumieron los Huaoranis otra religión ni otro lenguaje, ni ningún estándar occidental que quisiéramos citar, la aplicación de la muerte de Alejandro primero con la saña que representa 14 lanzazos y luego la monja Inés con cuatro lanzazos, deja ideas de dos cosmovisiones completamente diferentes que quisieron ser forzadas a fusionarse por parte de Alejandro, de manera por demás muy rápida e ilusa… pero que curiosamente merced a este doble asesinato, -porque tenemos que llamarlo así, desde nuestra concepción de la sociedad y nuestra cultura-, la petrolera patrocinadora, consiguió su objetivo…
La posibilidad cierta que la justicia y las fuerzas del orden los perseguiría, consiguió que la tribu Huaorani se aleje de la zona y permita que las operaciones y actividades petroleras se desenvuelvan sin presiones ni condiciones, la inversión para la empresa fue mínima y los daños colaterales como diría el Departamento de Estado, fue apenas de dos víctimas…
¿Ajuste de cuentas?...
Poeta

Prosas poéticas :  aborto soy
Hoy solo soy un vagó recuerdo de alguien mas, y aun que quiero ser el sueño, solo soy una piedra en el camino, la mugre que empaña el cristal en el que hoy me veo triste , arrumbado, viejo y decaído, soy una sombra de una vida de paisajes bellos, coloridos y sonoros. Soy un verso mas de aquel poeta, el error del tiempo, soy la mancha en la pintura perfecta, aquello tan sucio que da vergüenza. Hoy no puedo tener un día de paz, soy la mosca en el silencio que dan ganas de aplastar, aquel desperfecto que nadie quiere mirar, el veneno en la nota perfecta, la muerte del verso inconcluso, soy el vagabundo iluso de un día confuso.
Poeta

Prosas poéticas :  Hogar Primero
Después de treinta y tres años de ausencia
de este ámbito campestre de mi infancia y mocedad,
vuelto definitivamente a él, hallo resarcimiento
de nostalgia en el pasado de ambos.

Con sed y deleite evocativos, cierro los ojos
y abro brazos y sentidos, y en hondo acopio
sentimental, abarco poco a poco las vivencias
que recuerdo: sumisas víctimas del tiempo
guarecidas con timidez entre las paredes
lindamente decoradas por mi madre, algunas,
de éste rancho que como un viejo campesino,
porfiando a lluvias y vientos, sigue afianzado
como puede en su estratégica loma.

De su entorno, mentalmente recorro
el monte de redivivos eucaliptos y luego el bajo
hasta la cañadita fragante que me enseñó a nadar.
Allí está su mimbre y su par de sauces, todos añosos
pero con su verdor en mi memoria y su sombrita
de soñar amores y triunfos artísticos.

Vuelto a la realidad de todo lo entrañable
que compone el lugar, pienso cómo nada de ello
pudo retenerme... Comprendido fracaso, pobre hogar,
ya que tampoco pude retener amores ni sueños.

Hoy he vuelto aquí, en busca de una oportunidad
de esas fraternas suyas. La sé posible porque la luz
dorada del poniente que sigue filtrando mi ventana
y la mansedumbre y belleza del lugar, que poco
aprecié antes, me transmiten esta paz visceral
que añoraba al fin y ya creía irrecuperable.

¡Qué lástima haber envejecido faltándonos!
Faltando yo, me corrijo, enfrentado ahora
al pequeño espejo de acicalarme para el baile
en aquellos tiempos, cuyo guiño optimista de ayer
me estaba reservado por esta pared en la penumbra
de mi cuarto de mozo; noblemente resquebrajado
muro, como cascarón que es, del huevo del cual salí
a ver un poco de mundo.





Poeta

Prosas poéticas :  El último enigma
EL ÚLTIMO ENIGMA

Cuando el aliento hubo al polvo desenterrado, una
voz se perdió entre los silencios, y las rodillas,
volaron y devoraron su angustia al espejo en la
tormenta del escarabajo.
¡Uf!. Los algodones presurosos embriagaron,
al tabaco en el asfalto, los latidos espinados.
Entre la niebla limpia se cultivaron los huesos,
y se gastaron los escalones hacia el cielo,
abajo de los pantanos en ruinas.
Los ojos cerraron las cortinas en el nido,
de los remiendos-- mintiendo--con las manos,
por la orilla de las conchas.
El escombro y la codicia se expandieron.
Las langostas rindieron culto. Los fusiles
quemaron las rodillas a las balas.
En los vidrios de los vientos, aún desbordados,
los peces con flechas rociaron las nubes.
Mil campanas rodaron, y en el mar de la
existencia, un reloj perdió el tiempo, desgajando
el vigor de la esperanza, y los íntimos cordeles,
de la memoria, más allá del terremoto y la tormenta.
Un camello vendió la sed en cucharadas.
La red y los pulpos esculpieron al desierto,
y engendraron la orfandad en la sombra.
Las alas tejieron sus raíces.
Y el caos se refugió entre las lágrimas.
La sal se ha hecho negra, y la luz espesa,
con la luna en el zapato adoquinado.

Desde entonces, el sol perdió su brillo,
en las pestañas del gusano por los murmullos,
del cobre. Luego, en la gruta ampulosa,
el engendro se engolfa destemplado.
Y el dedo que se mueve pierde el brazo.
Con la arrogancia que sofoca la ternura,
en la sonrisa. Haciendo del asco la costumbre,
de los pañuelos ignorados.
La mayor victoria fue hacer las cloacas,
enormes. Degollar los cometas del subterráneo,
arrinconar todo fracaso en el techo, y hacer
del lecho el averno.
Nada indecible fue posible.
La paz sudaba rabiosa, el sendero de las
hienas vestidas con cinismo.
¡Qué graciosas las manchas de la sombra!.
En los trajes populares,
de los semblantes deformes.
Donde el retroceso se yergue,
con la estatura elevada del pozo,
en cada escalofrío inútil.
___ ¿Con qué cara el futuro nos espera?.

Y... ¿Quién con el mal
fabrica el bien?. Al infinito repetido.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Prosas poéticas :  Las letras de tu nombre.
Sabes que yo sé. Yo sé que tú sabes. Hoy, nuevamente víctima de la locura de mi pluma, me deslizo lento cuando recorro tu nombre. Las letras que lo componen son siete símbolos de que nunca te olvidaré. Siete recordatorios de que viene al galope esta bendita locura y mi estómago se recoge en una agonía maravillosa.

B. La primera debe ser una inicial para que nunca olvides que nos vimos por primera vez bajo el otoño. Quiero que sepas que en ella está guardada la esperanza que encontré en una ramita de lavanda salvaje retenida entre las hojas de un libro. Y que... guardar lavanda es añorar tu suave piel y esconder los pequeños secretos de tu historia. Quiero que la recuerdes como un temblor en los dedos y el deseo de mis ojos rasgando tu cuello. Quiero que me la entregues envuelta sólo en una palabra. Tu palabra.
i. La segunda debe ser una cadena de plata, para que nunca me olvides y recuerdes que tú y yo estamos atados más allá de la vida. Quiero que cuentes los eslabones, porque ellos te irán dando el número de años que pasarán tu alma y la mía entrelazadas. Nunca olvides llevarla al cuello y que yo soy quien sujeta tu cordura en este mundo loco.
a. La tercera debe ser un anillo que tercamente guardarás, que sin una historia quedaría en un olvido seco, pero hubo una equivocación en el proceso. Tu corazón y alma discutieron el por qué y el para qué. El primero quería esconderlo al calor de tus manos porque aún no tenía recuerdos que lo arroparan. Tu alma quería incrustarle una piedra roja para que nunca olvides que mi sangre reposa en tus manos. De modo que supiste renunciar al por qué planteando el para qué, y lo guardaste debajo de un sueño en tu caja de costura.
n. La cuarta debe ser un latido azul para que en tu pecho vibren las palomas que soñaste podrían ocupar esa distancia que te aleja. No te apures, hoy te he mirado lenta, lentamente y de nuevo me he perdido en tu abstracta lejanía y otra vez he vuelto yo a latir tu nombre. De lejos vienes para darme el azul azul de tu conciencia.
c. La quinta debe ser sólo un pensamiento en la punta de mi pluma. Una pluma que escriba nuestra historia. Una pluma que grabe en el pergamino de tu cuerpo una percepción, una idea, un sentimiento. Si no lo escribo el río de la vida lo llevará como una hoja a ninguna parte. Pero si lo traslado a tu piel, tú recuperarás esa misma percepción, esa misma idea, ese mismo sentimiento, y lo guardarás más allá del tiempo.
h. La sexta debe ser un vestido de besos dorados, de abrazos de colores, con un lazo perdido de sonrisa. Un vestido que te cubra y te desvista, un vestido que no me oculte de ti y de tu deseo, un vestido que me muestre lo que eres cuando te mire repentinamente, cuando tu imagen me asalte mientras estoy ocupado en otra cosa.
i. La séptima debe ser el olor de nuestra ciudad encerrado en un frasco de cristal, para que al olerlo recuerdes siempre el aroma de una ciudad que nunca fue nuestra pero que nos marcó para siempre. Quiero que lo aspires y encuentres en él tu peso propio. Quiero que tu nariz lo huela. Quiero que te enamores de ese olor.
Poeta

Prosas poéticas :  Donde sueñan tus labios.
Es por eso de pagarle a la belleza que hablaré de tu ángel, de cualquier manera es inevitable que construya una ventana para que la gente pase y te mire como si una perfecta combinación entre comunicación y hermosura pretendiera infringir las leyes del tiempo. He de buscar entonces todo lo humano de tus ojos y en la mirada profunda, el iris de esas palomas titubeantes e indecisas que planean entre el deseo y la locura, el delirio y el atrevimiento. Quién pudiera ser al menos aire para mezclarse entre tus dedos y consumirse ahogado por haber deseado alojarse en tu cabello. Es tu boca un poema de dos versos donde el amor se te sale de los labios, en su vuelo las palabras se suicidan y ya en ruinas, engendran movimiento como si de tanto ser rima la rima se esfumara y tú, esa mujer cansada, sin saber qué hacer con tanta huida ni dónde esconder las palomas de tu alma, por un beso recogerías las cenizas de ese cielo más hondo donde sueñan tus labios y abrazarías tus lágrimas futuras para luego detenerte. No importa, siempre ocurre así, lo verdadero empieza o termina, deteniéndose. Mirad por la ventana y os haré el camino más largo, como si escribiese un poema lentamente por ese cielo tan hondo donde sueñan sus labios.
Poeta

Prosas poéticas :  Mi Musa
Se acabó, simplemente no se presentó, mustia se encuentran los pensamientos que obligan al cuerpo estar indiferente.
Sentado apoyando sus brazos en la mesa con hendiduras y arañazos y alguno que otro apunte fugaz, una lámpara, un papel y un lápiz. Inclinando su cabeza hacia el frente como para hacer una oración hizo una introspección larga y profunda.
Sintió la brisa del mar, esa brisa de mar con olor a una mañana de invierno que le hizo despertar.
Volvió a su papel y su lápiz en el hizo unos trazo como tratando esbozar algún ensueño
o recuerdo, inconsolable en su deseo de plasmar algo nuevo, más inerte testa y mano, se volvieron.
Reviso libros y apuntes y cuanto tuvo al frente, acaso le pidió al silencio unas palabras de
aliento y no cedió en su intento y él era de arrostrar al menor soplo de mal viento.
Era ya tarde y el papel tan albo como una de las Calas solo pudo escribir cuatro letras
simples y sencillas MAMÁ, y se dijo satisfecho ella es vida, ella es amor, ella es poesía.
Poeta